El avión aterrizó en el aeropuerto de Hokkaidō. El peli-palmera no aguardó a que estuviese parado del todo cuando desabrochó el cinturón de seguridad con desesperación. El viaje le había parecido tan largo que ya no tenía más tiempo que perder.
Agarró el maletín que estaba a su lado, el cual contenía el documento nupcial de la discordia, y rápido abandonó la extensa cabina del jet privado. Bajando las escaleras metálicas con prisa, se adentró en el aeropuerto en busca de su chófer de gran altura y cabello largo.
Al salir por la puerta, visualizó atento a las figuras que estaban delante de sus respectivos vehículos y cuya misión era recoger a las personas que llegaban; y a lo lejos, con brazos cruzados y mirada seria, oculta tras unas gafas de sol, divisó que Cumber le esperaba ante el Rover negro. Sin más dilaciones, y sin dudar de que él le venía a recoger, caminó con paso acelerado hasta allí, pensando aliviado que su moreno estaba en aquella prefectura.
Se montó en el vehículo sin tan siquiera saludar, y Cumber, acostumbrado a aquella manera de ser, también se adentró en este para activar los motores y dirigirse a Abuta, lugar donde estaba su pequeña mansión. Un teléfono sonó dentro de los bolsillos de su pantalón y, metiendo su mano, lo sacó para ver que la pantalla se iluminaba con el nombre de su asistenta Keilin. Aceptó la llamada y se colocó el dispositivo en la oreja.
—¿Diga?
—¿Ya ha aterrizado, señor? —Susurró la muchacha.
—Sí, estoy yendo para allá.
—Traiga a la policía.
Goku frunció el ceño.
—¿Para qué?
—La señora Ox porta un arma... y tiene a un conflictivo guardaespaldas que no se achanta con nada —permanecía susurrante, como si estuviese encogida mientras sujetaba el fijo de la cocina.
—Está bien —dijo para colgar.
Cumber, ajeno a la conversación, miró por el retrovisor para ver que el semblante de su jefe no era el mejor.
—Acelera —ordenó el tatuado que guardaba su móvil. El chófer, dócil, apretó el acelerador.
El peli-palmera miró por las ventanas tintadas del Rover, rememorando la primera vez que trajo a Vegeta a aquel nevado sitio. Ese pequeño fin de semana, que aunque lleno de lujuria y besos, había sido uno de los mejores y más cariñosos que había experimentado. Y ni hablar de la vuelta a Japón desde Madrid. Esa vivencia de tenerle debajo mientras le hacía el amor era tan inefable que ni él mismo se lo podía terminar de creer.
Se insultaba internamente con cada recuerdo que a su mente llegaba, sabiendo que todo lo que estaba sucediendo era por su culpa, por no saber manejar sus sentimientos y por no dejar de lado el rencor hacia su padre y por no olvidar su odioso pasado. ¿Cómo era posible que alguien como él tuviese, a su lado, a un ser tan distinto de como era? Vegeta y él no era iguales, para nada. El moreno era serio, orgulloso y, en pocas ocasiones, tímido. Por otra parte, Goku era rencoroso, lujurioso y egoísta. Es inconcebible el hecho de que este último llegase a tener a su lado a un ser tan magnífico como Vegeta, no había ningún punto de comparación en ellos.
Pero así era. Se conocieron porque el destino así lo quiso. Caprichoso y con ganas de torturas a los vivos, el destino los unió para poner entre ellos barreras que tenían forma humana y que compartían el mismo resentimiento que les obliga a actuar vengativamente. Ahora mismo, al que sentía como su moreno, estaría sufriendo las consecuencias de sus malas acciones y decisiones, y eso le carcomía por dentro de una manera agotadora.
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Your Madness: Delirium [Kakavege Fanfic] #2 ✓
Fanfic¡¡¡SEGUNDA PARTE!!! Tras la acalorada discusión, el injustificado bofetón y su mala suerte, Vegeta decide irse a Múnich por un tiempo; como un exilio temporal. Allí los recuerdos fustigan su mente, golpean su alma y destrozan un poco más su tortura...