05

12.2K 1.2K 165
                                    

— “Gafotas en búsqueda del amor”

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— “Gafotas en búsqueda del amor”. — Leyó en voz alta el titular de la revista del día. — “El hechicero supremo del pueblo va en búsqueda de una nueva pareja que lo haga volver a amar y sentir, con requisitos varios, Juan quiere a alguien con la que pueda bailar bachata. Requisitos: Persona millonaria, inteligencia emocional, que no tenga diez vidas, NO OSOS”. — Juan soltó una risa al terminar de leer la nota, el híbrido de oso inclinó su cabeza ligeramente a uno de sus hombros, agotado.

— ¿Y? ¿Qué tal? — Le preguntó.

— Es perfecta. Aunque yo hubiera quitado lo de gafotas... simplemente Juan hubiera estado bien. — Se quejó haciendo un mohín con sus labios.

El más alto se encogió de hombros con una expresión seria.

— Cumplí con lo que pediste. — Expresó el oso acomodándose mejor sobre su bici. — Supongo que es aquí donde termina nuestra conversación.

Esta conversación. — Corrigió Juan con rapidez. — ¿No piensas hablar sobre lo que pasó ese día?

El pelinegro arrugó la nariz.

— ¿De qué querés hablar? — Bufó. — ¿Si estuvo bien, si estuvo mal? Sí. Estuvo bien.

— ¿Todo está bien entre nosotros entonces?

— ¿Por qué habría de estar mal? — Pronunció Spreen alzando una ceja. Juan se rascó la nuca con nerviosismo.

— Porque el sexo casual nunca termina en una amistad.

Spreen suspiró indispuesto a tener aquella conversación.

— No somos amigos, Juan. — Habló severo. El hechicero se tensó, asomando una mueca enternecida. — No teníamos nada que perder. Sigo siendo lo mismo para vos; el tipo que vende pollos y reparte revistas, nada más. Nada ha cambiado.

Juan se mordió ambos labios con ansiedad, algo dolido por lo dicho por Spreen. Él sí que lo había comenzado a considerar un amigo, pero supone que no era algo recíproco.

« Por eso odio a los osos »

— Entonces todo bien...

— Sí, todo bien.

Ambos hombres de quedaron en silencio, ninguno sabía qué decir.

Hasta ese momento, sus miradas habían permanecido en el suelo, incapaces de verse una a la otra por el bochorno que lo hecho antes les provocaba.

Pero eso era solo una excusa.

Ambos eran conscientes de que sus pechos se llenaban de adrenalina cuando estaban cerca uno del otro, y eso no había cesado como pensaron que lo haría... por el contrario, se había desenfrenado.

Sus ojos bailaron indecisos a través del césped, pasando por los zapatos y terminando en donde deseaban terminar, conectados con los impropios.

Casi como si una chispa rebelde hubiera caído en el humo de una fogata apagada, el fuego se desató en unas malditas llamas de lujuria y anhelo prendidas en ese simple cruce.

Ambos pensaron que no se necesitarían más.

Que hasta ahí habían llegado sus ansias por devorarse.

Pero abrieron una caja de Pandora, que no iba a cerrarse.

Y esa calamidad a la que llamamos deseo, debía ser la ama de su esclavitud.

Una esclavitud pasional.

Deseo Profundo | SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora