Capítulo 9 (Anthony)

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Habitualmente dejaba a mi hermano menor en el instituto a las siete de la mañana y volvía para recogerlo cuando la jornada escolar culminaba a las dos. No tenía mucho que hacer. Aún no había empezado el verdadero terror de la carrera (o mejor dicho, no me presentaba a las clases ni a la universidad) y mis padres estaban ocupados todo el día por su trabajo. 

En las mañanas que me quedaba solo en casa, aprovechaba para limpiar, sacar la basura, hacerla comida y cuidar a Mavis, el gato de la familia. También tenía un perro, Flop. Se llevaban bien entre ellos y ya eran bastante viejos como para pelearse, así que no me causaban muchos problemas.

A pesar de vivir en España, mi familia paterna era de Inglaterra, y mi familia materna de Perú. Vivimos los últimos años en Perú porque mi abuela estaba enferma. Y me llamaron Anthony por ser uno de los personajes de una serie que mi madre adoraba cuando era más joven.

Al principio, cambiar de país fue difícil, pero mis padres siempre trabajaron duro para conseguir que mis hermanos y yo tuviéramos una educación en un país que supuestamente prometía más que el de origen. 

Llegué aquí cuando apenas tenía siete años, así que, me acostumbré rápidamente a su gente y a sus costumbres. Era alguien con un don especial. Siempre les caía bien a las personas y no conocía muy bien el significado de la palabra "soledad" hasta que crecí y me di cuenta de qué me encontraba totalmente solo al hablar con esas personas que trataron de engañarme con su falsa amabilidad. Era popular y las chicas elogiaban mi apariencia. También era inteligente y me gustaba jugar al fútbol. Se podría decir que tenía el perfecto perfil de un estudiante de secundaria que tenía todas las de ganar. Pero a cada curso que terminaba, me encontraba más solo. Mi mente ya no se sentía a gusto teniendo conversaciones monótonas con todas aquellas personas.

Jamás nadie me preguntó cosas realmente importantes como qué era lo que en verdad soñaba o qué era lo que más me daba miedo.

Poco a poco me fui alejando de las personas por culpa de ese sentimiento de vacío y terminé por convertirme en un total desconocido para el mundo.

Recuerdo que en el último año de bachillerato me interesé bastante por la lectura e incluso me uní a un club de literatura.

Nunca me había interesado porque los números "eran lo mío" y estaba totalmente enfocado en un futuro entre máquinas. Pero, una vez escuché de mi padre que los libros son los seres que te leen el alma y te hacen preguntas qué jamás hubieras imaginado. Por ejemplo, ¿por qué el final de esta historia no me ha parecido bueno?, o, ¿algún día alguien también juzgará mi final de la misma manera?

Ese mundo "espiritual" también me interesaba y me gustaba pararme a reflexionar sobre temas místicos a pesar de ser una rareza.

Un día, mientras colocaba en orden alfabético los libros de una estantería, escuché a dos personas del otro lado.

Eran dos alumnas,un curso inferior al mío y una de ellas parecía especialmente exaltada.

- ¡Me gusta cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz ni te toca!

- Para ya, Lou. Pareces una loca gritando. Alguien puede llamarnos la atención.

- ¡Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca!

- ¡Qué pares! - se exclamó la pelinegra abalanzándose sobre su amiga para taparle la boca con la palma de su mano.

Cuando al fin la más pequeña cedió a dejar de gritar, destapó la otra su boca y empezó a reír a carcajadas mientras golpeaba con una mano la estantería.

- Realmente estás loca, Lou.

- Ese poema siempre me pareció muy raro. ¿Me gusta cuando callas? ¡Si yo estuviera enamorada de alguien, no quisiera que se callará jamás! Quisiera escuchar a esa persona noche y día para descubrirla un poquito más.

Su último deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora