CAPÍTULO 11 (ANTHONY)

4 1 0
                                    


Pensé que al contestar su pregunta empezaría a reír y a burlarse, pero no fue así. Vi cómo me miró y sonrió. ¿Cómo no enamorarme? ¿A quién tenía delante? Su rostro era el más bello para mí. Sus ojos son los más bonitos y su sonrisa la más poderosa. Era tan fácil hablar con ella que era como estar flotando en una nube y reposar sobre su blanda superficie.

Me escuchaba y sabía seguir la conversación para buscar más dentro de mí. E incluso yo me descubría un poco más sacando todas esas palabras que no había sido capaz hasta entonces.

Me había perdido esta sensación durante tanto tiempo por el maldito miedo, y ahora, qué la tenía justo al lado, había surgido otro miedo dentro de mí. Perder eso.

- ¿Y tú? Sigues sin contestar a mi pregunta. ¿Qué harás después de terminar bachillerato?

- Quiero viajar. No importa dónde, pero, viajar. Conocer más gente, otras culturas. Salir de este cubo de cristal en el que me encerraron cuando vine aquí... Sentir más y pensar menos.

- ¿Ese es tu sueño?

- No. Pero es lo que me gustaría hacer después de bachillerato.

- ¿Y cuál es tu sueño?

- Poder ser recordada para siempre.

Nos detuvimos frente a una pastelería. Sus ojos dejaron de mirarme para apreciar los pasteles que en el escaparate exhibían. Entendí entonces que era fan de los pastelitos y qué de seguro se moría por probar alguno de los que allí había. Pero no entendía su respuesta.

- ¿Quieres uno?

Vi la expresión en su rostro y como sus ojitos brillaron al oír mi propuesta. Reí por lo bajo y busqué en el bolsillo de mi abrigo el monedero de cuero que mi madre me regaló por mi decimoctavo cumpleaños. Entramos al local y nos acercamos al mostrador. Allí había croissants, cupcakes, crepes, gofres, y otras bollerías con una pinta deliciosa.

- Coge lo que quieras. Hoy vas a darte un festín.

Quería saber todo de ella. Adentrarme en su mundo como ella lo había hecho en el mío. No estoy diciendo que comprarle pasteles fuera parte del plan, pero, notaba cierto bloqueo por su parte. El poco tiempo que había compartido con ella me fue suficiente para entender qué pasó algo que la hizo encerrarse como método de protección para no ser más herida.

Es una putada. En nuestra etapa de adolescencia es cuando más daño nos hacen, y lo peor, es que nos echan la culpa de eso. Luego pretenden que nosotros mismos limpiemos las heridas cuando nos acuchillaron en lugares que ni siquiera sabíamos que existían.

- Gracias.

Nos sentamos en una mesita de color azul con dos sillas blancas a los costados. Lou terminó pidiendo un croissant, un trozo de bizcocho de chocolate, y otro trozo de bizcocho de banana.

- No hay de qué.

La miré dando el primer bocado apoyando mis codos sobre la mesa. Pude notar como ella enseguida se tapó la boca con la mano y me miró alzando una ceja como pidiendo intimidad.

- Perdón, perdón. Con respecto a lo que pasó en el parqué...

- Sí... Bueno, mi tío murió unas semanas atrás.  Digamos que tuve un sueño extraño relacionado con él.

- ¿Qué sueño?

- Pues, el señor que estaba en el parque aparecía en mi sueño y me señalaba a mi tío junto a su pareja.

- Vaya, tu tía debe estar pasándolo mal.

- Hmmm... Ese es el problema. No sé si ella lo sabe. Tampoco sabría si llamarla tía. Es que ella vive lejos de aquí y era como su novia. Quedaban un par de veces a la semana y se veían. Creo que no sabe nada y puede que el silencio...

- ¿Opinas que ella debe estar pensando que él la ha dejado sin decirle nada?

- Así es. Y no sé por qué, pero creo que debo hacer algo al respecto.

- ¿Por qué tú? Digo, no tienes por qué.

- Si no lo hago yo, nadie más lo hará. Y pienso que mi tío ha estado mandando señales de qué quiere que lo haga.

- ¿Qué tipo de señales?

- Pues, no he podido dormir. He sentido una presencia constantemente en mi casa, sobre todo en mi habitación. Además, el encuentro con ese señor... no creo que sea una coincidencia.

- ¿De qué conocías a ese señor?

- El día que estaba en el funeral de mi tío, él estaba ahí, pero visitando otra tumba. Era la de su mujer... que falleció hace más de treinta años. Sentí muchos escalofríos... Él besó la tumba y se puso a hablar con ella como si lo escuchara.

- ¿Crees que no lo escucha?

- No lo sé. No puedo estar segura. Sin embargo, sé que su aparición en mi sueño y hoy en el parque...

- Entiendo. Piensas que te está tratando de enviar un mensaje a través de ese señor y del mundo onírico.

- ¡Sí! Tal vez quiera que busqué a su novia y le diga lo que ha pasado.

- Bueno, eso tendría sentido. Si yo muriera y tuviera una novia que no ha podido estar porque vive lejos, me gustaría que le dieran la noticia. Más sí tengo hijos con ella. No me gustaría que piensen que soy un irresponsable.

- Entonces, eso debo hacer. Decírselo a Mariana...

- ¿Sabes dónde vive?

- No, apenas y sé su nombre.

Lou terminó el último bizcocho y seguimos hablando del tema. Sentí como se me encogía el pecho con cada cosa que decía. También pasé por episodios en los que he perdido a familiares, pero, nunca he vivido esas experiencias tan extrañas o creído que tendría la misión de algo.

Sabía que no podía dejarla sola con tanta carga. Merecía ayuda y yo estaba más que dispuesto a dársela.

- Bien, entonces te ayudaré.

Estiré mi brazo de modo que pudiera tocar el dorso de su mano y la acaricié con mis dedos dibujando sutiles círculos sobre esta.

- No quiero que estés sola en algo como esto.

Nos miramos por varios segundos. En esos segundos, el bloqueo que antes sentía, me parecía más ligero ahora. Aún debía darte unos empujones hasta que me dejaras entrar por completo.

No sabía si tu corazón estaba latiendo con la misma intensidad que el mío, pero, si supieras que con solamente darle una patada entrarías al completo dentro de mí, no sé si dudarías en hacerlo para poder ver que mis intenciones no eran más que genuinas contigo.

Su último deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora