Introducción

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La vida de Percy a simple vista parecía sencilla. Parecía vivir de las mejores vidas y es que tener dinero en ese entonces, le ayudaba demasiado en su calidad de vida.

   Puede que no tenía la peor vida de todas, pero tampoco era como se la pintaban a todos.

   Era un lobo solitario, no por decisión propia, solo no tenía opción.

   Vivir en una casa enorme junto a sus padres y los sirvientes se sentía muy vacío. Además, al menos su padre no estaba mucho en casa y no veía mucho a su madre, debido a que salía con sus amigas y lo dejaba solo en casa ocupado con sus clases particulares en casa.

   Percy había soñado en ir a una escuela pública. Siempre se había entusiasmado por conocer personas de su edad y compartir con sus pares. Por eso adoraba la Navidad y las festividades grandes cuando sus primos iban a visitarlo y tenía más contacto con el exterior.

   No es que Percy no saliera de casa, solo que cada vez que lo hacía, sus padres no lo dejaban a acercarse a otros niños a menos que fueran de su mismo estatus y Percy no era muy fan de juntarse con niños engreídos y mimados.

   A pesar de su familia muy conservadora, Percy era un chico enérgico. Quizá si no hubiera nacido en esa época lo hubieran diagnosticado con TDAH, pero debido a los pocos o nulos conocimientos sobre el tema, todos lo señalaban como un niño muy revoltoso.

   Sus clases del día habían acabado y regresaba del gigantesco patio trasero donde solía ir a jugar en sus tiempos libres.

   Estaba acostumbrado al silencio de su casa, es por eso que en cuanto escuchó un grito se alarmó y corrió a ver qué ocurría.

   —¡Mamá! —escuchó la voz de un niño a la vuelta del pasillo.

   No solía ir por esa zona de la casa, ya que allí vivían los sirvientes y sus padres repetidamente le habían dicho que no fuera allí, pero ellos no estaban ahora y no se iba a enterar.

   Había un niño en medio del pasillo siguiendo a una de las sirvientas que intentaba callar su llanto.

   Percy vio como la mujer le susurró algo al niño y este se dio media vuelta para regresar a la habitación.

   El niño apenas vio a Percy, corrió rápido a esconderse y Percy quiso ir con él, pero este le cerró la puerta en la cara.

   —¿Hola? —llamó Percy a la puerta—. Mi nombre es Percy. ¿Cómo te llamas tú?

   Percy se quedó sentado frente a la puerta esperando a que le responda.

   —¿Hola? ¿Estás ahí?

   Intentó abrir la puerta dándose cuenta que estaba abierta. Esperaba encontrarse un lugar parecido a su habitación. Un lugar cómodo y muy espacioso para que pudieran vivir todos los sirvientes, pero era tan solo un cuarto a oscuras que contaba solo con varias camas que no eran la gran cosa.

   El lugar estaba vacío y es que todos los sirvientes ya estaban trabajando. El único que debía estar allí era ese niño, pero no lo veía por ninguna parte.

   —¿Hola? ¿Dónde estás?

   Percy empezó a gatear por el piso esperando encontrarlo debajo de una de las camas y fue así como lo encontró.

   —Hola. Mi nombre es Percy.

   El niño estaba temblando en el suelo. Se tapaba los ojos y la boca, haciendo que Percy estuviera muy confundido de su comportamiento.

   —¿Estás bien?

   Percy intentó acercarse, pero el niño salió de su escondite y se quedó parado apegándose contra la pared.

   —¿Puedes hablar?

   El niño asintió con la cabeza.

   —¿Cómo te llamas?

   Esta vez negó con la cabeza.

   —¿Por qué no?

   —No puedo hablar contigo —dijo en voz baja.

   —Yo tampoco, pero nadie debe de enterarse. Será nuestro secreto. ¿Qué te parece?

   Negó con la cabeza por segunda vez.

   —Te prometo no decírselo a mis padres. ¿Cómo te llamas?

   —Louis.

   —¿Cuántos años tienes, Louis? Yo tengo diez.

   —También.

   —¿En serio? —Percy estaba feliz de por fin conocer a alguien más de su edad que viviera en casa—. ¿Y vives aquí?

   —Sí, pero no me dejan salir.

   —¿Por qué?

   —Porque si ellos se enteran me quitarán a mis padres y me llevarán a un lugar donde están los niños sin padres.

   —Pero tú si tienes padres ¿no?

   —Sí, pero no pueden cuidarme aquí. Y tus padres no me van a dejar vivir aquí sin trabajar. Es por eso que no saben que existo. No vas a contarles ¿verdad?

   —Te prometo que no.

   Percy le extendió su dedo meñique hacia Louis y este a le quedó mirando sin entender nada.

   —Extiende tu dedo meñique así —le enseñó-. Ahora crúzalo con el mío. Esto significa que es una promesa. Si es que no cumplo mi promesa puedes cortar mi dedo meñique.

   —¿Por qué haría eso?

   —Porque así es el pacto.

   —Pero yo no quiero cortar tu dedo.

   —No lo harás, porque voy a cumplir mi promesa. Nadie se va a enterar que estás aquí.

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