𝟽. 𝑆𝑒𝑛̃𝑜𝑟 𝑉𝑎𝑢𝑔ℎ

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Quería irme de la habitación; olvidarme de este sitio de mala muerte, pero Smith deseaba verme sano: tenía que darle una segunda oportunidad

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Quería irme de la habitación; olvidarme de este sitio de mala muerte, pero Smith deseaba verme sano: tenía que darle una segunda oportunidad. Sin embargo, la gente de la sala de espera parecía muy enferma. Además, no podía tolerar el olor a azúcar artificial del especialista

   —Has sido muy fuerte en la vida, Norman —aseguró—. Eres un luchador.

   —¿Qué?

   —¿Quieres hablar de tus cortes?

   —En realidad, señor Vaugh, no quiero hablar de nada.

   —¿Y cómo nos conoceremos? ¿Propones algo nuevo? —preguntó desconcertado.

   —Creo que ya leyó suficiente de mí.

   El hombre suspiró ligeramente; luego, dejó los documentos en su escritorio, al lado de su computadora.

   —Leí sobre tus antiguos informes porque me gusta saber con quién estoy tratando, no es nada personal.

   No contesté, me mantuve callado viendo su rostro perfilado.

   —Es la tercera vez que te sucede algo así.

   —¿Tercera vez? —repetí confundido— ¿Tercera vez de qué?

   —Sí, la tercera vez que tienes que lidiar con asesinatos.

   —¿Qué? ¿Sabe con quién está hablando, cierto?

   —Así que no recuerdas nada —mencionó suspirando— Perfecto, tendremos que hacer las cosas de forma distinta, Norman.

   ¿Tercera vez de qué? Desvié mi mirada hacia la ventana, este hombre debía estar mintiendo o tal vez, me confundió de paciente.

   —¿Has tenido parejas?

   —No.

   —¿Cómo han sido tus experiencias sexuales?, ¿cómo las describirías?

   —Nunca las he tenido.

   —Sí, lo supuse —se quitó los lentes y los limpió para nuevamente colocárselos—; pero eres muy joven y tienes una buena apariencia.

   —Eso es mentira.

   Detestaba que los psiquiatras o psicólogos hablaran sobre las figuras de las personas de manera tan genérica. Todos teníamos historias distintas, podían mejorar en consejos más personales.

   —¿Crees que eres una persona horrible, Norman?

   —En la escuela me trataban pésimo, decían cosas malas de mi cara.

   —Te hice la pregunta a ti, no a tus ex compañeros de clase.

   Su respuesta me congeló, usualmente, cuando me veía en el espejo, no lograba encontrar mis verdaderos rasgos. ¿Desde hacía cuando que no podía ver mi cara?

   —Ese hombre no identificado, él que asesinó a esos jóvenes, ¿te dijo algo?

   —¿Eh?

   No entendía su pregunta, ¿por qué estábamos hablando del asesino?

   —No lo comprendo.

   —¿Te dijo algo?, ¿te pidió que hicieras algo, Norman?

   —Él solo se limitó en matar a esos chicos, nada más, señor Vaugh.

   —¿Cómo lucía? —preguntó interesado.

   —Era alto, de cabello rubio y ojos muy grises... Ocupaba un impermeable de color azul marino y botas altas... Tenía una herida muy fea en su cuello; o sea, una cicatriz que no quería cicatrizar.

   —¿Te atreverías a describirlo de acuerdo a sus rasgos faciales?

   —Sí, creo que puedo —pausé pasmado—. Tenía un lindo rostro pero carecía de emociones.

   —Ya veo —él anotó algo en su computadora—. Puedes describir a alguien infame y sanguinario pero no a ti... Interesante, Norman.

   —¿Puedo... irme?

   —Adelante —dijo—. Dejaré tu receta médica con la secretaria.

   Me levanté con rapidez y me marché para ir a buscar a Smith.

   La cita con el psiquiatra Vaugh, ¿salió muy mal o no?

Ellos me siguieron hasta el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora