Capítulo 17

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Bueno, bueno, la historia avanza y se vienen un par de capítulos intensitos (:

Como siempre, GRACIAS. Si sigo con esto, es por la motivación y ganas que me regaláis. 

Espero que os guste!

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Durante todo el día siguiente, estuvieron acompañados por el pequeño Luxyo tal y como este había planeado; Empezaron atravesando el bosque mientras fingían ser exploradores en busca de nuevos territorios que descubrir. Sanji subió a sus hombros al menor mientras lanzaba palos y otros objetos que encontraba por el suelo al espadachín. –Un horrible animal salvaje, ¡AH! –Gritaba sin parar de reír.

-Tsk. No pienso tener piedad con un mocoso y un estúpido con cejas de caracol. –Dijo entrando en la pelea. Antes de que los otros pudiesen responder, el peliverde corrió hacia ellos provocando los gritos del niño. El rubio corrió para huir sin que la risa cesara.

Apenas eran las doce de la mañana cuando los tres decidieron que era hora de ir al lago a darse un baño y pescar algo. Zoro aprovechó para echarse la siesta viendo cómo el niño y el cocinero jugaban a salpicarse y hacían figuras en el agua mientras las carcajadas llenaban el lugar de nuevo.

-Marimo idiota, eres un aburrido. –Gritó el ojiazul mientras sacaba la lengua al mencionado.

Sin intención de moverse, la única respuesta que se molestó en dar fue un gruñido. Se dio la vuelta y apenas unos segundos después, comenzó a roncar.

A la hora de la comida, Beca los invitó a casa. Ella también quería despedirse de aquellos muchachos tan especiales así que con ayuda de Sanji (quien no permitió un no como respuesta al ofrecer sus servicios) cocinó los peces que los jóvenes habían pescado horas atrás. Mientras cocinaba, el cocinero dedicó una mirada curiosa a su nakama. Se sorprendió al ver al marimo sonriendo ante las palabras de Luxyo. No tardó en verlo levantar al niño mientras este intentaba trepar por su cuerpo y lanzarlo al sofá controlando su fuerza. Las risas del más pequeño no tardaron en llegar al mismo tiempo que repetía su intento de trepar al mayor.

Tras horas de charlas, risas y alguna que otra anécdota, los mugiwara se despidieron por fin de aquella familia que tanto les habían ayudado durante su estancia en la isla de Reville. El rubio intentó no llorar delante de Beca y Luxyo, pero fue inútil. Zoro, por su parte, se quedó inmóvil, pensativo. Realmente estaba agradecido con esas personas, pero las palabras no eran lo suyo. Se mantuvo al lado de su compañero mientras éste hablaba por los dos para decir adiós. Apenas unos minutos después, estaban solos otra vez.

-No queda mucho para que Robin-chan llame. Creo que deberíamos ir a un lugar donde nadie nos moleste.

-¿Y si volvemos a la habitación?

-Oí alga... -Intentó sonar tranquilo, pero no lo consiguió.

-¿Qué pasa? –Preguntó preocupado.

-No quiero que te molestes, pero...

-Prefieres que no esté delante cuando hables con Robin ¿Verdad? –Conocía demasiado bien a su nakama. A pesar de que se había sincerado con él sobre su familia, entendía cuánto le costaba hacer frente al mero hecho de saber de ellos. Además, en cierto modo, no estaba seguro de poder mantener el tipo escuchando los detalles sobre aquella gente a la que tanto odiaba en esos momentos.

-Yo...

-No pudo terminar. –No hay problema cejillas. Sólo búscame en cuanto termines. No quiero tener que volver a por ti porque has perdido la noción del tiempo. –Sonó algo duro, pero así era él. Y realmente estaba preocupado.

Es hora de despertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora