XXI

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Toda la primer semana Ochako y Katsuki visitaban al pequeño buscando con alguna mínima esperanza de que al menos algo se presentase. Héroes, médicos y científicos buscaban día y noche alguna solución o algún avance en él.

Las noticias llegaron casi diez días después  de que dejaran de ir a verlo, lo que fue una alegría para el antigüo matrimonio y para la castaña adolescente, pues podrían haber encontrado una posibilidad para retroceder los efectos de aquella personalidad.

Aizawa los había convocados para reunirse al día siguiente con el pequeño.

– No creo que pueda ayudarme a mí.

– ¿De que mierda hablas?

Ochako veía distraidamente por el balcón, Katsuki la veía aún sentado detrás de ella.

– Es lógico, supongamos que puede retroceder los efectos a mi otra yo, tal vez se lo pueda sacar por completo.

– El mocoso debería de poder también contigo.

– No lo creo, me tiene que quitar dos personalidades.

– ¿Y?

– Nos dijeron que puede retroceder, no quitar.

El ceniza apretó su mandíbula.

– Katsuki, prométeme que se cuidarán bien... 

– No lo hagas.

– Vas a dejar de fumar, Kiuru no dejará de pintar y Aiko será la mejor heroina de Japón, dejándote atrás...

– Ochako basta.

– Le hablaras de mi a nuestros nietos y les mostrarás mis fotos más lindas, por favor no les muestres las fotos en las que hago el ridículo...

– Les mostraré la secuencia en la que te estás cayendo al lago arriba de los patos.

– ¡Oye!

La castaña giró con cuidado y le lanzó un cojín al hombre, quien se carcajeo y se lo devolvió con cuidado.

– Te jodes por no callarte cuando te lo pido.

Ella sonrió.

– En mi habitación hay tres cartas, cada cual dice para quien es.

– Ven, te tienes que bañar.

– Deja de esquivar el tema, Katsuki hay que enfrentarlo.

Él la ignoro apretando su mandíbula, simplemente la alzó en sus brazos con cuidado y la llevo hasta el baño, donde la ayudo a desvestirse, colocar el agua e ir hasta la regadera.

– Esto es humillante, no tengo ni cuarenta años y ni siquiera puedo venir a bañarme sola.

– Al menos soy yo y no otro estúpido pervertido.

Ella sonrió de lado ante lo dicho.

No dijo más, él tampoco le comento al respecto.

Desde hace algunos días Recovery le había dicho a Ochako que dejara de caminar, pues en el punto que estaba cualquier clase de ejercicio le hacía mal, su condición al ir en deterioro fue lo suficientemente convincente para que el viejo matrimonio aceptara.

Lo único que les habían dicho a Aiko y Kiuru fue que la castaña se había caído por las escaleras, lastimando su cadera de por medio, justificando la silla de ruedas que utilizaba y la razón por la que el hombre la alzaba y la llevaba a todos lados.

– Iré a buscarte ropa y comida, mándame un mensaje cuando quieras salir.

– De acuerdo.

Con eso el cenizo se fue de la habitación, Ochako solo se abrazo por las rodillas y disfruto del agua caliente sobre su piel.

un viaje que lo cambia todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora