Ese día me desperté lo más temprano posible. Incluso si la cita era a las seis, pensé que el día pasaría volando, pero, no fue así. La mañana del domingo fue una de las más largas para mí.
¿Por qué tenía tantas ansias de verte? Odiaba tu risa burlesca, tus ojos que se achinaban cuando sonreías, y esos apodos que me hacían fruncir el ceño... y que tú tanto adorabas. No entendía nada. Me frustraba. Tú me frustrabas. Pero la curiosidad era tan fuerte. Las ganas de saber las respuestas a mis "¿Porqués?", y las ganas de conocerte. ¿Y por qué te habías fijado en mí? ¿Por qué de entre todas las chicas que seguramente has conocido, elegiste cortejarme a mí?
Decidí dejar de pensar en todo eso. Centrarme mejor en la serie que tenía enfrente y olvidarte por un momento.
Ver la tele no era un método efectivo para tal hazaña. Miré las postales que había guardado en una caja sin tapa sobre la mesa del salón y reflexioné sobre qué haría con ellas.
Sin llegar a ninguna conclusión convincente, el timbre sonó y me puse de pie sin dejar de mirarlas postales, lo que hizo que me golpeara en el pie contra una de las patas de la mesa.
- ¡Maldición! -
Cuando abrí la puerta, no había nadie, pero si un paquete en el suelo. Supuse que el cartero lo habría dejado allí y lo llevé dentro.
El reloj marcaba la una y media de la tarde. Aún me quedaba tiempo para darme los últimos retoques. Demasiado tiempo.
Antes de abrir el paquete quise comer algo. La barriga me rugía y ya se acercaba la hora de comer, así que, preparé unos fideos instantáneos en el microondas y me senté en el comedor, siendo mi única compañía, ese delicioso plato y el vaso de agua. Comí mientras escuchaba el televisor de fondo y tu imagen venía de vez en cuando a darse una vuelta por mi mente.
Después de comer, me eché en el sofá a mirar el móvil, pero me quedé dormida. Tenía la mala costumbre de dormirme tras la comida. Mi madre lo llamaba "Mal de puerco".
Me sumergí en un sueño pesado y revelador. Había estado pensando mucho en las postales y en las fotos, más cuando mi padre vino a mi casa el día anterior para decirme que se iba unos días de viaje para reponerse tras la muerte de su hermano.
En aquel sueño, vi a la mujer de mi tío y a él paseando de la mano. Luego, se me apareció el señor que había conocido en esa tumba tan majestuosa pero triste. Él sujetaba unas margaritas blancas. Me miraba fijamente y con la otra mano señalaba a la pareja.
- Ella tiene que saberlo.
- ¿Eh? ¿Quién es ella?
El móvil no paraba de sonar y de vibrar sobre la mesa de cristal. Abrí los ojos, parpadeando repetidas y rápidas veces para acostumbrarme a la luminosidad de la habitación y con estos entrecerrados vi cómo alguien me estaba llamando.
Agarré el aparato y respondí, llevándolo posteriormente a la altura de mi oído.
- ¿Diga?
- ¿Lou? Estoy esperándote. Son casi las seis y media. ¿Dónde estás? ¿Te ha pasado algo?
- ¿Eh? ¿Las seis...? - miré la hora en el teléfono y salté del sofá. Efectivamente, eran las seis y treinta y un minutos. Me había quedado dormida toda la tarde y tenía el pelo revuelto. - ¡Voy enseguida!
- ¿Quieres qué vaya a recogerte? Puedo ir sin ningún problema.
- No, yo... estoy... - agarré mi bolso y metí un pequeño peine dentro. No tuve tiempo ni de mirarme al espejo. Bajé corriendo hasta el parque y te vi allí de pie, justo en la entrada.
Me miraste de arriba abajo, fijándote bien en mi cabello y dibujaste una gran sonrisa en tu boca. Yo, aún despeinada y con la ropa arrugada, alcé mi mano para agitarla y así saludarte. Tú,aún con esa expresión divertida en tu rostro, me devolviste el saludo y te acercaste con firmeza.
- Sigues sin colgar... He escuchado como corrías hasta aquí...
Me diste un golpe con la palma abierta sobre la cabeza y colgaste el teléfono.
- Lo siento por llegar tarde... Me quedé dormida.
- Me preocupaste. Pensé que te habría ocurrido algo. - dijiste aliviado y rascando detrás de tu oreja. - ¿Vamos?
Empezaste a caminar a un paso suave para que pudiera alcanzarte y yo mientras escondía mi nariz por debajo de mi bufanda.
- ¿A dónde vamos?
- Tranquila, disfruta del paseo. Tengo el lugar perfecto donde llevarte.
Quisiste tomarme de la mano, pero no te dejé y no fue porque no tuviese ganas, sino porque me agobiaba el tener que ir tomada de la mano con las personas. Desde pequeña, siempre que alguien sujetaba mi mano, empezaba a sudar porque me sentía controlada y luego se burlaban de eso... Y también porque justo delante de nuestras narices, en un banco más desgastado que los demás, estaba el señor del entierro y de mis sueños dando de comer a las palomas.
- ¡Es él!
- ¿Él? ¿Quién?
- El señor que estaba frente a la tumba de su esposa cuando...
Observaste al frente dándote cuenta de quién hablaba y me preguntaste si lo conocía. Yo asentí con la cabeza, pero me quedé de pie haciendo que te detuvieras también.
- ¿Quieres saludarlo o algo? No hay ningún problema.
- Tal vez... Es que apareció en mis sueños y... ¡No lo conozco! Solo lo he visto una vez y luego soñé con él justo esta misma tarde.
Temblaba tanto al hablar que te preocupaste demasiado y me agarraste del codo por miedo a que cayera.
- Tranquila. Si no te sientes bien podemos dejar la cita para otro día.
- Es que... creo que él puede ayudarme con una... cosa.
- En ese caso, deberías hacer caso a ese "creo" y preguntarle cualquier duda que tengas.
Sentí un poco menos de temor escuchando tus palabras y me llené de valor para acercarme e inclinarme hacia él para extenderle mi mano y presentarme.
- Disculpe...
- ¿Sí? - dijo alzando sus ojos casi cerrados.
- Yo...
- Niña, la otra vez en el cementerio, no pude darte tu pésame. Te acompaño en el sentimiento ahora que estamos.
- No,no pasa nada... Ya han pasado semanas...
Te pusiste alerta en cuanto lo escuchaste. Noté como te pegaste más a nosotros y ponías especial atención a las palabras del señor.
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Su último deseo
Losowe"Cuando una persona muere, algunos de sus seres más queridos lloran, visitan su tumba continuamente, o cuentan anécdotas de su vida para mantener su recuerdo vivo, otros... le roban. Hace menos de un mes que mi tío falleció y ha manifestado varias v...