VIII. Vaya lío

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Cuando llegaron a la cafetería, pidieron en la barra y tras esperar un par de minutos se fueron con sus cafés a la única mesa que quedaba libre. Evie se percató al poco de sentarse de que un grupo de chicas oteaban la estancia en busca de sitio, sin éxito. Pidieron las bebidas para llevar y se marcharon de allí.

La Ciudad de Arena no era demasiado grande, pero Evie no entendía cómo podía haber solamente una cafetería. No era la primera vez que veía que estaban a tope. Otro negocio similar sería sin ninguna duda un éxito.

Evie estaba ensimismada en sus pensamientos, y no se fijó en que Erik la miraba con expresión divertida.

—Eres tal y como mi hermano te había descrito —dijo de pronto él, sorprendiendo a la Sanadora.

Él no había detallado si eso era algo bueno o malo, pero ella no pudo evitar sonrojarse por la vergüenza, lo que hizo que se maldijera a sí misma: estaba pasando por un bache bastante malo e intentaba no pensar en ello demasiado, pero su corazón seguía estando con Gael. No había sitio para nadie más. Así que lo último que quería era que pareciera otra cosa...
Esperaba que el chico no malinterpretara aquello.

—Sí, bueno, soy un poco de esto y un poco de aquello... —conforme terminó de hablar, tuvo ganas de cavar un hoyo y meterse dentro para no salir más.

«Ahora va a pensar que te has dado un golpe en la cabeza con algo».

Erik se echó a reír con aquella voz tan grave que tenía –aunque curiosamente resultaba bonita–. Ella intentó reírse también, aunque lo que salió fue una risa nerviosa.

Necesitaba tomarse un café, pero estaba empezando a arrepentirse de haber aceptado la oferta del chico. Se sentía incómoda.

—¡Evie! —gritó alguien de pronto.

La aludida se giró para ver a Merian correr hacia ella. Se sorprendió mucho al verla allí en la cafetería de la Ciudad de Arena; agradeció de corazón que hubiera aparecido allí.

«Salvada por la campana» pensó a la vez que se relajaba.

Aunque por otro lado, la sorpresa de Evie era tanto para bien como para mal. Para bien porque ahora tenía una excusa para no estar más a solas con Erik, pero para mal porque tanto Merian como el resto corrían mucho riesgo cada vez que ella cruzaba la muralla de la ciudad. Si les pillaban allí con una terrenal, estarían acabados.

—¡Evie! —repitió mientras Mer abrazaba a la chica—. ¡Qué bien que estés aquí! ¿Qué tal estás? ¿Qué ha pasado con Gael? ¿Hay avances de algo? ¿La zorra de Emma sigue con él? —preguntó atropelladamente. Entonces, hizo una pausa que duró menos de medio segundo al mirar a Erik— ¿Quién es éste?

Toda la alegría que había sentido Evie al verla se esfumó de golpe.

Erik sonreía sin decir nada, aunque tenía dibujado un gran interrogante por toda la cara.

—Em... Hola Mer. Me alegro de verte a ti también. Este es Erik, el hermano mayor de David —respondió Evie—. Hoy nos ha ayudado mucho y hemos venido a tomar un café —explicó. Ignoró completamente las preguntas que le había hecho sobre Gael, y le miró con cara de circunstancias con la esperanza de que se diera cuenta y dejara estar el tema.

—Vaya, encantada de conocerte Erik —dijo Mer mientras se agachaba para darle dos besos.

En su ciudad y en todo el continente lo habitual era darse dos besos al presentarse y al verse o despedirse, pero Evie se había fijado en que ningún solar lo hacía. Como mucho admitían abrazos, pero no siempre.

Erik se quedó pétreo de la sorpresa: por primera vez Evie vio que perdía el semblante tranquilo y seguro que lo acompañaba siempre. El chico no le devolvió los dos besos pero tampoco se movió.

Los ojos del Bosque (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora