Capítulo 3

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Estaba fuera del nido de cuervo sentado, mientras sus piernas colgaban en el aire. Apoyó sus brazos en la barandilla y dejó caer la cabeza hacia delante dejando ver el cansancio que acumulaba. Durante unos escasos segundos desvió la vista hacia abajo mirando al vacío y por un instante, creyó que éste le devolvía la mirada. Se levantó. Había olvidado el dolor de su rodilla y cuando posó todo el peso en su pierna derecha, cayó al suelo soltando un pequeño gemido de dolor. Tenía que hablar con Chopper y ya era hora de empezar a preparar el desayuno así que iría donde el pequeño reno después, y por fin podría irse a dormir.

Bajó poco a poco hasta la cubierta y después se dirigió a la cocina, se vistió con el delantal y comenzó su labor diaria. Puso a calentar la leche en un gran cazo, preparó las tostadas, cortó el beicon y empezó a freirlo a fuego alto. No pudo evitar sonreír cuando los diferentes olores de los alimentos invadieron toda la cocina. Realmente, le encantaba su trabajo. Solo faltaba la fruta que siempre guardaba en la bodega ya que era el lugar más fresco y eso ayudaba a mantener la comida.

Se dirigió hacia allí y cuando llegó, abrió la puerta sin molestarse siquiera en encender la luz, de todos modos, sabía de memoria donde encontrar cada pieza de fruta que necesitaba. Sin embargo, cuando había dado unos cuantos pasos, comenzó a oír algo romperse a su paso. Así que volvió atrás y dio al interruptor encontrándose con el suelo lleno de cristales. Buscó de donde podían ser y vio que eran de una jarra de las grandes, de esas que Zoro usaba para beber el sake.

-Maldito marimo, eres un desgraciado. Te vas a enterar. -Dijo entredientes.

Cogió la fruta y la dejó en la cocina junto con el resto del desayuno que ya estaba preparado. Se quitó el delantal dejándolo detrás de la puerta como siempre y se dirigió todo lo rápido que su rodilla le permitía a las habitaciones.

La habitación del espadachín estaba dos más allá de la suya y cuando llegó y abrió su puerta sin ningún cuidado, pensó que bastaría para despertar al contrario, pero los ronquidos de éste demostraron que su hipótesis era errónea. Se permitió un minuto para observar a su alrededor. Le sorprendió ver el lugar tan ordenado.

Pensaba que el peliverde tendría todo tirado y que su cuarto sería un estercolero lleno de ropa sucia y aparatos inútiles para hacer deporte. Tampoco apestaba como pensó que lo haría. De hecho, el olor que impregnaba todo era bastante agradable. Una mezcla de algo dulce, pero fresco... Despertó de su trance de forma brusca y miró de nuevo al otro que seguía durmiendo a pierna suelta.

-Despierta, bastardo. -Gritó de pronto lleno de ira. -Exijo que limpies la bodega antes de que alguien pueda hacerse daño.

Su compañero sólo abrió un ojo y emitió un gruñido como respuesta, lo que hizo que el cocinero entrase en cólera y le diese una patada tirándole de la cama. Sin embargo, en medio del arrebato de rabia Sanji no recordó su pierna dolorida y pronto notó como un gran pinchazo se hacía presente en su rodilla, pero no pensaba dejar que el otro le viese sufrir, así que apretó los dientes mientras esperaba que el dolor pasase.

-¿Qué cojones haces, estúpido cejas rizadas? ¿Es que has perdido la poca cordura que te quedó ayer? Pensaba esperar a que despertases para ir a por ti, pero te has adelantado así que, peleemos. Pienso cortarte en pedazos. -Los ojos de Zoro brillaron. Él también estaba enfadado

-Además de estúpido, ¿Eres un mentiroso, maldito musgo? ¿Acaso vas a negar que tienes algo que ver con el desastre de la bodega? -Sanji elevaba el tono en cada palabra.

El espadachín se acercó quedando a unos 30 cm del contrario. -¿Y qué si es así? ¿Qué piensas hacer al respecto? -Dijo amenazante.

-Pienso patearte hasta que me supliques. -La tensión entre ambos hombres podía cortarse con cuchillo.

Es hora de despertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora