XXXII. A lomos de la bestia

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—Alexander —llamó Evie.

Estaba sentado en una esquina dentro de la sala principal de la Casa del Norte, hecho un ovillo y con la mirada perdida. Levantó la mirada cuando Evie lo llamó, pero a los pocos segundos se volvió a perder en algún rincón de su mente.

—Alexander —repitió ella con cariño—. He venido para ayudarte —se sentó frente a él y cruzó las piernas despacio, esperando a que el chico reaccionara... Pero no lo hizo.

Evie usó su poder para sondear al sanador y la tristeza que sintió le hizo estremecerse. Sin esperar más, extendió las manos hacia él y las colocó sobre las suyas, apretándolas con cariño. Dejó que su energía fluyera a través de él durante un par de minutos, pero no parecía tener demasiado efecto. Notaba cómo chocaba contra una barrera llena de oscuridad y tristeza; Alexander no parecía estar resistiéndose conscientemente, pero así no conseguiría ayudarlo.

Miró a Lia y vio que ella también parecía estar pensando lo mismo.

Evie suspiró, triste, y decidió sumergir a su amigo en un profundo sueño reparador.

—Descansa —dijo en voz baja mientras volvía a transmitirle energía, esta vez notando menos resistencia.

—Descansa —dijo en voz baja mientras volvía a transmitirle energía, esta vez notando menos resistencia

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—No sabemos cuándo volverá a atacar... Tenemos que estar preparados —decía Kameron desde la escalera más alta de la entrada a la Casa del Norte.

Un grupo de guardianes lo escuchaba con atención desde más abajo, aunque sus expresiones dejaban claro que ninguno estaba seguro de poder afrontar un segundo ataque. Aquello había sido solamente una pequeña muestra del poder de Sheol, y sin embargo el resultado había sido devastador. No tenían nada que hacer.

Evie intentó ignorar toda la negatividad que le rodeaba y miró hacia los suyos; se habían sentado al igual que los demás en pequeños corros y hablaban tranquilamente, casi ignorando la situación en la que estaban. Pero era entendible; necesitaban un respiro de aquella pesadilla.

Sonrió al mirar a sus padres, que charlaban animadamente con la madre de Lairon. También vio a Lia, Merian y al hijo de la susodicha hablando entre ellos bajo la atenta mirada de los padres de su amiga terrenal. Se giró hacia Gael, quien a su vez agachó la cabeza para mirarla, y quiso poder perderse en el fondo de su mirada. Estrechó con fuerza el brazo que le rodeaba la cintura y apoyó la cabeza en su hombro, intentando descansar un poco.

Estaba a punto de dormirse cuando notó una presencia que no pertenecía a aquél lugar y se puso de pie de un salto, alarmada. Gael la imitó y llamó a Kameron de un grito, quien enseguida entendió también lo que ocurría, y él a su vez alertó a los guardianes que todavía parecían poder luchar.

—¿Qué ocurre, Evie? ¿Qué has notado? —preguntó Gael completamente serio. Como de costumbre, siempre parecía estar preparado para la batalla.

—Hay... Hay una presencia. Solo una, pero poderosa —dijo ella cerrando los ojos—. Se acerca —terminó mientras señalaba el camino de piedra que había creado el padre de los demonios con sus llamas.

Los ojos del Bosque (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora