Capítulo XXIII

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*Savile Row: Calle en Mayfair, en el centro de Londres. Conocida principalmente por su sastrería tradicional a medida para hombres.


"Érase una vez una mariposa que no encontró néctar en las flores"

Ekaterina


—Entonces... ¿Emilia está detenida por desacato a la autoridad?—dijo Trent sentado a mi lado.

Habíamos pagado sin mayor problema la fianza de Trent además de una multa. Las únicas consecuencias tangibles eran su mirada de odio hacia mí y sus manos logrando entrelazarse con las de Daisy.

—Sí, solo la iban a interrogar por estar involucrada en un choque, pero los delitos fueron aumentando, los peces gordos apareciendo y todo se salió de control—respondí agotada de la situación.

—En realidad, ella se salió de control y golpeó a un policía—agregó Daisy.

—Un conductor sin licencia que es amigo de Ronan Rothschild—dijo señalando al cuarto de interrogatorios en donde Charles había ingresado hace media hora junto a Ronan y un abogado—, a Letizia Fritz-Stuart cargando una cantidad ilegal de polvos mágicos—seguido a su oración un estridente quejido de Letizia llegó desde la zona de las cárceles—; y a la madre de Alain Valle-Rojo manejando el auto que los chocó. Esto es como un Watergate moderno estando tan cerca de la temporada electoral.

—Y eso sin contar que la señora Valle-Rojo parece haber salido de un brunch en donde la Happy Hour se extendió de manera singular—agregó Daisy.

En esta ocasión nadie dirigió su vista hacia ningún lugar, hace rato que Alain y su equipo de abogados desaparecieron de nuestro piso.

—Tengo tanta hambre como los periodistas que deben estar esperando afuera ¿Quieren que les traiga algo de comer?—dijo Trent como si todo lo anterior fuera cosa de todos los días.

—Una frappu de caramelo con un panini caprese—respondió Daysi dándole las llaves del Comaneci y luego se giró hacia mí—. ¿Tú, Gallardo?

—Para ella nada, bebé. Tiene que aprender a vivir con las consecuencias de permitir que me hayan echado a prisión—contestó el idiota de Trent rencoroso.

—No necesito tu estúpida amabilidad, Trenton.

—Pues muere de hambre, Ekaterina Beatriz Gallardo.

—Ugh, detenganse los dos. Parecen adolescentes—intervino Daisy y luego se dirigió a Trent—. Le traerás una malteada de fresa ¿Sí, bebé?

Trent hizo un puchero ridículo, que imagino él creía era tierno; y por la sonrisa bobalicona de Daisy, ella opinaba lo mismo. Estoy empezando a extrañar la época en donde estaban separados.

—¿En qué momento hablaron de lo que pasó?—pregunté luego de que nos quedaramos solas.

—No lo hicimos, simplemente le di un beso cuando fue liberado—respondió suelta de huesos. Le brindé una mirada acusadora—. Lo haré luego de esto, pero estoy segura de que estaremos bien. No le contaré todo... aún. Pero si lo necesario.

—Eso es genial, Dai.

—Si que bueno, deja de esquivar el tema. ¿Es mucho dinero?—preguntó Daisy resignada a tocar esta parte de la conversación. Asentí con la cabeza y le deslicé el documento que me habían dado los agentes con los requisitos de liberación para Emilia—. Mierda Gallardo, es obvio que tendremos que llamar a su padre.

MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora