𝟻. 𝐻𝑜𝑟𝑟𝑒𝑛𝑑𝑎𝑠 𝑐𝑖𝑐𝑎𝑡𝑟𝑖𝑐𝑒𝑠

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El sonido ligero de la llovizna del exterior causó que mis ojos se abrieran con lentitud

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El sonido ligero de la llovizna del exterior causó que mis ojos se abrieran con lentitud. Mi piel ya no dolía, la cabeza no me torturaba, tampoco sentía esa temperatura gélida que congelaba mis piernas, ¿en dónde estaba? Inspeccioné el lugar y me encontraba acostado en la cama de un cuarto de aspecto minimalista. A mi lado derecho, dormía Nox y al verme despierto, comenzó a ronronear.

   Me levanté, esperaba sentir frío —en la casa de mi padre, el único rincón tibio era mi cama—, pero la residencia contaba con calefacción. Además, me percaté que, llevaba un pijama azulino y que alguien me había bañado... ¿Por qué sentía asco?

   Al lado de una mesita, se encontraba mi celular cargándose y en modo silencioso, ¿quién lo habrá dejado aquí? Noté que poseía demasiadas notificaciones pero no le presté atención, debía ser un error.

   La casa se caracterizaba por presentar un excelente olor floral y se destacaba por mezclar colores blancos con marrones claros.

   Bajé las escaleras y en la sala de estar, se ubicaba Smith sentado revisando su computadora portátil.

   Cuando se percató de mi presencia, colocó de inmediato su vista en mi semblante pasmado.

   —Me alegra que hayas despertado, Norman.

   —¿En dónde estoy y cuánto dormí?

   —Estás en mi casa —sonrió—, dormiste por tres días.

   Lo sabía, aunque pensé que habían sido cinco o una semana... Pero de la vida real, eso explicaba mi celular cargándose en la mesa.

   —Qué vergüenza —cubrí mi pecho con ambas manos.

   —¿Por qué?

   Él debió ver mi cuerpo desnudo, totalmente maltratado y lleno de horrendas cicatrices, ¿por qué seguía sintiendo asco?

   —Tú me ba-añaste...

   —Sí, estabas muy sucio —él se levantó, se dirigió a una pequeña habitación y salió de inmediato con mi ropa—. Tengo tu impermeable amarillo, la lavadora lo dejó muy limpio.

   —Muchas gracias —dije con timidez—. ¿No hay caramelos en su casa?

   —No, ¿por qué?

   —Está bien, a mí no me gustan, dejé de comer desde que era un niño.

   —Es bueno saberlo —complementó extrañado.

   Realmente me sentía asqueado, debió ver cada rincón de mi cuerpo o manosear todas mis heridas actuales.

   Moví mi brazo derecho y experimenté un picor en las lesiones producidas por el gran ciervo rojo podrido: estaban tapadas con un vendaje muy bien hecho.

   Smith se acercó hacia mí y con extrema delicadeza, tomó mi brazo cortado.

   —Debe ser tan duro sobrellevar todo lo que has padecido —habló severo—, pero es momento de compartir tus angustias, Norman... Te ayudaré a superar estas desgracias.

   —¿Uste-ed?

   —Dije que podías tutearme —pausó—. Todo lo que dije antes, fue la ira que no logré controlar por mi maldito sobrino y gracias a eso, te dañé a ti... A ti.

   Nox apareció, bajó las escaleras y se frotó tiernamente en mis piernas, quería decirme que él también estaba conmigo.

   —Norman, lo lamento.

   —Está bien; después de todo, usted tenía razón... Mi padre no me ama y nunca lo hará... Tampoco le agrado a mi tío porque él... prefiere otras cosas de mí. Siempre estuve solo, ¿cierto? —fingí una sonrisa tan falsa como esa azúcar artificial.

   —Norman —mencionó angustiado.

   Miré las paredes, había un espejo que reflejaba mi figura delgada: mi semblante lucía de tonalidades rojizas y violáceas, pero no conseguía ver mis verdaderos rasgos.

   Él se sentó a mí lado para acariciar mis hombros.

   —Tu gato apenas comía —mencionó—, quería estar a tu lado en todo momento.

   —¿En serio? —cuestioné.

   —Así es y cuando lo llevé al veterinario...

   —¿Lo llevó al veterinario? —lo interrumpí— Mi pequeño Nox... lo encontré tirado en el bosque, estaba en una bolsa y algo en mi interior me dijo que tenía que cuidarlo.

   —Fue muy afortunado de toparse contigo, eres una buena persona.

   —En la casa de mi padre, tengo algo de dinero —pausé—. Podría dárselo mientras busco un trabajo.

   —No te preocupes por tonterías, Norm —aseguró—. Lo importante, es que te mejores, ¿bien?

   —Déjeme pagarle, ¿ya?

   —No —el celular de Smith sonó y él contestó pero la conversación duró bastante poco—. Luego hablaremos de eso; pero ahora, debes vestirte y buscar tus cosas. Tenemos que salir y deja de tratarme de usted, ¿bien?

   —Sí...

   No quería salir, me aterraba la calle pero no tenía más opciones frente a este extraño hombre.  

Ellos me siguieron hasta el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora