resúmen: pierdes la virginidad con hange en una fiesta de fraternidad.
nota: hange es masculino aquí y un nerd.
tenías expectativas para tu primera vez, no algo poco realista o simplemente vergonzoso. Por una vez, no esperabas tener pétalos de rosa en la cama y pensaste en lo molesto que sería tener pétalos de rosa pegados a tu cuerpo cuando estás tan ocupada con alguien. Cuando se trata de una pareja, pensabas en varias personas.
Pero no en Hange. El nerd Hange. El mismo Hange que te volvió loca en la biblioteca debido a lo fuerte que escribe cuando se supone que es una zona tranquila. Ese que siempre te superaba en notas. Si tienes noventa y nueve, él tiene cien. El que le gustaba a todo el mundo, menos a ti.
Aunque aquí están, recostando tu cuerpo muy suavemente en una cama que no es tuya ni de él. Ibas a perder tu virginidad en una casa de fraternidad, con alguien que ni siquiera sabías que te gustaba.
—¿Esto está bien? —Hange te pregunto, su mano jugaba un poco con la cremallera de tu vestido. Asentiste, sintiendo el aire fresco erizarte la piel mientras los tirantes de tu vestido caían hasta tu cintura. Hange arrugó la falda del vestido, luego la levantó por encima de tu cabeza y te la quitó.
Todavía estabas en tu sostén y tus bragas, pero te sentías tan caliente a pesar de que recuerdas que la habitación estaba fría cuando entraste. Te mordiste los labios mientras observabas a Hange quitarse los jeans negros, luego también se quitó la camisa y acercó tu cuerpo a él mientras las mariposas en tu barriga migraban a tu coño.
—¿Puedo quitarte el sostén? —Hange te preguntó gentilmente. El que te hizo comentarios sarcásticos justo al comienzo de la fiesta habría hecho un comentario grosero, sobre cómo ustedes dos están literalmente en ropa interior y se han estado besando en el estúpido armario durante lo que parecieron horas, así que sí, él puede. Aunque la tímida y virgen tú, en ropa interior solo asintió; demasiado miedo de usar tu voz o habrías lloriqueado.
Luchó cuando trató de desabrochar tu sostén, y lo hiciste por él mientras lo mirabas a los ojos. Te empujó sobre la cama, te abrió los muslos y te sio un beso en los labios tan ansioso que casi te hizo gemir de satisfacción.
Te las arreglaste para ensordecer tus gemidos por un tiempo, pero no pudiste cuando su rodilla presionó tu vagina, en un círculo lento y no pudiste detener el gemido entrecortado que salió de tu boca cerca en su oído. Se apartó lo suficiente para ver tus cejas fruncidas, los labios abiertos y los ojos cerrados.
Fue muy difícil para Hange hacer que las cosas fueran más lentas para ti, pero lo logró por un tiempo, es tu primera vez después de todo, pero al ver que te gustó eso y el gemido entrecortado, no cree que pueda mantener ese ritmo lento.
—¿Te gusta esto? —Hange susurró en tus labios, trazando tus suaves labios con su pulgar, luchaste por abrir los ojos para mirarlo, querías responder verbalmente pero no pudiste cuando su pulgar entró en tus labios entreabiertos y presionó tu lengua con firmeza.
Levantó tu cintura, luego deslizó tu ropa interior por tu pierna hasta tu tobillo. Deseabas que continuara empujando tu coño con la rodilla, pero se sentó y presionó tus rodillas contra tu pecho. Luego, en silencio, miró tu vagina.
Cerraste las piernas y dijiste: —¡No la mires así!
Hange separó tus piernas con dureza, se acercó a tu rostro para besar tu mejilla.
—¿Por qué no? ¿Qué vas a hacer al respecto? —y se sentó para continuar mirando tu vagina, —ella es bonita como tú —Dijo, bajando la cara para besar los labios de tu coño.
Luego sentiste su lengua húmeda y caliente lamiendo una línea gruesa entre tus labios, desde la entrada hasta tu clítoris, luego enganchó su lengua alrededor del capuchón de tu clítoris y chupó. Tu columna se arqueó y tus manos tiraron de su cabello para sostenerse o para detener la deliciosa sensación o para hacerla más fuerte, no estabas segura.
No paró, la lengua de Hange bajó por tu clítoris y jugó con tus pliegues, te calmó de la sensación anterior que te helaba todo el cuerpo. Entonces todo se detuvo cuando se sentó sobre sus rodillas, te quejaste descaradamente.
—Lo sé bebé, pero quiero sentir que te corres en mi polla. —Dijo, la cabeza de su polla empujó los labios de tu vagina, luego tu clítoris y cerraste los ojos y tu codo cubrió tus ojos, tus labios se abrieron mientras gemías.
La cabeza de su polla empujó hacia abajo tu coño, luego entró en tu raja, tus ojos se abrieron de par en par en el doloroso estiramiento debido a su gruesa polla. Hange continuó empujando lentamente tu coño, sus cálidas palmas calentaron tus pezones, luego apretó tus tetas con más fuerza mientras tu coño apretaba su polla.
Gimió, cerró los ojos para saborear la sensación de tus paredes cerrándose sobre su pene. Su mano agarró tu cintura con mucha firmeza y comenzó a moverse, no tan lento como te hubiera gustado.
—P-por favor más lento, —susurraste, tus pestañas revoloteando mientras una lágrima gruesa rodaba por tus mejillas.
—Puedes tomarlo. —Hange desestimó tus palabras y continuó aniquilando tu coño que desplegaba húmedos y espesos ruidos que calentaban tu rostro, enviaban escalofríos a todo tu cuerpo, además de la sensación de la polla de su cabeza besando tu cuello uterino y llegando a un punto esponjoso que hacía que tus ojos rodaran a la parte de atrás de tu cabeza. —Mírame —dijo, obligándote a mirarlo fijamente, trataste de mantener el contacto visual.
Sus anteojos fueron descartados hace mucho tiempo, su cabello más desordenado, sus labios abiertos y jadeantes, y sus mejillas adquiriendo un tono más profundo de rosa que se podía ver a pesar de la poca luz.
No podías ocultar tus gemidos que se hicieron más fuertes, más agotadores y más eróticos. Su polla tiraba continuamente de tus paredes y llegaba al punto que curvaba tu columna.
—Sí, gime, cariño, hazles saber quién te está haciendo sentir de esta manera — jadeó Hange.
Tus brazos rodearon su cuello y lo trajiste en un profundo beso mientras tus paredes se cerraban sobre su polla, le hacías más difícil moverse tanto como les gustaría, pero la forma en que tus pezones presionaban su duro pecho, moviéndose continuamente de la forma en que estaba empujando, y tu hermoso gemido contra sus labios, todo hizo que su polla se endureciera.
Luego te corriste, tus piernas se cerraron sobre su cintura y lo acercaste aún más para inhalar su dulce aroma. Poco después, vino, su semen pintó tus paredes de blanco. Cuando se escurría, te volvía a joder.
—¿Quieres ir de nuevo? —Hange susurró la pregunta en tu oído.
fuente, azelmawrites