Capitulo treinta y tres: El juicio del Lantern Caído

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Oa, ciudadela de los Guardianes.

Kilowog miro a su amigo humano tirado en el suelo ante los Guardianes y los Lanterns que quedaban después del segundo ataque de Sinestro; un hombre roto al que a Kilowog le dolía mirar. El humano nunca había estado tan avergonzado de algo, pues había perdido su voluntad, su fuego había sido encadenado y amordazado.

Hal se arrodilló dolorosamente por su ayuno autoinfligido mientras esperaban la justicia de los Guardianes. Salaak se puso de guardia, aunque era más para proteger a Hal de la avalancha de Lanterns que habían acudido al juicio. El Hal con el que Kilowog había luchado habría mantenido la cabeza en alto ante tal ridículo, pero este hombre roto frente a él ocultó su rostro detrás de su cabello; se arrodilló donde debería estar, se hizo pequeño y emitió miedo en su postura, su encogimiento y su mirada cansada a través de su cabello castaño.

-Hal Jordan, te has entregado ante el Green Lantern Corps para dar tu súplica, y ante nosotros los Guardianes para que pudiéramos llevar a cabo tu juicio por tus crímenes contra Oa y la Tierra – el guardián Basilius habló y Kilowog grabó un comentario que Hal había hecho años atrás sobre la extraña necesidad de los Guardianes de hablar en tercera persona –

¡Uno pensaría que no sabemos quién es!

Ahora Hal solo miró a los Guardianes y se hundió más en sí mismo, su barbilla golpeó su pecho y dio un paso al frente. Tomar-Re esperó la señal de los Guardianes y luego rompió su postura, pues la lengua de Hal se había estancado y Kilowog creyó ver que el humano comenzaba a temblar.

Permaneció así largos momentos, tal vez ya había adivinado su destino en la extensión de frío mármol que tenía ante él; aguardando su encierro en una fría celda alimentada por la batería de poder. Kilowog estaba con el corazón latiendo dolorosamente en su garganta mientras el humano se condenaba a sí mismo.

-El acusado puede hablar para defenderse – dijo el guardián Ganthet, aun esperanzado a que Hal Jordan dijera algo beneficioso –

-Por favor, poozer – la voz de Kilowog era ronca como si hubiera estado gritando, y tal vez eso había sido el sordo zumbido en sus oídos antes de romper el silencio –

-Ya no soy un digno miembro del Lantern Corps, deja de llamarme así – la voz de Hal aún era suave, pero derrotada – No volveré a portar un anillo – un suave clamor comenzó entre los espectadores –

-Hal...

-Supongo que obtendrás tu deseo. Los humanos nunca volverán a tomar un anillo como este – la voz de Hal se había espesado con emociones de pena, ira y dolor –

-Jordan...

-¡Ya no soy tu amigo! – Hal gritó, mirando hacia arriba por primera vez, con lágrimas en los ojos – Y deberías seguir diciéndote eso, una y otra vez hasta que ya no duela más. Yo sí. Espero que mi muerte sea menos dolorosa para ti; lo último que quise fue el dolor y la destrucción para mi planeta – Hal volvió a bajar la cara y Kilowog pudo ver sus desgarradores sollozos, silenciosos pero ahogados y destrozados –

-Deja de hacer eso, Jordan – y entonces Kilowog se le acerco –

-¡Déjame! – Hal gritó esta vez, entre lágrimas y sollozos – No me hables como a tu igual, nunca lo fui y si lo hubieras sabido y si no te hubieras aferrado a algún recuerdo fragmentado lo verías, y me odiarías, y mi muerte sería tuya. Todos deberían verme como un monstruo – Hal volvió a mirar hacia arriba, encontrándose con los ojos de Kilowog, los suyos derrotados y apagados – Puedo ver tu dolor y me duele, pensaste que los traicioné y lo hice, pero solo quería salvar a mi mundo del caos. Estaba tan molesto por lo que sucedió con Sinestro y con Arisia... y luego lo de Carol – la voz de Hal era casi un susurro y el estruendo se silenció al escucharlo hablar – Solo quise no volver a tener miedo y tratar de controlar a esa maldita entidad. Así que si... yo me declaro culpable.

Green Lantern: Miedo EncarnadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora