Capítulo nueve: Ríos de rojo

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Barry estaba acostumbrado a trabajar de noche para la Justice League y para el CCPD, pero eso no significaba que no disfrutara de su sueño. No le gustaba cuando alguien interrumpía inesperadamente su preciosa siesta, y especialmente no le gustó cuando tocaron la puerta de su apartamento en medio de una de sus raras noches para sí mismo.

-Oh, Dios mío – gimió Barry mientras sacaba las piernas de la cama y anotaba la hora con ojos adormilados – Solo una vez – murmuró, mientras se dirigía a la sala de estar. –Solo una vez, ¿por qué no puedo dormir toda la noche?

Abrió la puerta y se sorprendió al ver quién estaba afuera.

-¿Hal? ¿Qué...?

-¿Puedo entrar? – Hal parecía perdido y necesitado de un amigo y... a pesar de que eran las dos y media de la mañana, Barry era ese amigo –

-Sí claro, vamos. ¿Quieres café? – ofreció Barry mientras cerraba la puerta –

-No gracias.

-Solo para mí, entonces. Déjame hacer una taza... solo tomará un segundo para que pueda despertarme y escucharte como se debe.

Literalmente en un segundo, el adormilado Velocista Escarlata había preparado su expreso y estaba sentado frente a Hal en su pequeña sala de estar.

-¿Cómo llegaste aquí? – le preguntó Barry – La última vez que hablamos todavía no habías logrado que tu anillo funcionara. No me digas que condujiste de California a Missouri en la oscuridad de la noche.

-No, desde hace una semana puedo volar – admitió Hal, examinando el débil brillo del anillo en su dedo – Pero todavía no puedo hacer ninguna construcción.

-Vaya – Barry reprimió un bostezo y tomó un sorbo de café –Entonces, ¿qué pasa?

-¿Cómo lo hiciste? – soltó Hal –

-¿Cómo hice qué?

-¿Cómo te recuperaste después de la muerte de... de Jay Garrick?

Barry hizo una mueca; Incluso después de más de un año, seguía siendo un tema doloroso. Jay fue el primer Flash, aquel que lucho con la Justice Society durante la Segunda Guerra Mundial con Wonder Woman.

-No estoy seguro de qué tiene que ver eso con...

-No puedo usar el anillo, Barry – estalló Hal – No puedo ser Green Lantern, no puedo ayudar a la gente, parezco hacer encabronar a todas las mujeres que me rodean. Siento que ya no tengo idea de quién soy.

-Tú eres Hal Jordan – dijo Barry simplemente – Eres Green Lantern, uno de los fundadores de la Justice League y mi mejor amigo.

-Pensé que ese título pertenecía a Nightwing.

-Entonces uno de mis mejores amigos – Barry agitó una mano con desdén – Ese no es el punto.

-No, no es – Hal negó con la cabeza, derrotado una vez más – ¿Qué hago, Barry? – preguntó en voz baja – ¿Cómo superas la pérdida de alguien tan cercano pero aún encuentras dentro de ti creer en el bien y la justicia?

-Dejas de pensar en la pérdida y miras a todas las demás personas que has logrado salvar. Miras a las personas a tu alrededor que creen y luchan por la misma causa que tú... y hay personas admirables que creen en ti, entonces debes ser lo suficientemente bueno para seguir luchando con ellos.

-¿De verdad lo pasaste tan mal después de la muerte de Jay?

-Tal vez no tan mal... – admitió Barry – pero el principio era el mismo. Todavía necesitaba que la gente creyera en mí y que fuera mi apoyo emocional, y tuve la suerte de tener gente como tú e Iris y Dick para ayudarme durante el período de duelo.

Green Lantern: Miedo EncarnadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora