I. No será un camino de rosas

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Evie caminaba con paso firme en dirección a la Casa del Este. Sentía miedo, sí, pero estaba decidida a volver a conquistar a su hombre. De hecho, una pequeña parte de su ser se sentía aliviada; Gael no recordaría todo el dolor que se habían causado mutuamente sin pretenderlo.

Esta vez, empezarían de cero. Y no habría más heridas de por medio.

Pero, cuando abrió la puerta, se topó con una escena que por alguna razón no le gustó en absoluto.

Allí estaba Mikael, de pie junto a Gael. Pero enroscada sobre él estaba ¿Emma?

—¡Evie! Por fin llegas —dijo feliz Mikael al verla mientras se acercaba a ella—. Todo ha salido bien —aclaró al ver la expresión de duda de Evie—. Emma pasaba por aquí y al sentir su presencia he pensado que se alegraría de saber que su amigo está bien —añadió—. De todas formas, deberías saber algo...

El chico calló al ver que Evie ya no lo escuchaba. Se sentía tan aliviada al haberse enterado de que su plan había funcionado que avanzó hacia Gael sin hacer caso a Mikael; cualquier resto de lo que le hubieran hecho al Guardián en la cabeza había desaparecido. Aun así, frunció el ceño al contemplarlos abrazados. Sabía que era la mejor amiga de Gael, pero... Algo no encajaba. Presentía que algo más se estaba cociendo.

Finalmente, desechó sus pensamientos y decidió romper el hielo.

—Hola —se limitó a decir cuando estaba a tan solo unos pasos de ellos.

Emma se separó lentamente del chico y la falsa sonrisa que le dedicó a Evie le produjo un escalofrío que le recorrió toda la espalda.

—Hola, Evie. No te preocupes, os dejo solos. Yo ya me iba —acto seguido Emma salió disparada como un huracán antes de que Evie pudiera reaccionar siquiera.

Evie la siguió con la mirada sin entender absolutamente nada. ¿A qué había venido esa falsa sonrisa? Creía que eran amigas. Además, la chica había parecido estar molesta por algo. Y, ¿por qué había tenido que salir prácticamente huyendo de allí? Ella no había dicho más que «hola». Finalmente decidió dejarlo pasar, cuando sintió que la apuñalaban en el corazón al girarse hacia Gael.

En su mirada no había amor alguno, ni reconocimiento de ningún tipo. Sencillamente, parecía que no la hubiera visto nunca, lo cual no tenía sentido. Gael había dicho que llevaba años observándola y que ya sentía algo por ella incluso antes de conocerla.

¿Qué está pasando aquí?

—Hola, ¿te conozco? —preguntó Gael.

Evie se giró bruscamente hacia Mikael exigiendo una explicación, y al hacerlo se topó con el semblante serio del Sanador.

—Lo que intentaba decirte antes, Evie, es que deberías saber algo: el plan ha funcionado, sí, pero el daño en su memoria era mucho más grande de lo que creía. He tenido que eliminar más de lo previsto.

—¿Cuánto más? —medio gritó Evie.

—Cuatro años —contestó Mikael casi en un susurro.

Evie sintió que el tiempo se detenía. ¿Cuatro años? Eso dejaba la memoria de Gael en el punto de los 18 años. ¿Cuándo había empezado Gael a observarla?

—Mikael... ¿Cuándo empezó Gael a patrullar la frontera de la ciudad?

—Hace aproximadamente tres años —dijo, esta vez bajando la mirada al suelo. Se le veía derrotado.

—Esto... Hola, estoy aquí. ¿Qué está pasando y quién es ella? —preguntó Gael.

Pero Evie no se movió; no se atrevía a enfrentarlo. No podía mirarlo sabiendo que no vería reconocimiento en sus ojos. Estaba preparada para conquistarlo de nuevo, sí, pero partiendo de una base relativamente sencilla; una base en la que Gael ya sentía algo hacia ella. En cambio, ahora, esto lo cambiaba todo. Él no sabía quién era ella... E Evie no sabía cómo era el Gael de hace cuatro años. En esta edad, el paso del tiempo es distinto. La gente cambia rápidamente en pequeños lapsos de tiempo. ¿Había perdido para siempre al Gael de quien se había enamorado? ¿Tendría que esperar cuatro años hasta que llegase al punto de madurez que ella había conocido?

Solo había una manera de averiguarlo, pero Evie no se sentía con fuerzas en ese momento. Primero, debía asimilar todo.

—Gracias, Mikael —dijo Evie con un hilo de voz y salió apresuradamente de la Casa del Este, ignorando la petición del Sanador de que se quedara.

Llegó a casa y se quitó el vestido, tirándolo con rabia al suelo. Se puso el pijama y fue a llamar a Merian, pero se dio cuenta de que desde allí no podría. Sin importarle su atuendo, salió de casa y cruzó la muralla. Se sentó en su banco de siempre del parque del Fénix.

—¡¡Evie!! —chilló Merian al otro lado del teléfono nada más coger—. ¿Qué tal ha ido? ¿Se ha asombrado de saber que eras una solar? ¡Cuéntamelo todo! —siguió gritando.

Evie cogió aire lentamente, ordenando sus pensamientos antes de hablar.

—Merian, ha ido bien; el plan ha funcionado. Pero —siguió antes de que Mer la interrumpiera de nuevo— hay un problema. Mikael se topó con más partes corrompidas en su memoria de las que esperaba. Le ha tenido que borrar cuatro años de sus recuerdos.

Ahora que lo había dicho en voz alta parecía más real; como si hasta no haberlo dicho no hubiera sido un auténtico problema, o como si no le estuviera pasando a ella.

—Oh, no... —dijo Mer claramente preocupada— Lo siento tanto, Evie. Pero mira oye —dijo con voz más animada— si lo conquistaste una vez, lo podrás hacer una segunda. ¡Estoy segura!

—Te quiero, Mer —dijo sonriendo ante el optimismo de su amiga—. Ojalá tengas razón —contestó Evie no muy convencida.

Los ojos del Bosque (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora