Después de haber descansado toda esa noche tras el aterrizaje, Vegeta se sentía como un hombre nuevo, pero también padecía los nervios del evento.
Ahogó un suspiro y mojó sus manos en el lavamanos para llevarlas a su cabello y darle una forma decente. Las pasó por sus puntas y, con un cepillo que le había robado a su amiga, se peinó intranquilo pues no sabía nada del más alto desde su despedida en la puerta. Dejó el cepillo dentro del cajón del mueble flotante del lavamanos y abandonó el cuarto de baño para ir hasta el armario saliente de color blanco, abrió sus puertas de par en par y de él sacó un traje ejecutivo gris oscuro de doble botonadura y una camisa formal blanca.
Se arrodilló ante el armario para estirar su brazo y agarrar los mocasines que se compró para la ocasión y los dejó a los pies de la cama. Todavía sin vestir y con la brisa del día entrando por la ventana del balcón que estaba abierta, el moreno fue hasta la mesita de noche y de ella cogió la corbata negra clásica que iba a juego con su atuendo para, luego, sentarse en el bordillo de la cama próximo a sus mocasines.
Delante de él había un espejo colgado que le ayudaba a verse por completo. Se levantó y comenzó a vestirse sin despegar la mirada del reloj de pulsera que marcaba las nueve y media de la mañana. «En Japón han de ser las cuatro de la tarde» pensó. Al apreciar que todavía le quedaba tiempo, agarró su teléfono y marcó el número de su amiga. Sin dejar que el primero toque finalizase, Bulma aceptó la llamada.
—Vegeta, menos mal que llamas, amigo —dijo ella a través de la línea concierto desasosiego—. De verdad que estaba preocupada.
—Lo sé, y disculpa. Llegué a las cuatro de la tarde y allí ya era de madrugada, no quería despertarte.
—Bueno, al menos me hubieses dejado un mensaje. ¿Cómo estás, hombre de negocios?
—Cállate, no digas eso. Sabes que no lo soy —se sentó a los pies de la cama.
—¿Cómo es Madrid? ¿Es bonito?
—Todavía no puedo decirte, llegué tan cansado del viaje que no tenía ganas de pasear por aquí —miró al balcón—. ¿Cómo estás?
—Estoy tirada en el sofá con un poco de mareo y nauseas… Ya sabes el motivo —comentó apagada.
—¿Has sabido algo de Turles?
—No, y seguiré sin saber nada de él. ¿Sabes qué? Me rindo, que le den, no le necesito —su tono era indiferente—. Oye, pero no hablemos de mí, ¿cómo estás tú?
—Supongo que bien, algo nervioso por el evento.
—No te preocupes por eso, ya verás que todo saldrá bien.
—Ojalá —miró sus calcetines blancos.
—¿Qué tal el viaje con Goku?
Vegeta suspiró silencioso.
—Más o menos…
—¿Qué quieres decir con eso?
—Ha ido bien pero… no sé lo que me sucede con él. Es como si le quisiese todavía.
—¿Ocurrió algo más en ese vuelo, Vegeta?
—No, nada de lo que tú estás pensando. Sólo hubo miramientos cómplices y una película que no terminamos de ver.
—Creo que lo que te pasa es que sigues enamorado de él.
—No, eso no es posible. Yo sigo queriendo a Han, Bulma —soltó el moreno con molestia—. Me rehuso a seguir enamorado de él, no puedo ni debo estarlo.
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Your Madness: Delirium [Kakavege Fanfic] #2 ✓
Fiksi Penggemar¡¡¡SEGUNDA PARTE!!! Tras la acalorada discusión, el injustificado bofetón y su mala suerte, Vegeta decide irse a Múnich por un tiempo; como un exilio temporal. Allí los recuerdos fustigan su mente, golpean su alma y destrozan un poco más su tortura...