Capítulo 1 (Louise)

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Cuando una persona muere, algunos de sus seres más queridos lloran, visitan su tumba continuamente, o cuentan anécdotas de su vida para mantener su recuerdo vivo, otros... le roban.

Hace menos de un mes que mi tío falleció y ha manifestado varias veces el hecho de que aún está aquí, entre nosotros, y que debemos tener mucho cuidado con nuestras acciones, porque una, lo suficientemente grave como para hacerlo enfadar, desataría la furia del mundo del más allá.

Su muerte fue inminente, casi traumática. No tenía lazos muy estrechos con él, pero, recuerdo su rostro cuando caminaba por los parques o cuando lo veía en los bares. A veces, nos saludábamos, otras, no.

Ahora sigo viendo su rostro cuando cierro los ojos. Llevo a mi pecho mi mano y siento mis latidos a través de ella. Los siento, los cuento y los valoro. Jamás había valorado tanto mi vida, ni había pensado tanto en la muerte.

Incluso me permitía decir que "no tenía miedo a morir". En varias ocasiones aseguré que estaba lista. Más que todo porque estaba enfadada con el mundo y no me parecía tan mala idea dejarlo atrás. Actualmente, cada que oigo hablar de ella, la piel se me eriza y las piernas me tiemblan.

No entiendo como fui capaz de desear algo así. 

No puedo respirar en mi habitación por la noche. Ni siquiera puedo dormir en mi cama. Siento una energía negativa a mí alrededor que me oprime el pecho y me obliga a permanecer alerta. Pero no puedo quedarme en la cama porque la oscuridad es tan absorbente que pronto me siento desvanecer de la realidad y convertirme en un otro más, simple y miserable ser, y algo que nunca he negado es mi miedo a convertirme en un otro más, simple y miserable ser.

A pesar de que en mi día a día esa fuese mi labor, sentía y deseaba, en lo más profundo de mi alma, poder convertirme en alguien que fuese recordado eternamente. Y no por mi riqueza ni por mi apariencia. Quería que con leer unos versos de poesía, unas frases de un libro, o escuchar la letra de una canción, alguien pudiese sentirme a mí a través de ello. El problema es que no sabía como hacerlo, y tampoco me esforzaba mucho. 

Vivía mi día a día en negación. Negación a tener que superarme. 

Sin poder pegar ojo, decido entonces salir a la calle a dar una vuelta y "aclarar mis ideas" o que terminen perdiéndose por el camino porque, es muy  molesto tener tantas rondando por tu cabeza y que se enreden entre ellas. 

Su último deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora