16. La cabaña

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Los dedos de Harry tamborileaban sobre su propio muslo hasta que la mano de Louis se unió a la suya, tranquilizando su tren de pensamientos que estaba ya a punto de descarrillar. Estaba nervioso, no hacía falta ser un genio para saberlo. 

Ambos iban en el asiento trasero del coche de Dan, que se había ofrecido a llevarlos hasta la cabaña y a recogerlos al final de sus vacaciones escolares, seis días después. Harry le había agradecido una docena de veces antes de subirse al coche y otra docena en lo que llevaban de camino, hasta que Dan había amenazado con dejarlo en mitad de la carretera si volvía a agradecerle. 

Las pastillas de sus inhibidores estaban fuertemente aseguradas en el bolsillo de su mochila. Los había tomado esa mañana, como de costumbre, pero la idea era no tomarlos ninguno de los cinco días restantes. Iba a dejar despertar a su lobo completamente y todavía no estaba seguro de que fuese una buena idea. 

Así que había llevado sus pastillas. Sólo por si acaso. 

Louis entrelazó los dedos con los del alfa, dándole un ligero apretón a su mano. Harry suspiró, relajándose contra su asiento. Todo iría bien. Tenía que ir bien. 

La boca del alfa llegó al suelo cuando llegaron a la cabaña. Bajaron del coche y Dan le entregó las llaves a Louis antes de partir, recordándoles que podían llamarle si necesitaban cualquier cosa. 

-¡Dijiste una cabaña!¡Louis!¡Esto no es una cabaña! - Louis soltó una carcajada, tirando de sus manos mientras caminaba de espaldas hacia la pequeña casa de madera en el bosque. -Los padres de Dan tienen dinero. Cuando se enlazó con mamá se la regalaron pensando que con tantos niños, necesitarían un lugar donde relajarse de vez en cuando. 

-Esto es increíble

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-Esto es increíble... ¿de verdad podemos quedarnos aquí? - Louis asintió, abriendo la puerta y dejando pasar al alfa. - Es toda nuestra por los próximos seis días. 

Harry observó a su alrededor. No era exactamente lujosa, pero era mas de lo que cabía esperar de una cabaña en el bosque. Tenía un fuego a tierra en la sala, un sofá grande y cómodo y mullidas alfombras. Ideal para el invierno que se aproximaba cada día mas. La cocina era mas pequeña que la de cualquiera de las casas de sus padres, pero era elegante, moderna y estaba bien equipada. La habitación principal que iban a compartir tenía las paredes revestidas de madera y piedra, lo que le daba ese aire rústico, pero al mismo tiempo había algo que le daba esa calidez hogareña. Quizá fuese la alfombra, o las flores de plástico que daban el pego y parecían recién cortadas. 

 

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Estúpido Omega L.S. Omegaverse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora