Capítulo 2

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Vio como su compañero salía de la cocina sin decir nada más y antes de que cualquiera de la tripulación pudiese decirle o echarle algo en cara por la escenita de hacía unos minutos se fue a la bodega dando un portazo. No pensaba darle explicaciones a nadie. Además, no había sido su culpa, ¿Quien coño se creía ese cejas rizadas que era para actuar así? ¿Se había vuelto loco? ¿O simplemente era más idiota de lo que pensaba?

Cuando recibió la patada su primera reacción fue de sorpresa. No esperaba aquello y el impacto le dejó unos segundos ausente sin saber muy bien lo que acababa de pasar. Pero pronto notó el sabor de la sangre, aquel que después de tantas batallas tan familiar se le hacía. Y volvió en sí. Notó como la ira subía por todo su cuerpo y desbordaba, inundándolo todo a su paso como un volcán en erupción. Ni siquiera lo pensó, ni siquiera fue consciente de que toda la tripulación estaba delante cuando desenvainó las espadas para devolver el ataque.

Lo único que sus ojos le dejaban ver con claridad era al estúpido cocinero. El resto se volvió borroso para él. Como en esas fotos que enfocas algo o a alguien en concreto y el fondo pasa a estar difuminado. Incluso cuando Luffy se interpuso entre sus espadas y Sanji, siguió sin cambiar de posición. Estaba preparado para atacar al rubio en cualquier momento y de no haber sido por su capitán, posiblemente lo habría hecho. No quería ceder. Tampoco pensaba tragarse el orgullo que día a día le acompañaba y que tantas veces le había ayudado a ganar todas sus batallas. Él no era quien había empezado aquello y no estaba dispuesto a desistir así como así. Para su sorpresa, el rubio simplemente aceptó las palabras del Sombrero de Paja y se fue a la cubierta sin pronunciar palabra, como si pudiese decir o hacer lo que le diese la gana sin dar explicaciones a nadie o sin consecuencias.

Esos pensamientos hicieron que la ira volviese a brillar en la mirada del espadachín, que ahora en la bodega, sostenía una jarra llena de Sake en su mano. Dio un largo sorbo disfrutando de aquel líquido que tanto le gustaba. El olor pronto inundó sus fosas nasales y el ardor no tardó en hacerse presente por toda su garganta.

De pronto el recuerdo de aquella conversación volvió a él

*Flashback*

Era lunes por la tarde y aunque el sol brillaba en todo su esplendor, la temperatura parecía no estar de acuerdo con la gran estrella y el ambiente se notaba frío. Llevaban dos días en la isla Nogún. El lugar era grande y era conocido por el gran desierto que albergaba: El desierto de Kövas. Éste sitio debía su fama a las diferentes especies de animales que se podían encontrar en su amplitud.

Además la ciudad de Nogún tenía grandes comercios donde la tripulación podría encontrar casi cualquier cosa y eso estaba bien porque llevaban días viajando y cada vez estaban más faltos de herramientas, comida y otras cosas.

Le tocaba quedarse vigilando el barco por segundo día consecutivo mientras el resto andaba por ahí de paseo explorando el lugar. Al principio protestó. No era justo que por haberse quedado la noche anterior despierto, bebiendo hasta tarde en la fiesta que su capitán había organizado (como siempre), le tocase quedarse en el barco. A él también le habría gustado echar una ojeada a la tienda de katanas que había visto el primer día cuando llegaron. Aunque finalmente lo aceptó.

A pesar de todo, no le disgustaba estar sólo, de hecho, lo buscaba muchas veces. Era dificil quedarse sólo viviendo en una casa flotante donde no tienes escapatoria si necesitas huir de lo que te rodea. Sobretodo, cuando lo que te rodea es el inmenso mar. Por eso a veces se sentía aliviado cuando ninguno de sus compañeros estaba por ahí montando alboroto o metiéndose en sus asuntos molestándolo. Podía disfrutar de lo que le gustaba sin dar explicaciones a nadie y sin que nadie quisiese mantener una estúpida conversación o cualquier otra cosa que pudiese incomodarle. Cuando estaba sólo podía entrenar, beber, dormir e incluso a veces simplemente prefería quedarse en silencio y dejarse llevar. Le gustaba el ruido de las olas romper contra la orilla y el sonido de los pájaros al llegar a tierra.

Es hora de despertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora