Capítulo XIX - Parte 1

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"Érase una vez una mariposa que dejó caer el polen de sus alas"


Ekaterina


Hacía mucho tiempo que no contaba con la gracia de que un despertador me levantara. Pero para la mala suerte que arrastraba; mi cerebro saturado de estrés, ansiedad y un curioso apetito; designó a "dormir" como la tarea menos necesaria en este momento. Hubiera sido espectacular que dichos "deseos" pudieran ser satisfechos con el caliente hombre que me había contenido en sus brazos la noche anterior, a pesar de que yo haya reaccionado como una perra con sus emociones.

Pero no.

Alain Valle-Rojo no sería capaz de llenar ese vacío.

Porque más allá del placer sexual que podría estar necesitando, mi espíritu, la fuerza vital que movía este cuerpo y cada célula que lo manifestaba en forma física se encontraban en la búsqueda del exquisito deleite que me generaría contemplar derrumbarse a quienes me hicieron daño.

Ronan Rothschild no viviría tranquilo de ahora en adelante.

No mientras yo pudiera evitarlo.

Mis neuronas no habían dejado de trabajar toda la noche. Era un mecanismo recién aceitado, listo para funcionar después de un gran periodo de descanso. Conocía mis fallas del pasado y había aprendido de ellas. Ronan mismo me cultivó en el fantástico arte de no sentir empatía por tu enemigo.

Y no sentía nada más por él que pura aberración.

Todo lo que rodeaba a Ronan Rothschild, me importaba tanto como el gusano que vivía en la papa que iba a freír la noche pasada después de haberme mantenido de pie con una sola taza de café. La migraña había desaparecido casi por completo, e ingresé en un estado espiritual de calma y concentración, incentivada por lograr mi objetivo. Me separé de las sedosas sábanas de hilo, decidida a ejecutar mi plan.

Respiré.

Esta habitación no era tan grande como en la que "no llegue a algo" con Alain y aún así era enorme. Por lo que en mi camino al baño, un montoncito de paquetes encima del tocador no pasó desapercibido. Ropa, incluyendo la íntima, cajas de zapatos y joyería: collares, pendientes, para usar por lo menos durante toda una semana; con una nota escrita a mano que se destacaba del resto:

"No sabía que podrías necesitar al despertar, así que compré lo más básico. En caso leas esto muy temprano, estaré cerca del balcón tomando desayuno. Siete y media tal vez. Si no me encuentras, tienes total autoridad para pedir lo que desees a la habitación.

Todo va por mi cuenta, no te preocupes.

Alain"

¿Esto era lo básico?

Mi madre había probado la vida de amante lo suficiente para hacerme saber que aunque pueda aparentar ser dulce, su final nunca sería satisfactorio. Astor Valle-Rojo maldijo su juventud, y a todos con los que se relacionó en esa época. Una especie de Rey Midas inverso. Los Valle-Rojo siempre estarían envueltos en tragedia y destrucción.

Mis ojos se desviaron a una caja más protuberante que estaba escondida bajo las otras bolsas.

¡Una laptop de última generación!

Rayos, la Ekaterina de la dimensión paralela en donde es la amante se está riendo de mí con ganas.

¡Tranquilízate!

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