XXIII. Setecientos años

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—¿Hola? —preguntó Evie al ver que no respondía. Gael llevaba un buen rato absorto en sus pensamientos, y, de hecho, hacía unos segundos el chico se había puesto rojo como un tomate. ¿En qué estaba pensando?

—Yo... Eh... No pienses mal de mí, ¿vale? —dijo avergonzado. Evie enarcó una ceja—. Es que... Este beso me ha recordado... A una escena que viví contigo en uno de mis sueños. Parecía tan... Real —terminó volviéndose a poner rojo.

Evie mantuvo su ceja en alto, ¿a qué escena podría...?

—Ah. Oh. Vaya —balbuceó Evie poniéndose roja ella también al caer en la cuenta de a qué se estaba refiriendo el chico exactamente—. Sí... Nosotros... Bueno, nosotros hicimos eso un par de veces... —confirmó Evie mirando hacia otro lado. Aquella conversación resultaba bastante avergonzante. Aquél Gael era infinitamente más tímido y su inocencia conseguía que a ella también le diera vergüenza.

—¿En serio? —preguntó él abriendo mucho los ojos— Vaya. Yo realmente nunca he... Hecho nada de eso fuera de esos sueños —su voz temblaba levemente.

Evie asimiló lentamente en su cabeza aquello. La primera vez que durmió con Gael, no había ninguna duda de que no era su primera vez. Pero este Gael que no recordaba los últimos cuatro años decía que no lo había hecho nunca. ¿Quería eso decir que su primera vez había sido con Emma y por tanto no lo recordaba? Sabía que era infantil, pero una diminuta parte de ella no podía evitar alegrarse de que Gael no lo recordara; odiaba a Emma profundamente. No tanto por su comportamiento rastrero sino por haber fingido ser su amiga para después clavarle un cuchillo por la espalda a la primera oportunidad.

Maldijo no tener su poder; si lo hubiera tenido en aquél momento, lo habría usado para compartir sus recuerdos de Gael con él mismo, para que pudiera comprobar si sus sueños habían sido reales o no.

—Siento interrumpir —dijo de pronto una voz tras los biombos. Vieron cómo una sombra los rodeaba y Kameron aparecía por el otro lado—. Me alegro de que estés bien, Irina —dijo él. Parecía sincero—. Sé que no será lo que más te apetezca ahora mismo, pero tenemos que ponernos al día sobre lo que pasó en el Bosque, además de lo que pasó aquí. Cada minuto cuenta.

Evie asintió y miró a Gael de reojo, que ya se estaba levantando. El chico simplemente la miró largamente y le dedicó una leve sonrisa antes de darle la espalda y marcharse.

Kameron puso una mano en su hombro cuando pasó a su lado y le dedicó un simple «gracias». Se sentó en la silla donde había estado el guardián hacía escasos minutos, y la sanadora se tensó. ¿Kameron no era también un traidor? Estaba segura de que no la atacaría allí, y menos aún habiendo dejado a Gael marchar tranquilamente. Si fuera una trampa, los habría pillado a los dos por sorpresa y no habría dejado cabos sueltos.

—Bueno, como te decía, nos tenemos que poner al día. Imagino que estarás debatiéndote sobre si yo también soy uno de los malos o no —dijo sorprendiendo a Evie. Estaba claro que había leído sus pensamientos—. Yo estaría igual que tú si Erik me hubiera hecho creer las cosas que hemos visto que tenía en sus registros —Evie notó una punzada en el corazón al oír el nombre del chico.

Kameron le explicó todo con pelos y señales; le contó los documentos e informes que habían encontrado en las casas de Erik y Arnel, y le explicó cómo habían conseguido engañarla para que creyera que todo el consejo –especialmente el propio Kameron– estaba involucrado en aquello.

También le explicó que gracias a un diario que encontraron de Arnel todo apuntaba a que lo que buscaban con su traición era recuperar la piedra del alma; parecían creer que los solares estaban muy por encima de los terrenales y debían gobernar sobre ellos. Es más: parecían tener una extraña obsesión los seres del bosque, e incluso creían que ellos debían estar por encima de la «escoria terrenal». Eso explicaba también por qué ambos tenían tatuajes de seres oscuros por todo el cuerpo y por qué Erik coleccionaba todo tipo de miembros mutilados y demás en su habitación. Evie además recordó que Maveck se había burlado de ellos en el Bosque Sombrío puesto que les habían hecho creer que realmente les iban a entregar aquella piedra que tantos habían mencionado ya.

Los ojos del Bosque (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora