𝟷𝟿. 𝑆𝑖𝑔𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑟𝑎𝑠𝑡𝑟𝑜

8 1 0
                                    

La sangre se me congeló, recordé los cuerpos putrefactos y los adolescentes masacrados en el bosque

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La sangre se me congeló, recordé los cuerpos putrefactos y los adolescentes masacrados en el bosque. Aquel asesino no se mostraba para que lo atraparan, debía ser una trampa orquestada por él.

   Smith se alejó apresurado, iba a participar en esa operación junto a los demás policías y detectives. Quise acompañarlo pero obviamente no aceptó, me pidió que regresara a casa.

   Me marché de la comisaría, me sentía indignado ante su respuesta.

   ¿Qué podría hacer?

   —¿QUÉ TAL TODO, NORMAN? —el gran ciervo rojo podrido apareció desde el suelo, arrastraba almas ennegrecidas en su enorme espalda.

   —¿Qué desea, señor Mold? —pregunté desconfiado.

   —PENSÉ QUE ME LO DIRÍAS —la criatura me tomó del mentón.

   Detuve la caminata por las tremendas garras del monstruo, no quería terminar con la piel resumida en trozos de carne rojiza.

   —¿Usted sabe dónde se ubica ese asesino? —mencioné con mucho cuidado.

   —CLARO QUE SÍ —sonrió mostrando sus aterradores colmillos ensangrentados—. ¿QUIERES VER CÓMO ASESINA A TODOS?

   —Oh no —entoné temeroso.

   —SIGUE EL RASTRO, QUERIDO NORMAN.

   Como por arte de magia, un camino de sangre oscura se formó en el pavimento.

   —ADÍOS, NORMAN —el señor Mold desapareció.

   Tenía dos opciones, regresar a la casa de Smith o seguir el rastro formado por la bestia: me decidí por la segunda opción.

   Pedaleé lo más rápido, no dejaría que ese asesino continuara con su masacre en Campo de calabazas, ¡claro que no! ¡Y Smith no sería otra víctima más de la lista!

   El camino me llevó hacia un sitio con demasiada vegetación, no veía casas solo pinos y arbustos.

   Continué avanzando hasta que llegué a una calzada con autos policiales detenidos pero alrededor de ellos, no había nadie. Me acerqué con cierta desconfianza, no deseaba interrumpir nada.

   Pero... pero... pero... pero... pero uno de los vehículos estaba muy maltratado. Revisé adentro y ahí, se hallaba el cuerpo masacrado de un detective.

   ¿Qué estaba sucediendo? ¿¡Smith!?

   Dejé la bicicleta tirada, no me interesaba estacionarla porque en mi mente solo aparecía el rostro muerto de Smith. No sabía a dónde correr, estaba colapsando y deseaba que todo fuera una maldita mentira.

   —¡¡BASTARDO!! —grité— ¡VEN POR MÍ!

   La ira se apoderó de mi interior, no había espacio para experimentar miedo.

   «Tap-tap-tap-tap», sonó algo detrás de mí y caminaba por la calzada de asfalto. Era un ciervo rojo que tenía el lomo despedazado, supuse que fue atacado por algún cazador. El animal se acercó hacia mí y gracias a la nula distancia entre ambos, noté que en su cornamenta o más bien, en una de sus astas, llevaba pedazos de la cara de una persona.

   ¿Qué había pasado? Por el color de la sangre, sospeché que el ataque debió ser reciente.

   —¿Se-eñor Mold? —pregunté aterrado.

   El animal no respondió, aunque su rostro se deformó hasta mostrar una aterradora sonrisa con enormes colmillos.

   ¿Era la respuesta que esperaba?

   Retrocedí lentamente, no quería hacerlo enojar pero alguien me cogió de los brazos. No tuve que voltear, ese olor ya era demasiado familiar para mí.

   —¡Suéltame, bastardo! —le grité al asesino.

   Todo era tan extraño, forcejeaba con una persona armada, ¿por qué no me atacaba? Ningún rasguño ni tampoco heridas, ¿qué pasaba en su mente? Recordé al psiquiatra y su confesión acerca de mi pasado en Campo de calabazas. ¿Lo había conocido? ¿Realmente viví en este pueblo de mierda? No comprendía nada de la chocante situación.

   —¡Por favor, suéltame! —supliqué.

   ¿Qué deseaba de mí? Tenía ese cuchillo listo para acabar conmigo y no lo hacía.

   De algún modo, pude zafarme de sus manos cayendo al piso.

   Mi celular salió eyectado de mi bolsillo y me percaté que una llamada se originó en la pantalla: era Smith.

   —¡¡Smith, ayuda!! —lo tomé.

   —¿Norman? —preguntó exaltado— ¿Qué pasó? ¿Dónde estás?

   —¡¡EL ASESIN-!! —mi mano recibió una patada, causando la pérdida de mi celular.

   —¿¡Norman!? ¡¡¿NORMAN?!! —se escuchó.

   El asesino se enfadó profundamente con mis acciones, se acercó a mi celular y lo atravesó con su cuchillo.

   Lo redujo a pequeños pedazos de plástico.

   —No-o... no —mencioné frustrado mientras acariciaba mi mano herida.

   Sus ojos grises se posaron en mí, solo exponía asco y hostilidad pero ni esas sensaciones fueron suficientes para matarme. Él se acercó para tomarme y llevarme en su espalda ancha. No protesté ni lloré, dejé que el hombre eligiera mi propio destino.

   Por alguna extraña razón, unas tiernas imágenes aparecieron en mi cabeza. Se trataba de dos niños sin rostros, uno de ellos lloraba demasiado y el otro lo consoló obsequiándole un pequeño gato. Cuando el chico escuchó los maullidos y vio al felino, se alegró bastante. Ambos terminaron abrazados pero ¿por qué imaginaba algo así?

Ellos me siguieron hasta el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora