Artículo 20: Nunca tomes un caso de divorcio de un matrimonio que todavía tiene salvación. Tu nombre podría terminar en un hámster.
Leah
Las luces de la habitación encandilan mis ojos cuando despierto. El olor a desinfectante inunda mis fosas nasales y los pasos que se escuchan afuera de la habitación me hacen volver a la realidad.
Lo último que recuerdo es que nos trajeron a emergencias para descartar cualquier contraindicación. Todos los afectados pasamos por un trauma muy grande, así que debíamos quedar en observación. Por indicaciones del establecimiento solo puede haber una persona por habitación, así que quedé separada de mi hermano. Mi mamá se quedó con él y mi padre conmigo.
Trataba de mantenerme serena, pero seguía escuchando constantemente el sonido de las armas revoloteando justo encima de mí. Recuerdo que comencé a respirar cada vez más rápido, haciendo lo posible para no perder el aire. Pero sentía que lo perdía, poco a poco, como si alguien estuviese agarrándome por el cuello. La perdida de aire me hizo llorar. Mis lágrimas mezcladas con esa preocupación que guardaba en mi interior puesto que no podía soltar ese grito guardado en mi garganta.
Comencé a calmarme cuando la enfermera me inyectó algo para que pudiese dormir. Sentí mi cuerpo pesado, pero volvía a respirar con normalidad. Así fue hasta que cerré los ojos y caí rendida.
Es por esto que no tenía idea de que hora era. Mis ojos cansados pronosticaron que debí dormir demasiado. Comencé a mirar por alrededor de la habitación, esperando encontrarme con mamá o papá. Pero la persona que yacía sentada en el sofá colindante a la cama hospitalaria me hizo pensar que todavía seguía sumergida en un sueño.
Por lo menos así me sentí, hasta que escuché su voz al ver que ya había despertado.
— Leah... – su voz masculina desbarata mi sistema. Siento como toma mi mano y deja un casto beso en mi dorso. Suena preocupado.
— ¿Estoy soñando? – digo y lo escucho soltar una carcajada. – ¿Eres real?
— Oh, soy muy real, Leah. – dice, en medio de sonrisas.
Suspiro al verlo detenidamente. Sus ojos azules brillantes tratan de decirme eso que ansío escuchar. Lleva su camisa con 3 botones desabrochados y con las mangas dobladas. Su cara me dice que no ha dormido.
— Me siento tan drogada que de verdad pensaría que no eres real y que probablemente estoy mirando con ojitos de amor a cualquier doctor de turno. – trato de levantarme de la cama, pero me detiene.
— No te levantes. Acabas de despertar. – dice, agarrándome por los hombros para devolverme a mi puesto. – Y si, soy real Leah. Además, no soportaría que algún doctorcito se gane esos ojitos de amor que son solo para mí.
— ¿Qué ojitos de amor? – digo, cuando reacciono a lo que dije.
— Tus ojitos de amor. Lo acabas de decir. – suelta, con una sonrisa burlona.
— Yo no dije nada. No hay ojitos de amor. – trato de ponerme seria, pero no puedo.
Vuelvo a mirarlo a los ojos. Su mirada me dice tantas cosas que sé que le cuesta decir con palabras. Nos quedamos así, en silencio, mirándonos durante unos segundos que parecieron minutos.
— Te extrañé, Leah... – dice en un susurro que solo yo puedo escuchar, aunque no haya nadie más en la habitación.
— ¿Dónde están mis papás? – desvío el tema.
— Están con tu hermanito. Tú papá se había quedado contigo, pero se fue cuando vio que te dormiste. Me pidió si me podía quedar... Quiere que le avise cuando despiertes.
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Que la ley nos ampare | Tom Hiddleston [LIBRO 1] ✓ (En Edición).
Fanfiction(Libro 1) Porque a veces es probable que el desconocido al que le entregaste tu virginidad, se termine convirtiendo en tu jefe. ¿Qué pasaría si una noche decides darle tu virginidad al primer extraño que encontraste en un bar recóndito de la ciudad...