11. Hogar, dulce hogar

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Oh Bitna

Respiro con tranquilidad en cuanto la clase de gimnasia llega a su fin. A diferencia del resto, yo consigo avanzar hasta tomar asiento en una de las bancas dispuestas para descansar, aún cuando las piernas me fallan debido al extenuante ejercicio con el que tuvimos que cumplir.

Gracias a todo lo bueno esta ha sido la última clase de hoy. Y, además, por fin estamos en viernes, lo que significa que mañana podré dormir hasta un poco más tarde si así lo deseo.

—¿Qué miras? —pregunta Jiah sentándose a mi lado, trae una botella con agua en una mano y la otra la ocupa con una gaseosa; me extiende la de líquido transparente y se lo agradezco.

Moría de sed.

—Nada en particular —respondo después de beber.

—Haré como que te creo —frunzo el ceño, realmente no veía nada—. Cierto, ¿cuándo empiezas las tutorías?

Respingo al escuchar la pregunta. Le he dicho que ya lo hice la semana pasada, pero ella está tan concentrada en quién sabe qué, que ni siquiera lo recuerda.

—Este domingo tengo que ir —me decido en ir por el camino de la paz y no recriminarle su poca atención de estos días pasados.

—Ya veo —murmura, fijando la mirada en sus tenis y haciendo el lazo a uno de ellos puesto que se desataron—. ¿Sabes? Este fin de semana voy a estar muy ocupada...

—¿Y eso significa que...?

—No podré contestar mi teléfono. De hecho, no lo tendré a la mano.

—¿Qué? —Sonríe. Una sonrisa tensa que me hace sentir que algo no anda bien, y aunque me prometí que no lo haría, no puedo evitar presionarla—. ¿Está todo bien?

Se pone de pie de un brinco.

—Es hora de ir a casa.

Da la vuelta y marcha al salón ella sola. Yo sigo en mi sitio, incrédula por todo el suspenso en que estoy debido a la incertidumbre. No quiero pensar mal, ni mucho menos poner en duda nuestra amistad, pero eso que me oculta me hace sentir que no soy lo suficiente confiable como para que me diga lo que sucede.

Lo hablaré con mi prima al llegar a casa.

—¿Irás a tu casa? —pregunto a mi amiga al verle girar parte de su cuerpo en la dirección contraria, como si estuviese buscando algo... o a alguien.

—No. Iré... a otro lugar.

La miro fijamente, intentando encontrar el trasfondo en sus palabras, o que me diga de una vez por todas lo que pasa. Pero eso no sucede. Sigue en silencio hasta que al final me ve asentir y despedirme de ella.

Subo al autobús con la ruta a casa y, al igual que hace un par de días, me encuentro con mi prima fuera de la vivienda. La diferencia es que en esta ocasión está acompañada. Paso saludando, sin intervenir en la conversación de Hyeonji y su amiga —de la cual suelo olvidar el nombre—, y no demoro en ingresar al interior de la casa.

Ah. Hogar, dulce hogar.

La calidez que me recibe es acogedora. Y todo se vuelve aún mejor al encontrar a mamá saliendo de la cocina, con el delantal puesto y un gorro sobre su cabeza mientras sus manos están llenas de harina.

—Hola, mi cielo. ¿Qué tal la escuela?

—Bien —La miro con curiosidad—. ¿Qué haces? ¿Necesitas ayuda?

—Oh, no, tranquila, cariño. Estaba empanizando el pollo, pero ya he terminado.

—¿Comeremos pollo frito?

—Sí, ahora ve a darte un baño. Pronto llegará tu padre y sabes que detesta el olor a sudor, y tú, lamentablemente, emanas uno muy fuerte ahora mismo —cubre su nariz con exageración y luego ríe al verme rodar los ojos.

Cuarenta y cinco minutos después estoy yendo a la mesa, donde ya está listo y servido todo, y con los asientos ocupados por mis progenitores y mi prima. Cenamos en calma en un ambiente ameno. Platicamos de ciertos temas triviales y luego cada uno nos levantamos para ayudar a recoger la mesa.

Regreso a la habitación antes que Hyeonji y me lanzo boca arriba sobre esta, mis manos sobre la barriga hinchada debido a la llenura.

Tal vez comí demasiado.

Justo cuando estoy por dormirme por completo, mi celular suena.

—Diga —suelto con voz un poco rasposa.

—¿Oh Bitna? Menos mal atiendes —suspira con alivio, miro el identificador de llamadas—. Soy Min Yoongi.

—Sí, lo sé. ¿Qué sucede?

Paso de estar acostada a sentarme en la cama.

—¿Crees que mañana podamos reunirnos para lo de las tutorías?

—Claro, pero... —me corto antes de preguntar nada, sin embargo el chico parece haber entendido mi intención anterior.

—Este fin de semana estaré ocupado, y mañana por la mañana es el único momento en el que puedo reunirme contigo.

Guardo silencio, pensando en qué responder sin sonar sarcástica o grosera. Mientras, le escucho cómo parece discutir con alguien más al otro lado de la línea. Vuelvo a la realidad y respondo sin mucha largura. Nos ponemos de acuerdo sobre el lugar y la hora exacta para lo de las tutorías y la llamada finaliza sin más preámbulo.

 Nos ponemos de acuerdo sobre el lugar y la hora exacta para lo de las tutorías y la llamada finaliza sin más preámbulo

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*Total de palabras: 843.

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𝐒𝐎𝐅𝐓 𝐁𝐎𝐘 ━𝐌𝐘𝐆 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora