XVII. Dunas y recuerdos

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«Tengo que dejarlo estar. Ya vale. Cada uno tiene derecho a tener sus propios secretos... No tengo por qué inmiscuirme» —se dijo a sí misma al pasar por enésima vez frente a la puerta cerrada de Erik.

Llegó a la que ya casi consideraba su propia habitación y se tiró sobre la cama todavía con la ropa de calle y sin ninguna intención de dormir. Llevaba varios días allí y sentía que tenía puesto el piloto automático: se levantaba, hacía el desayuno para ambos, iba a entrenar a la Casa del Este, volvía, cocinaba y comía con Erik, limpiaba la casa, daba un paseo por la calle, volvía, cenaban y se despedía del chico de nuevo.

Evie había exigido hacer gran parte de las tareas de la casa como «pago» por estar allí ya que el vigilante ni le dejaba pagar las compras ni tampoco aceptaba nada a cambio de dejarle quedarse.

Durante sus ratos juntos hablaban tranquilamente en todo momento y la mayor parte del tiempo olvidaba por completo el tema de la misteriosa puerta cerrada. Tras los días que llevaba allí, aunque no habían sido muchos, ya casi sentía que cuando volvía estaba yendo a su propio piso, y que Erik era su compañero.

Pero por las noches mientras él trabajaba estaba sola y no tenía nada que hacer, y eso se traducía en que acababa pensando una y otra vez en el pobre Luca. Ese día no estaba siendo distinto a los demás.

Se levantó de un salto y decidió mirar por la ventana para dejar a un lado aquello: llevaba unos cuantos días prácticamente viviendo allí y ni siquiera había asomado todavía la cabeza para ver el paisaje. Estando en un tercer piso y teniendo en cuenta que en la Ciudad de Arena no había edificios mucho más altos confiaba en que hubiera buenas vistas.

Se asomó por la ventana de la habitación de Erik primero, pero torció el gesto decepcionada. Lo que se veía era bastante normal; grupos pequeños de edificios, calles vacías y un par de bancos aquí y allá. Giró sobre sus talones y fue hacia la ventana del salón. Esta vez sí se quedó perpleja: por encima de un edificio pequeño y más bajito se veían parte de las dunas a las que Neil le había llevado hacía ya tanto tiempo. Evie no había regresado a ese lugar desde entonces, y ni siquiera se había preguntado dónde estaría: ahora ya sabía que estaba en la zona suroeste de la ciudad, y muy cerca del piso de Erik, además.

Aquél era el sitio donde había visto por primera vez el brillo que adquiría la arena por la noche y no pudo evitar que una ola de nostalgia la atrapara al pensar en todo lo que había cambiado desde entonces... Aunque de pronto algo la sacó de su trance. Evie entrecerró los ojos e intentó enfocar una sombra que se movía sobre una de las dunas. Claramente era un solar –no había ninguna posibilidad de que fuera un ser del Bosque Sombrío–, y, además, parecía llevar algo en la mano... Sí, no había duda: era un vaso de cartón de usar y tirar, como los que ponían en la cafetería para llevar. Siguió observando mientras aquella figura se acercaba cada vez más hacia el edificio, pero quienquiera que fuera iba mirando hacia abajo y por tanto Evie seguía sin ver bien su cara. La forma de andar le resultaba familiar y la suave marea de luces que emitía la arena se reflejaba en su pelo, que desde aquella –relativamente corta– distancia daba la sensación de ser casi dorado...

«¿Gael...?»

Evie dio un respingo y se llevó la mano al transmisor al darse cuenta de que lo había pensado con demasiada intensidad. Miró hacia las dunas y su temor se confirmó; la figura se había parado en seco.

—«¿Evie?» —llamó él en su cabeza— «¿Has sido tú?»

La chica siguió mirando hacia el guardián, ahora viendo claramente que era él, y maldiciendo su involuntario mal hábito de buscarse más problemas de los que ya tenía. ¿Qué iba a decirle?

¿Le mentía y le decía que se había equivocado de nombre a las casi 2 de la mañana? ¿O le contaba la verdad y le decía que le había visto? Aunque si le era sincera tendría que decirle dónde estaba, cosa que iba a resultar muy incómoda: primero, porque Gael iba a pensar que había algo entre Erik y ella, y en segundo lugar, por el enfrentamiento que habían tenido hacía unos días los dos chicos...

Los ojos del Bosque (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora