Capítulo 18

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Se mantenían fundidos en un abrazo que ninguno parecía querer romper, sin embargo, Zoro se separó un poco y dedicó una mirada cómplice a su nakama.

-Que repitas eso no va a ser fácil ¿Verdad?

-El sonido de la risa de Sanji no se hizo esperar. –Pues claro que no, cabeza césped. Si quieres que te lo repita, tendrás que ganártelo.

-Así que mi declaración no ha sido suficiente... -Dijo bajito fingiendo molestia. Tiró del brazo del rubio llevándole hasta la cama. –Yo también te quiero. –Soltó de pronto sorprendiendo al otro. –Te quiero. –Repitió. –Joder, he estado tanto tiempo callándome... No pienso dejar que lo olvides ni un solo día. ¿Me entiendes, cejillas? Te quiero. –Susurró mientras se lanzaba por fin a devorar sus labios.

Cuando se separaron de aquel necesitado beso, los ojos del menor mostraban lágrimas contenidas. Antes de que el peliverde le preguntase, habló.

-A pesar de lo que nos espera... Soy inmensamente feliz en este momento. –Dijo dejando caer parte de esa agua salada que tanto llevaba conteniendo.

Convirtiendo su sonrisa en otra más seductora volvió a buscar la boca de su nakama que le recibió con gusto. No tardó en sentarse sobre las piernas del mayor mientras besaba, succionaba y mordisqueaba aquel moreno cuello. Un leve gruñido le indicó que su compañero disfrutaba de lo que hacía. Apenas unos segundos después, sin perder su posición, se deshizo de su propia parte de arriba e hizo lo mismo con el contrario. Intensificó sus besos y el movimiento de sus manos que parecían querer descubrir cada rincón del cuerpo que tenía delante. Zoro se lanzó hacia su nakama, sin querer aguantar más las ganas tumbándole sobre la cama y poniéndose encima mientras le besaba de nuevo.

-Aún me debes algo... -Susurró el rubio entre besos.

La sonrisa que se dibujó en la cara del espadachín le provocó un escalofrío. Su cara mostraba... ¿Deseo? Jamás habría pensado algo así. Sus manos comenzaron a acariciar el torso desnudo que tenía delante. Estaba perfectamente trabajado, aunque, después de todas las horas que dedicaba a entrenar, no esperaba menos. Una de sus manos pellizco sin mucho cuidado uno de los pezones que se mostraban ante él. Al recibir un excitado gruñido como respuesta, dirigió su boca para continuar con la tarea que había empezado.

Por su parte, Zoro realmente se sentía excitado con la idea de sentir a Sanji en su interior. Jamás lo diría en voz alta, pero desde que el rubio le hizo esa declaración, deseaba con todas sus fuerzas que ese día llegara. Había tanto que descubrir aún el uno del otro... Y lo mejor es que ahora tenían por delante un viaje en submarino donde estarían realmente cerca y que duraría varias horas. Sus ojos brillaban imaginándose las posibilidades. Notó un mordisco por parte del cocinero en uno de sus pezones y sin poder controlarse, soltó un leve gemido. Miró al otro intentando que le leyese la mente y no tener que poner palabras a lo que buscaba. Aunque se esforzaba para que su compañero no lo notase, sus mejillas ardían mostrando algo de vergüenza.

- ¿Estás seguro? –Quiso saber el rubio. Su semblante parecía serio y calmado, sin embargo, por dentro, deseaba con todas sus fuerzas que la respuesta fuese afirmativa.

Sin ni siquiera contestar, aún tumbado sobre su cuerpo y sin dejar de besarle de forma necesitada, dirigió una de sus manos hasta el bulto que llevaba tiempo ardiendo contra la tela del pantalón del menor y con gran agilidad lo liberó y comenzó a masajearlo.

-Ah hm. –Sanji se sentía en el mismísimo cielo. Las manos de Zoro se envolvían en su hombría con fuerza y sus caricias le estaban volviendo loco.

Se valió de sus piernas para deshacerse por completo del pantalón y la ropa interior y dirigió sus ágiles manos al cuerpo del peliverde para hacer lo mismo. Una vez eliminó todos sus obstáculos, apretó su cadera de forma que la mano del mayor que le estaba masturbando, rozaba una y otra vez su propia erección sacándole algunos jadeos.

Es hora de despertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora