Capítulo 19

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Sé que suelo actualizar este fanfic semanalmente, pero últimamente ponerle fin a esta historia es de las pocas cosas en las que me apetece implicarme, así que, aquí tenéis(:

He de decir que aún sigo escribiéndola, aunque ya está por el capítulo final, así que es mi manera de celebrarlo con vosotrxs

Espero que os guste.

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¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué las cosas se habían complicado tanto? ¿Qué es lo que había cambiado de pronto para que, el rubio que siempre había sido sinónimo de paz, incluso cuando el peliverde callaba todo lo que sentía por él y se pasaban el día discutiendo, ahora era capaz de hacerle caer en un abismo de ansiedad? ¿De verdad ni siquiera pensaba dirigirle la mirada? Mierda, todo era demasiado difícil. 

Tenía claro que era el culpable de que todo se hubiese ido al traste durante el viaje en el Shark Submerge, sin embargo, nunca imaginó que sus palabras dañarían con tanta fuerza. ¿Cuánto llevaban en ese submarino sin dirigirse la palabra? Joder, era un maldito idiota y un bocazas sin tacto, pero ¿Acaso no tenía razón? Por mucho que lo intentaba, Zoro no era capaz de entender. 

Sabía que las formas no habían sido las correctas y realmente se sentía mal, pero había intentado acercarse después de su pelea y la respuesta resultó en un absoluto y doloroso rechazo por parte de Sanji. ¿Cuánto llevaban sin hablarse? Apenas quedaban unas horas para llegar al reino de Germa y sentía cómo el tiempo se le escapaba de las manos. No podía dejar al cocinero sólo en esos momentos. Aunque él no quisiese tener su compañía, se mantendría cerca, incluso, si así debía ser, desde la lejanía. Respetando el espacio que el otro hace unas horas había pedido.

*Flashback*

El viaje en el submarino estaba resultando mejor de lo que el espadachín se imaginaba. Aquel hombre que le volvía loco con sólo sonreírle, era su única compañía y eso sólo le hacía desear que el trayecto fuera eterno. Llevaban más de un día de viaje y el tiempo pasaba con tanta rapidez, que Zoro se sentía egoísta por implorar encontrarse con cualquier distracción durante el trayecto, que pudiese darles algo de tiempo extra. Obviamente, el recuerdo de Luffy, le trajo consigo un arrepentimiento absoluto ante esos pensamientos. Debía asegurarse de que su capitán estaba bien, que todos lo estaban. 

Se perdió, entre los recuerdos de las últimas horas, como tantas otras veces lo había hecho en ese submarino. Cuando pusieron rumbo al reino de Germa y por lo tanto, se aseguraron, tal vez por primera vez en su vida, de que nadie molestaría ni rompería aquella intimidad en la que se encontraban, se permitieron disfrutar de la compañía del otro sin disimulos, ni vergüenzas. Querían aprovechar la seguridad que se daban mutuamente. De ser y dejar ser sin juzgar. ¡Por dios santo! Sanji le hacía feliz de alguna manera y lo sabía desde hacía mucho, pero ¿Siempre le había hecho sentir todo eso? 

Claro que desde el principio se había sentido seguro junto a su tripulación, pero, aquel cocinero no paraba de desafiarle. Con Luffy todo era más fácil. A pesar de su impulsividad, su capitán era transparente con ellos. Esa maldita y absurda sinceridad del moreno, provocó que se sintiese confiado para lograr sus sueños. Pero, mierda, aquel pervertido cejas de sushi le provocaba una y otra vez. A veces no era con sus palabras, sino con sus acciones. 

Poco a poco, fue conociendo más. Viendo más. Compartiendo más. Contra más tiempo pasó, más creció ese respeto, al que pronto se le unió la admiración. Y eso desencadenó que muchos más sentimientos florecieran. Los identificó con bastante facilidad y simpleza. Al menos, para ser él. 

Recordaba vagamente haberse ido de la lengua alguna ocasión con alguno de sus nakamas estando borrachos, tanto él, como su compañía. O al menos eso quería pensar. Aunque sospechaba que algunas frases que recordaba vagamente y que le ayudaron a entender mejor cómo se sentía, habían sido dichas por estas personas. Ni siquiera recordaba si habían sido varias personas o la misma varias veces. Le importaba poco. No ahora que ya no tenía nada que temer. 

Es hora de despertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora