Capítulo 4 (Louise)

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Cuando apartaste tu mirada de la pantalla de tu teléfono móvil, quedaste totalmente perplejo al verme aparecer. Poco después, esbozaste una sonrisa que me llenó la tripa de mariposas. Yo, pausé la música en mi reproductor y te miré.

El brillo que tus ojos reflejaban cuando sonreías, acompañado de las pequeñas marcas de expresión que se dibujaban, eran los trazos del lienzo más precioso que cualquier ser, divino o mortal, pudo haber creado.

- ¿Qué haces tú aquí? ¿Acaso has venido a buscarme? - me dijo él hablando con un tono burlón.

- ¿Perdona? (En verdad... así es...) - contesté alzando una ceja y quedando frente a él.

- Cuanto tiempo.

- Solo han pasado tres días. Tampoco te hagas el dramático.

- Tres días es demasiado. No apareció ninguna otra chica tan bonita como tú a la cual pudiera molestar por la noche.

- ¿Cómo te atreves a decir eso? ¿Aún después de "tanto tiempo" no has sido capaz de corregir tus modales?

- Si corregirlos significa dejar de ver como frunces el ceño cuando hablo, nunca lo haré.

Te echaste a reír. Te echaste a reír y te odio por eso. ¿Cómo parecías estar tan alejado del mundo, pero tan cerca de mí? ¿Puedes ahora leer todo lo que fuiste capaz de hacerme sentir? Es injusto. Es muy injusto. No podía aceptar que fui tuya desde esa primera palabra cruzada aquella noche de noviembre. No quería aceptar que mi corazón tenía dueño desde que tus ojos se posaran sobre mí. Estaba muerta de miedo en el interior. Temblaba como una maldita niña ante un médico a punto de vacunarla.

- Idiota...- murmuré lo más bajo posible llevando mi mano a mi boca.

- Si te soy sincero, también he venido a buscarte. - mencionaste sacando de una bolsa color blanca una libreta que me pertenecía.

- ¿Eso es...?

- Sí, es tuyo. Te la dejaste la otra noche tirada en el banco. - me lo tendiste con una mano y me miraste con una expresión seria. - Si no te hubieras ido tan rápido, entonces tal vez no te lo habrías olvidado ni habrías dejado que un extraño leyese esos poemas que le haces a la luna.

- ¿¡Cómo te has podido atrever a leer!? ¡Nunca te enseñaron a respetar la privacidad de los demás!

- De nuevo... ja, ja, ja - te echaste a reír como un loco y colocaste tu dedo sobre mi piel, en medio de mis dos cejas. - Juro que adoro esto.

- ¡Ya me voy! - sujeté con fuerza la libreta y te la arranqué de las manos. Posteriormente, la guardé en mi mochila y di media vuelta para marcharme.

- ¡Espera! ¡Lou!

- ¿Lou?

- Lo ponía en tu libreta. Louise Hiller.

- En serio eres un psicópata.

- No puedes esperar que no me llamase la atención la etiqueta del oso panda con tu nombre.

- ¿Quieres dejar de burlarte?

- No lo estoy haciendo.

- ¡Deja de mirarme con esos ojos! ¡Acaso me ves como si fuera un payaso de circo!

- No, pero sí como la persona que más feliz en el mundo podría hacerme. - dijiste por lo bajo sin pensar. Y supe que era sin pensar porque después te sonrojaste y trataste de ocultarlo poniendo una mano sobre tu rostro.

- ¿Qué acabas de decir?

- Nada, nada. Solo decía que si eres un payaso, entonces eres el payaso más bonito que he visto.

Su último deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora