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Durante la mañana de aquel día se había desatado una descomunal tormenta de nieve que logró congelar cada pequeña parte de Tortilland, bañándolo de un gélido e inocente blanco

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Durante la mañana de aquel día se había desatado una descomunal tormenta de nieve que logró congelar cada pequeña parte de Tortilland, bañándolo de un gélido e inocente blanco.

Dos hombres iban caminando de la mano sobre un sendero, por la montaña, vizualizando el avance de lo que era un querido proyecto para el menor de los dos.

Su amena tranquilidad se vio interrumpida por el estornudo del mayor de ambos, temblando en el acto.

— Tenés fría la nariz. — Afirmó el híbrido. — ¿Sentís mucho frío? — Juan asintió abrazándose así mismo. — Vení. — Ordenó Spreen.

El oso se quitó la bufanda azul que traía puesta alrededor de su frío cuello para ponerla sobre la roja de su mayor, en un intento por protegerlo del frío, después, atrajo su cuerpo al suyo, caminando como pingüinos por lo cerca que estaban: el hechicero enfrente y Spreen abrazándolo por detrás.

— Hueles a frutilla. — Murmuró Spreen contra el cuello de su mayor, provocándole un escalofrío.

— Deja de olerme como perro, pollo.

El oso frunció el ceño soltando una risa.

— Pero decidite primero, ¿Qué soy? ¿Perro o pollo? — Preguntó Spreen en un tono juguetón.

— Un pollero que se comporta como perro. — El oso formó un puchero invisible para el mago. Juan añadió: — Es que de verdad, a veces no sé qué te pasa, siento que estás en celo todo el tiempo, parece que tu poronga te habla, te pide meterla, jalarla, ahorcarla o yo qué sé porque siempre estás de esquizofrénico hablando solo, y luego me manoseas a cada rato, ¿Por qué o qué? Pinche pito caliente. Y luego me andas queriendo morder, que porque tu instinto no sé qué y de ñiñiñi soy medio oso, grr grr, parapimpum para, me hago una paja y me vengo en tu cara. Pinche instinto me lo paso por los huevos, luego me andas oliendo a cada rato, por tu culpa ahora me baño a diario, no mames, ¿Sabes a cuánto está el servicio del agua? Llega bien pinche cara, y yo no tengo...

Y más blah, blah, que Spreen escuchaba y a la vez no.

Su mirada estaba perdida en el rostro de Juan, fruncido suavemente, hablando y hablando de miles de cosas que antes no le importaban; ahora solo deseaba escuchar al castaño hablar.

Su voz, su cara, sus labios, sus mejillas, sus hoyuelos, sus coquetas pestañas, las arruguitas delineando sus ojitos, su mandíbula, sus pupilas expresivas bañando de colores sus emociones... todo eso, era lo que le encantaba apreciar cada vez que su musa le permitía escuchar su tonada.

Sin darse cuenta, Spreen había intensificado su deseo hacia Juan, quizá demasiado para dejar de fantasiar con empotrarlo contra la pared, y empezar a pensar lo divertido que sería sentarse con Juan, en la sala de su casa, viendo ambos una película, criticándola, mientras se daban besitos y comían palomitas.

Deseo Profundo | SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora