23. Tiempo suficiente

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Oh Bitna

¿Que si me esperaba esa dolorosa confesión? Por supuesto que no.

Jamás me pasó por la cabeza que un motivo como ese fuera la razón de su alejamiento y es lo que más me molesta conmigo misma. Tal vez debí insistir un poquito más. Tal vez debí preguntar una última vez, en lugar de sacar conclusiones apresuradas.

Sin embargo, sé que tampoco se me puede juzgar, después de todo solo eramos unos niños; él uno al que le habían arrebatado la inocencia y tuvo que madurar demasiado rápido, y yo una niña tonta que lloraba a escondidas de sus padres porque su único y mejor amigo la había hecho a un lado.

Mientras continúo consolando a Yoongi, pienso en cómo debió haber sido toda esa situación para él. Si mal no recuerdo, cuando terminaron las vacaciones y regresó a casa con sus padres, nosotros teníamos cerca de diez años.

Recuerdo que la abuela de los hermanos Min, que hace poco más de dos años que falleció ya, llegó a nuestra casa un día y le pidió a mamá que cuidara un momento de ellos en lo que iba al mercado por algo de comida. Como Yoongi ya me ignoraba, simplemente me encerré en mi habitación. Después, ya no me tomé la molestia de prestar atención a su existencia y pasé de ella, hasta que la anciana falleció y fuimos a presentar nuestras condolencias.

—¿Quién los cuida ahora? —le pregunto en voz baja.

Su llanto ha cesado ya, pero continuamos abrazados el uno al otro.

—Una tía se encarga de nosotros, aunque en realidad es quien cobra el seguro de nuestros padres y suple con ello nuestros gastos —explica.

Asiento y no vuelvo a hablar. Siento que en este momento las palabras sobran.

—Gracias por escucharme, Bitna. Y perdóname por todo —quita mis brazos de encima suyo y por un momento siento un vacío en ellos—. Te debía esta explicación.

Agacho la mirada, la culpabilidad me recorre entera.

—Lamento haberte obligado a que me digas algo tan doloroso como eso.

Él niega.

—No tienes por qué, en realidad pensaba decírtelo, es solo que se adelantó al tiempo que yo había establecido —le miro, el contorno de sus ojos enrojecidos, sus irises brillantes debido al resto de lágrimas que aún brilla en ellos, sus mejillas y nariz rojas producto del llanto—. Si no lo hubiera dicho ahora, creo que al final no me hubiera atrevido a hacerlo nunca.

La comisura de sus labios se levanta levemente mientras desciende la mirada, sus manos se abren y se cierran en puños.

—¿Kim y Jung lo saben?

No sé por qué, pero es algo que quiero saber.

—Aún no he podido hablarlo con ellos —murmura—. Pero después de habértelo dicho a ti, creo que podré hacerlos con los chicos también.

—Entiendo —asiento y vuelvo la mirada al frente, justo a donde el sol señala con su luz—. Me alegra que hayas podido quitarte ese peso de encima.

—Y a mí.

Volvemos al silencio, pero esta vez ya no es incómodo ni pesado; se siente más como una caricia al alma, un abrazo al corazón.

—Bitna —me llama y continúa hablando antes de que pueda responder—, ¿sabes algo? Nunca quise que nos alejaramos así, es solo que estaba asustado por todo y yo...

—Está bien, te entiendo.

—¿De verdad? —asiento y eso parece calmarlo—. Gracias.

Encojo los hombros. Quisiera que permanezcamos en este ambiente de paz y tranquilidad, pero otra duda me atraviesa.

—¿Es esa la razón por la que nunca te niegas? La promesa que le hiciste.

Niega.

—Es una simple excusa. Solo soy yo utilizando ese recuerdo por miedo a que quieran difundir rumores sobre mí.

Aplano los labios. Comprendo perfectamente a lo que se refiere. Después de haberme contado su verdad, es lógico su proceder frente a los demás.

—¿Qué opina Yunah de todo esto? —recuerdo a su hermana y la vez que nos encontramos en aquella tienda de conveniencia.

Cuando éramos pequeños, recuerdo haberle escuchado mencionar a una hermana menor; sin embargo tras el paso de los años y debido a nuestra compleja situación, mi memoria ignoró su existencia y se enfocó únicamente en el daño emocional que atravesé dado su rechazo.

—Después de la muerte de la abuela, nunca más hablamos del tema. Y, cada que es el memorial de nuestros padres, lo único que hacemos es sonreír viendo grabaciones viejas de cuando éramos felices —la sonrisa que tira de sus labios me confirma que realmente es como dice, lo cual me deja más tranquila de cierta manera.

—Me alegro de que así sea.

A lo lejos se escucha el sonido de la campana por lo que nos ponemos de pie como si portaramos un resorte en el asiento. Abro los ojos con sorpresa, algo me dice que es la salida lo que se acaba de anunciar, sin embargo al llegar al salón nos damos cuenta de que no es el caso, solo se trata del cambio de hora.

El tiempo que pasamos en la azotea parece haber pasado con lentitud, no obstante ha sido lo suficiente como para limar asperezas y darnos cuenta de que todo lo que pasó en nuestra amistad se debió a un mal entendido causado por terceras personas. Y eso es un alivio, a pesar de todo lo que ocurrió y yo recién ahora vine a conocer.

Ahora, lo único que espero es que podamos llevarnos bien.

Ahora, lo único que espero es que podamos llevarnos bien

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𝐒𝐎𝐅𝐓 𝐁𝐎𝐘 ━𝐌𝐘𝐆 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora