XXVIII. Ciudad en llamas -Parte 2-

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Evie miraba nerviosa por la ventana sin saber muy bien qué hacer. Quedarse allí a esperar refuerzos era tentador, pero habían escuchado ya varias veces golpes y gritos que parecían venir del mismo edificio donde estaban, solo que varios pisos más abajo. Se estaban acercando cada vez más. Allí no estaban seguros.

—Iré a pedir ayuda —decidió Evie finalmente. Era una idea muy peligrosa, pero no había duda de que quedarse allí era peor todavía.

—Iré contigo —se ofreció su padre, decidido.

—No —dijo Evie, tajante—. Ni hablar. Quiero que os quedéis los dos aquí. Es más fácil que pueda esconderme de los seres si voy yo sola. Además, no podré defenderme bien así, pero conozco sus movimientos... más o menos —terminó no muy segura.

Evie se despidió de sus padres dándoles un fuerte abrazo y deseando con toda su alma que aquella no fuera la última vez que los viera.

Antes de salir, para su fortuna, decidió echar un vistazo por la mirilla primero: había un caeverno en el rellano olfateando el aire. Evie se quedó totalmente quieta e incluso dejó de respirar. En ese momento su madre se acercó a ella para ver qué pasaba y le hizo un gesto para que no se moviera. Apretó los puños de rabia, maldiciendo una vez más su suerte. Si tan solo tuviera su poder de nuevo...

Pero tenía que continuar fuera como fuera. Así que esperó a que aquél demonio se marchara para salir. A diferencia de los fernos éstos no tenían veneno, pero eran mucho más grandes y fuertes. Si su anterior enfrentamiento hubiera sido contra uno de estos otros, seguramente las cosas habrían terminado mucho, mucho peor.

Una vez fuera, cerró la puerta con todo el cuidado del mundo para evitar hacer ruido y se quedó quieta unos segundos para asegurarse de que estaba sola.

Comenzó a bajar las escaleras apretando con fuerza la misma barra con la que se había defendido del ferno, aunque al menos esta vez llevaba también un cuchillo de cocina grande que había cogido de casa de sus padres. No era mucho, pero era mejor que nada.

No habían pasado ni dos minutos desde que hubiera salido del portal cuando escuchó algo y tuvo que esconderse entre dos coches –aplastados y completamente quemados–. Miró a su alrededor una y otra vez, sin éxito. Respiró profundamente intentando calmarse y salió despacio. Justo cuando estaba apoyando el pie en la acera, algo le tocó el hombro y gritó mientras se giraba barra en mano. Usó todas sus fuerzas para dar el golpe, pero para su sorpresa cuando chocó con algo el sonido no fue seco sino... ¿Metálico?

Abrió los ojos y por suerte para ella un guardián fornido pero algo más bajito que ella al que no conocía había puesto su escudo entre la barra y un asustado Lairon, que la miraba con la misma cara de sorpresa que debía estar poniendo ella.

—¡Lairon! —gritó ella, feliz. Por fin la suerte le sonreía un poco.

—¡Chsss! —chistó el guardián. Parecía enfadado y alerta. Evie se fijó en que tenía los mismos rasgos asiáticos que Lairon, aunque sus ojos eran blancos por completo—. No hagáis ruido o nos buscaremos problemas nosotros solitos.

Evie abrazó a Lairon; no tenía tanta relación con él, pero en aquél momento encontrarse con cualquier cara conocida era un motivo de celebración.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Evie en voz bajita.

—Evie, no tenemos tiempo así que perdóname por la falta de tacto, pero, te contaré todo del tirón: he venido a por Mer —contestó él. Evie agradeció de corazón que por fin Merian hubiera encontrado a una persona que la quisiera de verdad... Bueno, a dos personas. Pero, ¿a qué se refería con soltar todo del tirón? Aquello era algo bueno, ¿no?—. Lía está defendiendo la zona norte pero yo allí no soy de mucha ayuda y sé que está en buenas manos. Mer en cambio debe estar aterrada —Lairon parecía realmente preocupado—. Así que mi primo Jeong, Mikael y yo decidimos venir a por ella, pero...

Los ojos del Bosque (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora