17. Lo que no se puede evitar

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Min Yoongi

Miro de reojo a la chica a mi lado, mientras reviso con ella los resultados de la prueba que le he tomado para concluir si las tutorías han surtido efecto o no. Necesitamos resultados positivos para que ni ella intente matarme —y luego hacerlo consigo misma por la frustración— ni yo me deprima.

Afortunadamente, todas las respuestas y procesos utilizados son correctos, cosa que le hago saber. Inmediatamente una sonrisa llena de alegría y emoción surca su rostro, lo que genera que mi corazón se salte un latido y me haga pensar con seriedad el motivo real al que se ha debido aquello.

—Muchísimas gracias, de verdad —murmura con sinceridad extrema y la sonrisa aún adherida a su rostro.

Mi corazón vuelve a saltarse un latido.

Maldita sea.

—No ha sido nada. Es un gusto saber que las clases hayan dado buenos resultados.

—Ya lo creo —ríe un poco, pero se detiene de inmediato al percatarse de que mi atención se ha enfocado en aquel gesto de su parte por lo que de inmediato se aclara la garganta—. Bueno, sé que tal vez te sientas incómodo con esto —el tono tímido en su voz no me genera seguridad—, pero mis padres insistieron, así que...

Extrae un sobre de su bolso, el que siempre trae a las tutorías, y lo extiende frente a mí. Mi mirada va de ella al sobre un par de veces antes de que pueda articular una sola palabra.

—No creo que sea conveniente.

El único momento en que mi mente se niega a algo, es cuando esto involucra dinero.

—Tampoco creo que sea conveniente que lo rechaces —argumenta—. Además, llevo una amenaza a cuestas.

Eso me hace fruncir el ceño y a ella dejar entrever una mueca de incomodidad.

—¿Amenaza?

—Sí. No puedo regresar a casa con eso si quiero pasar el fin de semana en paz —aprieto los labios entre ellos—. Por favor, tómalo. No es mucho en realidad, así que está bien.

Y recién ahora soy consciente de que, por primera vez en mucho tiempo, Oh Bitna y yo mantenemos una conversación decente. Aunque se deba solo al hecho de tener dinero de por medio. Quisiera preguntarle por su mamá, el estado de su tía, incluso por su prima y padre se ser necesario, o involucrar una mascota imaginaria —porque es alérgica a la pelusa y no puede tener ningún animal de mascota— si ello implica poder charlar un poco más. Pero no puedo.

Cierro las manos en puño y al final, en medio de un suspiro, termino aceptando el dichoso sobre.

—De acuerdo.

Lo dejo a un lado, entre los libros que saqué horas antes, y regreso la mirada a ella. Bitna ya se encuentra guardando todas sus cosas, lo que me deja claro que después de hoy, todo volverá a la normalidad: ella por su lado y yo por el mío. La incómoda sensación de molestia no me deja respirar como es debido, pero no puedo decir o hacer algo al respecto. He llegado a la conclusión de que es mejor así, cada quien en lo suyo.

—Gracias —dice un rato después, el tono de su voz tan bajo llegando a ser casi un susurro.

—¿Por qué?

Sus ojos, del mismo color que los mios y de prácticamente toda la población del país, ahora poseen un brillo característico que nunca antes había visto en ellos porque, si es eran miradas frías lo que recibía de su parte, simplemente era ser ignorado.

—Por todo. Por las tutorías y... —muerde su labio inferior, desviando por un par de segundos su mirada de la mía.

—¿Y por qué más?

No me había dado cuenta de la cercanía que mantenemos hasta ahora, cuando mi voz ha salido en un susurro que alcanza sus oídos y me hace sentir como mi aliento casi roza sus labios. Ella parece caer en cuenta de ello también, puesto que suelta un respingo de sorpresa y se aleja en milisegundos.

—Creo que ya debería irme.

Se levanta con rapidez y toma su bolso tras verificar que tiene todas sus cosas. Me vuelve a agradecer, solo que esta vez ya de pie frente a la puerta, dispuesta a irse.

—Oh Bitna —la llamo antes de que abra, marcando una distancia prudente entre nosotros para no asustarla, o ganarme un golpe por su parte, en otro caso.

—¿Sí?

No se gira a verme, tan solo permanece ahí, de pie, esperando poder irse pronto. No sé si lo que voy a hacer sea correcto, pero debo de intentarlo por lo menos, ¿no? Inspiro en voz baja, sin hacer el más mínimo ruido, y me armo de valor para finalmente soltar la pregunta menos acorde en este momento.

—¿Te gusto?

—¿Qué? —se gira a mirarme, su rostro entre la sorpresa y el desconcierto.

Tranquila, yo también me siento así ante semejante osadía.

—¿Yo te gusto? —repito.

Cualquiera podría esquivar la pregunta o responder con un "sí, sí me gustó la clase, muchas gracias por tu ayuda". Y, por supuesto, ese cualquiera podría ser yo. Sin embargo, lo único que obtengo es su silencio y una mirada de pánico.

—¿Acaso tú... me odias?

Aunque me ha costado decirlo en voz alta, finalmente lo he hecho. La duda me carcome, me hace su presa predilecta, me lleva a ser víctima de la ansiedad y la desazón por no saber qué esperar por su parte.

—Hay cosas que simplemente no se pueden evitar, Min Yoongi.

Y con esa única frase como respuesta, sale de mi casa.

Y con esa única frase como respuesta, sale de mi casa

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*Total de palabras: 920.

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𝐒𝐎𝐅𝐓 𝐁𝐎𝐘 ━𝐌𝐘𝐆 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora