Prisioneros

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Ha-ri se encontraba decepcionada, la chica ruda y fría que alardeaba ser, se había escondido en lo más recóndito de su mente, al no ser como enfrentar esto y en su lugar, había aparecido la chica pequeña que su hermano protegía cuando su padre golpeaba a su madre.
Anhelaba ser protegida, deseaba que su madre o hermano, la abrazarse y protegieran de su padre. Pero, ninguno de ellos estaba cerca y aunque lo estuvieran, solo habría más personas por las que dañar.
Un golpe seco, le hizo levantar su morada del suelo, fue allí cuando vio a Tae agarrando por el cuello al hombre que hace poco le había lanzado la comida. Notaba como Tae lo miraba con enojo, pero no era suficiente para creer que estaría de su lado. Después de todo, había sido él quien la había traído allí.
— ¡¿Quién te dijo que debías tirarle la comida?! — grita Tae enojado.
— N-na-die. Pero como ella es prisionera, pensé que… — dice el hombre intentando escapar de la ira de Tae.
— ¡No pienses! ¡Has las cosas como se te han ordenado! — doce lanzándolo contra los barrotes de la celda — ¡Ella está en este maldito lugar, pero recuerda que aún no ha dado los órganos! ¡Dime, ¿qué vas a hacer si la comida que le das, trae piedras o algo más que afecte los órganos que el jefe necesita?! — pregunta Tae molesto.
— Yo…
— ¡Tú inmunda vida no seria suficiente para pagar el precio! — grita molesto mientras lo tira al suelo — ¡Así que, no cometas una estupidez que solo desataría la ira del jefe!
— C-claro, señor.
— Ve por más comida y pregúntale al doctor, que puede comer. Recuerda que, si algo entorpece el trasplante por mal cuidado y alimentación, será tu culpa. — le advierte Tae y el hombre se marcha rápidamente.
Ha-ri observa todo desde su lugar. Aunque estaba lamentándose por no tener salida, la escena había llamado tanto su atención que no tuvo más remedio que observar a detalle la situación.
Tae, quién se encuentra con la mirada de Ha-ri, ignora la misma para abrir la celda y recoger la cacerola con comida que estaba en el suelo. Era tan sorprendente como un chico que era inocente y un poco tranquilo, ahora actúe tan distinto. La ira de ahora le había demostrado a Ha-ri que Tae, ya no era el hombre que anteriormente había conocido.
— Jamás pensé que llegaría el día en dónde te vería tan físicamente conocido, pero en tu actuar, tan extraño — murmura Ha-ri.
— En este tiempo pase por muchas cosas para quedarme al lado de tu padre. No solo tuve que entrenar arduamente para poder adquirir los músculos y la fuerza que tengo, sino que, tuve que asesinar y ver morir a muchas personas para llegar donde estoy.
>> Por lo que, el chico que te llevaba en su espalda cuando te lastimarte tu tobillo o quien se aliaba para descubrir la mentira de su madrastra, ya no existe. Quien me estorbe, muere y quien me daña, sufre. Ambos resultados, los doy yo mismo y por eso, ser suave o amable, ya no está en mis acciones características.
— Aun así, es sorprendente y decepcionante. Escogiste mal y terminaste cambio tanto que tu hermana, no podría reconocerte. — murmuro.
— Eso es bueno. Realmente desearía que ella no me reconociera como parte de su familia y que, si en algún momento nos encontramos frente a frente y tiene la oportunidad de alejarse de mí, lo haga. Porque, si se queda, la haría sufrir.
— ¿Dónde quedó el hermano que la protegía de su madrastra?
— Murió y este nuevo Tae, no protege a alguien más que no sea él mismo y su puesto. Así que, no busques en mi interior, algo que ya ha muerto. — comenta.
— Entonces, si ha muerto, ¿por qué prometiste dejarme con vida, aunque las órdenes son distintas? — pregunta Ha-ri curiosa y eso hace que Tae se encoja de hombros.
— Quizás deseo que antes de morir, sufras por conocer la verdad o quizás, ese acto de dejarte con vida, sea la última bondad que había en mí y te la doy, por los viejos tiempos donde nos acercamos, así fuera por molestarnos.
Ha-ri lo observa confundida, pero él no le explica lo que quiso decir y diciendo ello, solo se marcha de la celda. Ha-ri suspira profundo y decide no preocuparse por las palabras de Tae y comienza a buscar y pensar en una posible salida.
Pero, sin ventanas y como única puerta la celda, sus oportunidades por escapar, disminuyen drásticamente y si realmente puede salir de la celda, salir con vida del lugar con todos sus órganos, da una probabilidad más baja de lo que le gustaría reconocer.
Nuevamente, comienza a intentar desatar sus manos de las largas cadenas que la mantienen prisionera, pero, las esposas de hierro, no tienen siquiera una cerradura en la cual, intentar abrirla. Esas cadenas eran raras. Como si fuesen hechas para esposar toda una vida y ello, le asustaba.
Si quería salir, debía fundir el hierro y por el grosor del mismo, tardaría horas en poder quedar libre de sus manos y pies. Sin duda, era una misión imposible, donde las probabilidades de éxito, no llegaban siquiera al uno por ciento.
— No las mires más. — dice el hombre abriendo la celda para entregarle la comida — estas mazmorras fueron hechas para mantener prisionero. Hay forma de abrirlas para atrapar a su prisionero, pero una vez que lo ha atrapado, no suelta a su presa.
>> Ríndete, porque no hay manera de que salgas de esas esposas y si lo haces, dudo que puedas salir de esta isla sin ser capturada o asesinada. Por lo que, date por vencida. Lo único que puedes hacer es comer bien y darte por vencida al saber tu final. Ya no hay más que puedas hacer. Desde que llegaste, tu única salida es la muerte, solo espérala tranquila. Ella no tiene prisa por tomar tu último aliento.
El hombre deja la comida mientras Ha-ri procesa la información, recién suministrada
¿Una isla? ¿Realmente me ha dejado en una isla a mi suerte? No, no puede ser posible que me lleve a una isla para sacarme los órganos y dejarme morir. Sé que él es cruel, pero, yo soy su hija. Mal o bien, soy su sangre — se dice Ha-ri pero una risa burlona aparece en su mente recordando todo el daño que su 9adre le ha hecho — Sí, es capaz de hacerlo. Él es capaz de eso y más.
El apetito no aparece, aunque la comida huele bien. Por lo que, Ha-ri solo sonríe ante su terrible situación y maldice no acelerar las cosas acabando con su vida, disparándose en los riñones. Para que así, con su muerte, su padre no tenga oportunidad de vivir.
Para ella, esa era la mejor solución, pero en su situación, ni siquiera podía escoger cuando y como morir. Estaba atada y más de una manera. Mientras Ha-ri analizaba su muerte, Tae se iba al gimnasio subterráneo a liberar su malestar.
Sabía que, cuando se fue con su tutor legal y ahora jefe, pasarían muchas cosas, pero las cosas se estaban complicando y ser jefe sustituto de la más grande banda criminal de Asia, no era una tarea agradable. Menos cuando debía actuar como ahora era, recordando como fue cuando miraba a Ha-ri
Verla le recordaba que no había manera de volver a ser el de antes: tonto, ingenuo y libre. Tae golpeó con fuerza el saco de boxeo al pensar en ello. Era evidente que Ha-ri, no era la única prisionera allí.

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