Capítulo VIII

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"Érase una vez una mariposa que tiñó sus alas de noche y engañó a todos en la oscuridad"

Hace unos 3 años...

Alain


Solía añorar la época en donde brindar una sonrisa falsa, elogiar a desconocidos y opinar sobre enrevesadas obras de arte eran mis únicas responsabilidades. Cuando me volví consciente de mi posición en el mundo, descubrí que solo me quedaba hundirme o salir adelante siendo una porquería de ser humano.

Bueno, siempre serías eso si pertenecías a la familia Valle-Rojo.

Lo rescatable de haber engañado a las únicas personas que me apreciaban, era que las mentiras brotaban con más facilidad y menos dolor que antes.

—No niego que la señorita De La Rosa es encantadora—mencionó el señor Zhou sacándome de mis divagaciones. Sus dientes lucían amarillentos y su sonrisa era más falsa que las joyas en sus anillos—. Pero nos gustaría algún día poder conocer al creador de todo.

—A mi abuelo le encantaría volver a un país tan increíble, sin embargo su estado de salud no se lo permite—respondí. Simulé una sonrisa y alcé mi copa como despedida—. De igual forma, transmitiré sus buenos deseos, señor Zhou.

Mi abuelo nunca se reuniría con gente como ellos. En caso de personalidades interesantes, estaba la tía Ivy siguiendo órdenes directas. Ahora, para personas como el señor Zhou, Dimitri era quién me había dispuesto como representante de los encuentros poco provechosos.

Es por eso que hoy me encontraba en este lugar a escondidas.

Había aprendido trabajando en los mandados secretos de la tía Ivy a clasificar a las personas según el nivel de soborno, chantaje o peligrosidad que el grupo podía aplicar en ellos. El señor Zhou y su séquito, por ejemplo, eran desechables.

Luego de que Dimitri se logrará asentar con éxito en su posición de hijo pródigo, mi abuelo se estaba cansando de esperar una verdadera muestra de lealtad de mi parte.

Con una madre enferma, en peligro de ir a prisión y embarazada en ese entonces, trabajar como la marioneta de mi tía a cambio de protección era lo más viable hasta hacerme de un puesto estable en el grupo. A pesar de que sabía que desligarme de ella sería largo y tedioso.

Sin embargo, el tiempo pasaba y yo seguía siendo igual de vulnerable. Alicia apenas era una bebé, no merecía vivir lo mismo que yo. Ni mucho menos lo de mamá.

Tenía que actuar lo más pronto posible si quería obtener el poder para protegerlas.

Esclarecí mis pensamientos y en cuanto las luces se tornaron tenues, me deslicé en dirección al centro del salón. Mi verdadero objetivo esta noche era alcanzar ese poder. El zumbido de un micrófono siendo encendido silenció a toda la audiencia:

—Quiero agradecer su presencia a todos en esta velada —. El señor Yang, dueño de la minera Shouland, proveedor y accionista extranjero del Grupo Red; era quién estaba al habla—. Es un orgullo celebrar el cumpleaños de mi menor hija, Huiwang.

Huiwang Yang apareció ataviada en un majestuoso vestido tradicional de su nación con movimientos gráciles. Los colores rosas y dorados le daban un aspecto de princesa o personaje de historieta asiática de las que le gustaba leer a Rini.

Me resultaba increíble cómo a pesar del tiempo, su recuerdo me hacía sentir un profundo vacío dispuesto a devorar todo rastro de felicidad en mí.

A simple vista Huiwang era hermosa, pero su mirada reflejaba lo mismo que aquellos que nacimos con una vida predestinada: Desinterés. Era de popular conocimiento que el señor Yang se encontraba desesperado, sus familiares esperaban un tropiezo más para terminar de destruirlo. Sus dos hijas mayores tuvieron una juventud llena de escándalos y contrajeron matrimonios poco ventajosos e ineficientes.

MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora