Capítulo V

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"Érase una vez una mariposa que olvidó que en verano también caían lluvias"


Ekaterina



—¡¿Quieres un pito?!

Daisy gritaba para hacerse oír entre la música y la bulla de la discoteca.

—Daisy por Dios, aún no estoy tan ebria —respondí entre risas. Estábamos pegadísimas y no podíamos ni oírnos —. Aunque si es lindo puede ser.

—No, tarada —contestó riendo. Apoyó su cabeza en mi hombro ¿Mientras saltábamos? ¿O tal vez bailábamos? No lo sé, solo sabía que nos divertíamos. —Un chupito, no un pito.

Estallamos en risas otra vez. Asentí con la cabeza, claro que quería seguir embriagándome. Una de las canciones del momento comenzó a sonar y nos unimos a los vítores de toda la disco. Nos tomamos del rostro y gritamos:

—¡ESTÚPIDA, NUESTRA CANCIÓN!

La luces de colores, la masa de personas con atuendos extraños, Emilia bailando en la barra mientras le lanzaban dinero...

¿Qué carajos?

Daisy y yo nos miramos, volteamos a ver a Emi y luego nos partimos de la risa, otra vez. La abracé y ella me pasó un chupito de vodka que no sé donde consiguió. Lo importante aquí era ser felices, no descubrir el origen de las bebidas. Y aunque lo estuviéramos pasando bien, no tomó mucho en que sus compañeros de clase aparecieran para robarla de mi lado. Estiró su brazo con el teléfono en mano, dando a entender: "Escríbeme o llámame".

Me acerqué a la barra y le pedí a Gary, el amigo de Daisy, un chupito nuevo entregando el anterior. Creía con firmeza que el alcohol también servía para desinfectar heridas internas. Esas que no sangran, pero duelen hasta hacerte llorar.

Casi había dejado atrás mi horrible noche, casi. Casi, pero casi estaba olvidando mi encuentro con Ronan Rothschild. Casi, pero en serio, casi ya no pensaba en la manera distante en la que me observó, me ignoró y siguió su camino al lado de su increíble novia supermodelo.

Casi.

Vislumbré como otras personas ya habían ocupado la pequeña mesita en la que encontré a mi grupo original. Solo les comenté que me tropecé y pude salir temprano. No necesitaban saber más.

Me despedí de Gary y pedí un taxi. Sospechaba que luego de observar al grupito que rodeaba a Emilia, nuestro depa pronto sería invadido por estudiantes de moda buscando un after. El Venus no estaba lejos de allí, el viaje sería rápido.

Al llegar cerré la puerta de mi cuarto con pestillo para evitar situaciones incómodas, me volví un rollito de colchas y esperé a que el cansancio hiciera su trabajo.

Pero no pudo.

Tomé la almohada y grité llena de frustración. No lograba recordar si las lágrimas caían cuando subí al taxi o empezaron a caer cuando llegué al depa. Solo sabía que la funda de mi cojín estaba manchada de negro y no podía detenerme. Los espasmos hacían doler mi pecho y al tragar saliva sentí como si pasaran clavos. La puerta principal retumbó al ser estampada para dar paso al bullicio fiestero. Coloqué una mano en mi boca intentando acallar mi llanto, pero las lágrimas no dejaban de salir a pesar de cerrar mis ojos.

Rayos, estaba atiborrada de emociones y al mismo tiempo tan vacía.

Quería desaparecer solo por esta noche.

MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora