Parte ocho

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El fin de semana Kohaku se la pasó repasando para las olimpiadas oficiales y entrenando para no bajar su nivel ni físico ni matemático, pero su mente siguió torturándose con lo que había descubierto respecto a Senku.

Quería sacarse esas ideas de la mente. ¿Cómo pudo ser tan tonta de enamorarse de él? Más importante, ¿cómo podía deshacerse de estos sentimientos antes de que él lo notara y todo se fuera al diablo?

Evitó hablar con sus amigas, sabiendo que estaba tan nerviosa con el asunto de Senku que probablemente la descubrirían al instante, pero claro que la primera en descubrirlo fue Ruri.

El domingo, después de cenar, entró a su habitación y se sentó junto a ella.

Kohaku intentó ignorarla, intuyendo a lo que venía, pero no podía concentrarse para nada en sus apuntes y acabó suspirando, para luego enfrentar la mirada preocupada de su hermana.

Aparentemente era la hora de decirle la verdad.

—Kohaku... ¿Todo está bien? —Tomó sus manos cariñosamente.

—Tengo algo que decirte... —murmuró, para luego contarle todo sobre la apuesta con Mozu, la razón por la cual entró a las Olimpiadas de matemáticas y los sentimientos que había comenzado a sentir por él—. Creo que me gusta —confesó—. ¡Y eso es terrible! ¿No has oído cómo rechaza a cada chica que se le confiesa? ¡Y también lo conozco y sé que no está interesado en esas cosas! ¡No debería gustarme! Necesito olvidarme de él de inmediato. —Frotó sus brazos nerviosamente, retorciéndose en su asiento.

—Bueno, pero no creo que una amiga se le haya confesado nunca... y eres su amiga, ¿o no?

—Sí, pero... Se supone que solo me acerqué a él por la apuesta. —Bajó la mirada, sintiéndose mal de pronto—. No me importa para nada esa tontería. Ja, Mozu puede creerse el mejor todo lo que quiera por lo que me importa, pero no sabría cómo decirle a Senku la verdad... Quizás no le importe, pero...

Ruri sonrió comprensivamente.

—Creo que deberías decirle la verdad. Él...

—¡No le diré sobre mis sentimientos! —chilló de inmediato, llena de pánico.

—No hablaba de eso. —Le sonrió con toda la paciencia del mundo—. Si no quieres confesarte aún, está bien, pero creo que deberías decirle la verdad sobre la apuesta. Explícale tu rivalidad con Mozu y que ya no te importa y solo quieres ser su amiga. Seguro lo comprenderá, es inteligente y nadie querría perder una amiga como tú. —Acarició su cabello amorosamente.

—Ruri-nee. —Le sonrió, conmovida—. Quizás tengas razón. Se lo diré —decidió de inmediato.

Eso mejoró su estado de ánimo y el lunes por la mañana ella y Ruri no dejaron de sonreír mientras comían el desayuno, llamando la atención de su padre.

—¿Por qué tanta emoción? —preguntó, con ojos entrecerrados.

—Oh, solo... Estoy emocionada por las Olimpiadas de matemáticas. —Rio tensa y falsamente.

Su padre entrecerró los ojos todavía más, pero se abstuvo de hacer más comentarios.

Kohaku marchó a la escuela con emoción, dispuesta a mandar al diablo la apuesta con Mozu y decirle toda la verdad a Senku.

No estaba segura de cómo iba a reaccionar, pero dudaba que fuera a molestarse, él no era así. Tenía un poco de miedo de que ya no le interesara ser su amigo, pero lo más probable era que simplemente creería que todo eso era una tontería y no le importaría.

Sonrió al pensar en sus contestaciones tan lógicas y razonables a todas las tonterías que ella decía. Él era un chico tan único e increíble... No confesaría sus sentimientos porque no iba a corresponderla, pero esperaba seguir siendo su amiga por mucho, mucho más tiempo.

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