Capítulo 4

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Llevaba tiempo entrenando, pero no era capaz de concentrarse. El ruido de una pesa cayendo al suelo hizo que el espadachín diera un pequeño brinco y suspirara. No podía posponerlo más. Tenía que hablar con el rubio y eso es lo que iba a hacer así que se dirigió hacia la enfermería. Estaba a punto de llegar cuando empezó a oír voces. Sanji no estaba sólo. Se acercó a la puerta y permaneció en silencio. Robin hablaba con el cocinero sobre algo. No quería interrumpir así que iba a darse la vuelta y a volver a cubierta cuando algo llamó su atención.

-Antes de irme, quería hablar contigo de otro tema.

-Claro, Robin-chan, ¿De qué se trata?

-Del espadachín-san. -Zoro abrió los ojos sorprendido.

-¿El musgo parlante? ¿Por qué quieres hablar de él?

-Creo que deberías hablar con él. No es que a mi me importe, no me gusta meterme donde no me llaman, pero creo que está confuso por lo de anoche. Además, pensaba que estabais en una tregua. -Este comentario no hizo gracia al peliverde. Si Robin no quería meterse donde no la incumbía, ¿Por qué demonios lo hacía? Aunque tuviese razón en algunas cosas...

-¿Cómo sabes lo de la tregua?

-Digamos que aquel día, cuando hablasteis, yo estaba subiendo al barco y bueno, no quise molestar, así que regresé a la ciudad, pero sin querer escuché parte de vuestra conversación. - Así que además de metiche, la morena era una cotilla. -Pensó Zoro.

-Joder había olvidado la tregua. Soy un idiota. -¿Qué había dicho? Eso realmente no se lo esperaba.

-¿Realmente le odias? -Aquella pregunta hizo que se acercase aún más sin darse cuenta.

-¿Al marimo? Es un idiota, un bruto, un cabezota, un orgulloso, un maleducado y un montón de cosas más, pero... No le odio. Él me importa ¿Sabes? Pero somos incapaces de estar juntos sin matarnos. Supongo que es él quien me odia...

-Observó al rubio y cómo este parecía estar... ¿Triste? ¿De verdad pensaba que le odiaba? No supo exactamente cómo le habían afectado las palabras del contrario, pero algo no iba bien. Sintió como sus manos empezaron a sudar, la boca se le secaba y el estómago le lanzó una punzada molesta que no supo cómo parar. Ni siquiera se dio cuenta de que seguía avanzando paso a paso hasta que un ruido le sacó de sus pensamientos. Había golpeado sin querer una estantería y un bote de cristal había caído al suelo rompiéndose y haciendo que todos los de la habitación le mirasen.

-¿Marimo? ¿Qué haces aquí? -Preguntó el rubio con un ligero rubor en sus mejillas.

Antes de que Zoro pudiese responder, Robin se adelantó. -Yo debo irme. Prometí que ayudaría a Nami-san con uno de sus mapas. Me alegra que te encuentres mejor, cocinero-san. -Al decir esto, apretó suavemente el hombro del rubio y le dedicó una sonrisa antes de desaparecer por la puerta.

Los corazones no tardaron en aparecer en la mirada del otro que le devolvió la sonrisa mientras le gritaba cuánto la quería. Sin embargo, pronto se dio cuenta de lo que acababa de pasar y sintió como el calor subía de nuevo a sus mejillas.

-¿Estás sordo? ¿Vas a decirme que coño haces aquí? ¿Acaso has venido a reírte de mí? -Sanji no paraba de hablar. Parecía nervioso.

El peliverde intentó responder, pero la voz del cocinero volvió a sonar por encima. -Mira, he prometido a Chopper que guardaré reposo, así que quita esa estúpida cara de mi vista.

-Oi, cejas rizadas, Estás hablando sin parar ¿Has acabado? -Respondió el otro con simpleza.

-Bastardo. -Susurró Sanji avergonzado.

Es hora de despertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora