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El cuerpo de Juan golpeó contra uno de los pilares de su habitación cuando el oso en desesperación lo había arrinconado en medio de un húmedo beso

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El cuerpo de Juan golpeó contra uno de los pilares de su habitación cuando el oso en desesperación lo había arrinconado en medio de un húmedo beso.

Lengua contra lengua luchando entre la dominancia y la sumisión, peleando por quién tomaba el control.

Las manos de Juan se pegaron a la camisa de Spreen, escurriendose por debajo de ésta, ansioso por deshacerse de la tela. El oso no lo hizo esperar demasiado, así que al separarse del beso, él mismo retiró su fastidiosa prenda, junto a sus características gafas de sol.

Una vez más volvieron a besarse, esta vez las manos de Juan recorrieron la espalda desnuda de Spreen con necesidad, explorando la piel que por mucho había añorado volver a tocar, el oso se estremeció por el frío contacto, provocando que arqueara la espalda por la sensación, momento que Juan aprovechó para redirigir sus labios al cuello del oso, lamiendo y chupando con urgencia.

La voz de la razón estaba volviendo a la cabeza del híbrido, no podían simplemente ignorar que tenían algo qué hablar, aunque le costara mucho parar, Spreen sabía que debían conversar.

El más alto separó al mayor de su cuerpo, alejándolo de él con sutileza, cosa que provocó un gruñido molesto de parte de Juan.

— J-Juan. — Lo llamó en un jadeo, tratando de recuperarse. — Pará un toque, loco. Tenemos que hablar.

Pero el castaño no deseaba hablar.

— Juan- — Intentó llamarlo, pero sus labios fueron asaltados por los agresivos del hechicero, sujetándolo de las mejillas. Spreen estuvo a nada de corresponder pero se forzó a sí mismo a separarse otra vez. — ¡Juan, basta ya, hablemos! — Otro intento por besarlo, otro empujón. — ¡Juan!

El castaño se quedó en un largo silencio por unos instantes, su mirada recayó observadora sobre el morocho; cada facción tan marcada y perfecta de la que tanto se había encaprichado, se estaban convirtiendo en algo desagradable, algo detestable.

Algo que deseaba destruir.

En un instante, las manos de Juan se deslizaron al cuello de Spreen, de un tirón brusco cambió sus posiciones, siendo ahora él quien tenía al oso contra el pilar, lo apretó con fuerza, asfixiándolo sin pavor, su rodilla se metió intrusa entre las piernas del híbrido, frotando su entrepierna. Las manos de Spreen sostuvieron los brazos de Juan en un intento por hacer que lo soltara pero su escasez de aire se vio cohibida por los tenebrosos ojos carmesí que lo penetraban como una filosa hoja metálica contra los plateados suyos, llorosos por la falta de oxígeno.

Cállate. — Le ordenó el mayor, en un tono grave, irradiante de ira.

Las piernas del oso temblaron al sentir cómo la voz del hechicero se había metido por cada poro de su piel, deliciosamente grotesca y cruel, pero no menos excitante.

Pronto, los labios de Juan cubrieron dominantes los jadeantes de Spreen, quien no tuvo tiempo de recuperar el aliento tras ser liberado del mortal agarre. Su cuello había quedado marcado de un significativo rojo por la agresión que había sufrido, pero eso no lo detuvo ni lo asustó, muy por el contrario, lo tenía intrigado.

Deseo Profundo | SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora