XVIII

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Katsuki estaba a punto de salir de su habitación cuando la puerta fue tocada con suavidad, le pareció curioso pues no esperaba a nadie y los niños ya se habían ido, esperando ver a la oruga fue a abrir.

Una sonrojada Uraraka lo estaba esperando al otro lado, sin poder ocultar su curiosidad levantó una ceja.

–¿Que quieres niña?

–eh... Yo de hecho quería pedirle algo...– la adolescente estaba notablemente nerviosa, el adulto simplemente rodó los ojos e ingreso a su habitación dejando la puerta abierta.

Uraraka se dió cuenta que eso era una silenciosa invitación a ingresar, al hacerlo dejó la puerta abierta.

–¿Que quieres mejillas?– ella se aclaró la garganta antes de hablar y mirarlo a los ojos con gran determinación.

–Bakugo-san se que algo me ocurre a mí y a su esposa, se que están abriendo una investigación y que no regresaron al pasado por nada... yo quiero ayudar en la misión.

Él la miró con una ceja levantada y de brazos cruzados, por un mínimo momento lo considero aunque rápidamente tachó esa idea por completo.

–no.

–por-

–dije que no. Vete a tus clases mejillas– se dió la vuelta dispuesto a tomar una cajetilla de cigarrillos y salir al balcón antes de frenar en seco al escuchar lo siguiente que dijo.

–hoy me desperté herida por todo el cuerpo.

Finalmente la miró entera, estaba vestida con su uniforme como usualmente lo hacía, sin decir nada fue hasta la puerta y la cerró con seguro, no permitiría que debido a algún inconveniente la situación se mal interpretara.

–desnúdate y muéstrame.

El sonrojo de la mejor aumentó en alarmantes niveles, el mayor escondió el sentimiento de ternura que le causó aquello.

–mejillas tengo casi cuarenta años y estuve contigo desde que tenía diecisiete, créeme, se cómo eres debajo de esa ropa y como cambió tu cuerpo.

La menor en vez de ponerse menos tensa simplemente agachó la cabeza y caminó hasta el baño en silencio, el rubio no se preocupo de sus palabras en el momento.

Sino que fue consciente de lo que dijo y a quién se lo dijo cuando escuchó la llave de agua del lavamanos abrirse.

Hacia tanto que conocía a la Ochako adulta y segura de si misma que había olvidado por completo una de sus versiones más inseguras de su vida, la adolescente no era tan fuerte con su físico como la adulta. Katsuki quiso tirarse del balcón en ese momento.

Justo cuando la iba a llamar, ella salió del baño usando unos shorts de licra cortos y una remera de tirantes básica blanca, iba con la cabeza gacha sin decir palabra.

Por su propio bien primero decidió inspeccionar el cuerpo de la chica, con cuidado caminó hasta ella y se agachó para ver mejor las lesiones visibles en sus brazos y piernas.

Tenía moretones, arañazos y heridas de gravedad por doquier, en más de una parte le quedarían cicatrices.

–mejillas, ¿tienes heridas en el abdomen?

–...

Intentó levantar aquella prenda que le cubría, pero la muchacha se la sostuvo fuertemente tirando hacia abajo. El hombre suspiró y se dió uno de sus golpes mentales más fuertes de su vida.

Con cuidado se levantó y le vió la espalda, era uno de los lugares donde más moretones tenía.

Sin decir nada fue hasta el baño y tomo el botiquín de primeros auxilios junto con una crema para moretones que tenía para Aiko, la volver la chica seguía en la misma posición.

un viaje que lo cambia todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora