01

18K 1.4K 542
                                    

La primera vez que lo vió se hizo soltar descaradamente un suspiro, un jadeo, un aliento robado por la preciosa fragancia de un adonis espontáneo, puro, perverso, deliciosamente cruel

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La primera vez que lo vió se hizo soltar descaradamente un suspiro, un jadeo, un aliento robado por la preciosa fragancia de un adonis espontáneo, puro, perverso, deliciosamente cruel.

Fue sólo la expresión de un cortés saludo lo que los conectó y, sin saberlo, los sentenció a ser esclavos de su propio deseo.

Un híbrido de oso y un hechicero, sin absolutamente nada en común.

Eran casi nulos sus cruces de oraciones.

Pero había algo innegable, y es que cuando estaban cerca, en cualquier escena, cualquier evento, cualquier momento, sus miradas luchaban entre la sombra de la multitud, por tocarse, por desnudarse, por devorarse.

Tras el silencio, su silencio; nadie era consciente del incendio que estaba ocurriendo en la intimidad expuesta de Spreen y Juan.

Nadie, exceptuándolos a ellos mismos.

— Quiero salir en tu revista... — Le dijo Juan aquella vez. — Quiero conseguir una pareja.

Spreen no se opuso a ello. Pensó que no estaría mal ayudar a su desconocido vecino de pueblo.

No, por supuesto que no estaba mal. Lo verdaderamente malo y nefasto fue aquella sesión fotográfica en casa del hechicero, ambos en completa soledad.

Las malditas fotos, y la maldita privacidad eran un agujero sin fondo, un callejón sin salida, un laberinto sin fin.

Sentir tan cerca a Juan era una tortura para él. Estaba mal, completamente mal, y aún así no le importó.

No le importó atreverse a tocarlo con disimulo, no le importó acomodar el cuello de su camisa mientras sutilmente olía su nuca, no le importó tomar sus manos fingiendo acomodarlo, y por supuesto no le importó hacerlo jadear contra su mejilla cuando desde su espalda la cercanía se redujo a la mínima.

— Sos hermoso. — Fueron sus palabras al reflejar su figura y la ajena en la cristalina agua. El castaño de menor estatura suspiró abrumado por la sensación. Spreen atinó a alejarse de él para continuar con la sesión.

Una sesión que se sintió como eterna, martirizante.

Y esas fotos sólo volvían al oso más siervo de la sensualidad del hechicero.

Y esas fotos sólo volvían al oso más siervo de la sensualidad del hechicero

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— No osos. — Fue el requisito. — Nada contra ti, es sólo que no quiero recaer en lo mismo.

Por supuesto que no quería recaer, no cuando Spreen estaba frente a él. Lo lamentable es que ya estaba cayendo y la tentación era cada día mayor.

La sola mención del nombre del oso le erizaba la piel, y podía sentir esa mirada tentadora, voraz, y abrasiva sobre él.

Era íntimo, imperfecto y necesitado.

La forma en que con la vista era desnudado.

Juan no era tonto y podía notarlo, pero se resistía, se resistía con todas sus fuerzas.

No caer. Lo sabía mejor que nadie.

Tenía el presentimiento asfixiante de que eso terminaría muy mal.

Pero hay cosas que por más que intentes que no pasen, lo hacen, porque están sometidas a ocurrir, causen el cataclismo que causen.

Y el profundo deseo que el oso y el hechicero sentían por el otro, en algún momento iba a detonar.

Llevándose a cualquier víctima calcinada en la pasión durante el proceso.

Deseo Profundo | SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora