Capítulo 4 - Orfanato

39 1 0
                                    

James

Mi vida se ha convertido en un sueño y aunque han pasado dos días desde la pelea sigo sin creer que lo haya logrado. El día siguiente lo pasé la mayor parte del tiempo durmiendo y por la tarde fui a jugar a baloncesto con Adam. Hubiese sido genial si hubiese estado Em con nosotros, a ella le encanta jugar a baloncesto y aunque me cueste admitirlo es bastanta buena. Pero estaba demasiado ocupada celebrando el cumpleaños de su novio como para venir a pasar un rato con nosotros. Mi humor cambia solo de pensarlo

- De verdad que no entiendo que ve Em en ese imbécil ¿Por qué está con él? - pregunto indignado mientras le doy un mordisco a una magdalena. Adam, que está desayunando conmigo, levanta las cejas sorprendido por la aparición del tema- Mira que hay chicos en el mundo ¿Por qué él?

- ¿Por qué le tienes tanta mania? El chaval no ha hecho nada malo

- ¿Y porque no le puedo tener mania? Estamos hablando de Em, tengo derecho a odiar a todos sus novios- expongo convencido

- Lo que tú digas amigo- me da la razón, pero no sé porque no lo siento así. Me detengo antes de meter otra magdalena en mi boca y hago una mueca al recordar su beso del otro día- Ya no tengo hambre - Dejo la magdalena en la mesa de mala gana y me siento en el sofá con los brazos cruzados.

Un recuerdo aparece en mi mente. Caden liandose con una chica una semana antes de empezar a salir con Emma. Intento deshacerme de esa imagen. Y pensar que Em era incapaz de fijarse en alguien que no fuese él. Aprieto la mandíbula. Al principio me olía todo a chamusquina pero Emma se veía tan feliz cuando estaba con él que fui un incapaz de meterme en medio, sin embrago a partir de ese momento siempre he tenido una ojo puesto en él. No sé porque pero sé que no es de fiar.

Después de cambiarnos cogemos el coche y nos dirigimos hacia lo que ha sido mi hogar desde los 5 años, el orfanato donde mi madre me dejó antes de desaparecer para siempre de mi vida. Es como una casa más grande lo normal con una cartel enorme que pone Orfanato. A pesar de la impresión que da el cartel es una casa pintada con colores alegres, con una jardín lleno de juguetes y columpios y que desprende un olor a galletas recién hechas. La puerta se habre y detrás de ella aparece una niña de 6 años

- James- chilla corriendo hacia mí. Yo sonrío y corro hasta que nos encontramos, la cojo en brazos y me da un abrazo- Ya pensaba que no vendríais

- Como no vamos a venir Riley, si os quieremos un montón- digo llenándola de besos

-Ay- se queja y yo la bajo cuidadosamente- Adam- correa hace él y le abraza. Mi amigo ha venido tantas veces al Orfanato que ya forma parte de nuestra familia.

Cuando entramos en casa una bandada de niños nos recibe chillando. Después de abrazar uno por uno a todos me acerco a la cocina, dejando a Adam a merced de esos pequeños demonios

- Que bien huele- digo mientras me acerco a la mejor cocinera que han visto mis ojos

- Cariño- Amelia me estruja entres us brazos- Mira cómo has crecido, parece que hace un siglo que no te veo- Me observa mientras examina mi cara centímetro a centímetro- Hasta parece que estés más guapo

- Te vi la semana pasada Amelia- le digo riendo por su exageración

- Ay hijo, para una vieja como yo las semanas parecen siglos- Amelia ha sido nuestra cuidadora desde que llegamos aquí. Aunque tenga ya una edad sigue siendo una señora activa que controla a los niños mejor que cualquier persona, por muy joven que sea- Fíjate, ahora eres todo un hombre, que además acaba de clasificarse para el estatal. No dudé ni un momento en que lo conseguirías- acaricia mi mejilla con su mano- Otra cosa no, pero cabezota eres para rato- río y le doy otro abrazo -¿Y Emma, no ha venido con vosotros?- pregunta mientras le da vueltas a la comida

- No, pero no tardará en venir- Casi como si me escuchase un coche aparca junto al mío y Em sale por su puerta. Todos los niños salen corriendo y la rodean. Ella se acuclilla para abrazarlos y en menos de tres segundos ya está en el suelo con cuatro niñas encima. Yo, que observo la situación desde la ventana de la cocina, río alegremente intentando no ser visto. Cuando Em logra librarse de todos esos pequeños monstruos entra en la cocina.

- Amelia- las dos se abrazan- Estás guapísima- acaricia su pelo y no puedo evitar pensar en cuanta razón tiene. Ella le responde con una sonrisa.

-Amelia- chilla uno de los niños desde el salón

- Ahora vengo amores

Cuando nos quedamos Emma y yo solos me acerco y le doy una abrazo. Ella se aferra a mí y siento como mi corazón da un vuelco

- ¿Que tal ayer?- pregunto y ella hunde más su cabeza en mi pecho como escondiendose de algo. Frunzo las cejas. Esto no me gusta

- Muy bien- responde después de unos segundos, pero sé que miente. La separo un poco de mí para observar su cara. Sus ojos parecen muy cansados y su cara no desprende su brillo natural. Parece cansada, muy cansada. Como si no hubiese dormido nada.

- ¿Estás bien?- mi preocupación no disminuye cuando aparta su mirada

- Si, tranquilo- pero yo no estoy tranquilo, no con ella así- Solo es que no he dormido mucho esta noche y me encuentro muy cansada- veo cómo se esfuerza por sonreír pero esta no llega a sus ojos, que me ruegan que deje de preguntar y solo le abrace más fuerte. Hago caso omiso a mi cerebro y la acerco hacia mí de nuevo. Ella suspira aliviada y yo me odio a mi mismo por no averiguar la verdad.

La comida transcurre con normalidad y no faltan risas y trozos de comida por el aire. Emma parece la misma de siempre, pero yo sé que algo ha ocurrido. Más tarde hablaré con ella. Los niños han preparo una tarta para celebrar la clasificación.

- ¿Esto lo habéis hecho vosotros solitos?- pregunto enarcando las cejas

- Bueno, quizá hemos recibido un poco de ayuda- la pequeña Riley sonríe pillamente y yo le hago cosquillas que le provocan pequeñas risas alegres

- Tengo un regalo para ti - me dice Mateo orgulloso mientras me entrega un dibujo. En el que aparecemos los dos de la mano dentro de un corazón gigante. Le doy un fuerte abrazo y literalmente me lo como a besos.

Después de comer jugamos un partido de fútbol en el que, aún que no quiero presumir, Adam y yo reventamos al equipo de Emma. Antes de que nos diésemos cuenta ya era la hora de volver.

- Chicos, yo tengo que pasar por un sitio antes de ir a casa, nos vemos allí- dice después de despedirnos de todos

- ¿A donde vas? - le pregunto preocupado

- A casa de Caden- mi garganta se seca

- Estás muy cansada, deberías ir a dormir

- Solo será un momento- vuelve a mentir, pero antes de que pueda abrir la boca se mete en el coche y arranca. Veo cómo se aleja y siento como mi corazón empieza a pesar más que de costumbre


Incondicional Donde viven las historias. Descúbrelo ahora