𝟷𝟷. 𝐿𝑎́𝑛𝑧𝑎𝑡𝑒

18 3 2
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Me quedé sentado en el asiento de una ventana, observaba la belleza del mar y de inmediato, recordé los ojos celestes de Smith. Era la primera vez que tenía pensamientos extraños sobre alguna persona anexa a mis memorias maltratadas. ¿Qué había sucedido conmigo? Esto no era bueno, sobre todo porque lo sentía tan volátil y tan sincero a la vez. Su confesión acerca de mí, sus disculpas, su sonrisa y sus bellos ojos de un cielo de verano.

   Pero ¿quién era yo para él? Un asiático mestizo con muy mala suerte; en conclusión, no era nadie. Quizás, algo malo pensaba hacer contra mí...

   No, no podía seguir con estos pensamientos contrarios —me matarían— así que, pensé que lo mejor sería ir a caminar.

   No dejaría que me reconocieran, coloqué mi bufanda roja cubriendo mi boca y me puse la capucha de mi impermeable amarillo.

   Abandoné la casa de Smith y comencé mi viaje al exterior.

   El clima era el mismo de siempre, mediana nubosidad acompañada de una ligera llovizna que humedecía la hierba y los rostros taciturnos como el mío.

   Salí del vecindario y cerca muy cerca, había un río que era atravesado por un puente. No sabía a dónde llevaba pero me animé a traspasarlo de igual manera.

   Pero... pero... pero... pero... cada vez que caminaba, alguien también lo hacía. Quería pensar que no era nadie y que solo se trataba de mi cabeza en mal estado, pero realmente sentía que me acosaban. Miré el bosque y desde ahí, noté la figura de un hombre: mi intuición no mentía. No era cualquier persona, era el asesino de los adolescentes. Necesitaba hacer algo y rápido antes que ese desconocido atacara. Obviamente, no regresaría a casa de Smith, era una pésima idea revelar mi escondite.

   Pero... pero... pero... pero... pero... Unas figuras azulinas y escuálidas llamaban por mi nombre, ellas estaban bajo el puente.

   ¿Qué estaba pasando en este pueblo?

   Lo característico de sus formas era que, donde debía estar el corazón, había un hueco sanguinolento lleno de moho.

   —Lánzate, lánzate, LÁNZATE, lánzate, LÁNZATE —vociferaban.

   Sí... lo haré.

   Ellos me llamaban y yo los seguiría: me tiré esperando encontrar los brazos de esos entes. Pero cuando caí, las únicas extremidades que me tomaron, fueron las del río. Eran frías, despiadadas, crueles, pero seguras y transparentes. Ellas me llevaban, me transportaban en conjunto de unas hierbas coloridas. Contemplaba el cielo que despedía unas horribles nubes grises. Unos escasos rayos de sol acariciaban mi semblante herido, sentía calidez.

   Ya no escuchaba los bramidos de los entes escuálidos, solo el sonido del río.

   ¿A dónde iba?

Ellos me siguieron hasta el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora