09. De una caída y otros malestares

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Oh Bitna

Masajeo mi cráneo intentando comprender, pero no lo consigo. Se me hace difícil conectar mi cerebro con las matemáticas.

—¿Sigues sin poder resolverlo? —asiento—. Qué pesar no poder ayudarte —se lamenta mi prima.

La verdad es que sí; primero porque ella va un año retrasada debido a sus constantes viajes con su mamá cuando era niña, y segundo porque al parecer a nadie en nuestra familia se le dan bien los números complejos.

—Lo sé. Lo peor de todo es que no tengo a quien preguntar.

Jiah no responde a mis mensajes desde el día anterior, y generalmente es ella quien me ayuda. Aún no consigo saber lo que sucede con ella, aquella vez que vino a casa preferí no tocar el tema —lo que sorprendió a mi prima— y reír un poco con sus malos chistes. Y no es como que en clase se pueda hablar de algo así, cuando es evidente que podría tratarse de un tema delicado.

—¿Pero no tenías un tutor? —pregunta mientras empieza a secar su cabello con la secadora.

—Lo tengo —asiento—, pero ahora mismo ha de estar practicando. Está en el equipo de atletismo de la escuela —me apresuro en aclarar.

—Mmm, ya veo.

Me giro de regreso a la pila de ejercicios sin resolver y dejo caer la cabeza sobre los cuadernos al verme incapaz de resolverlos. Para la carrera que quiero seguir no me será necesario, pero debo alcanzar una nota alta —o por lo menos llegar a la promedio— para poder entrar a la universidad. Ahora tengo excelentes calificaciones, pero mi rendimiento en la materia desciende y pasa a ser solo bueno.

Y yo no quiero un bueno, quiero un excelente. Por más obstinado que suene de mi parte.

—Voy por algunas botanas. ¿Quieres que te traiga algo?

—¿Irás a la tienda? —asiento tomando mi monedero y sacando del interior unos billetes—. Tráeme de estos, por fis, por fis.

Rio por lo bajo y asiento, aceptando el envoltorio que me entrega y el dinero —porque dice que el dulce que me ha pedido es exportado y un poco costoso—. Salgo de casa y bajo corriendo hasta la tienda.

Justo ahora al cielo se le antoja lloriquear y arrojar una leve llovizna.

—Bienvenida —me dice el chico en el mostrador.

Le devuelvo el saludo y sigo largo por el pasillo donde sé que voy a encontrar lo que necesito, tomo el producto y busco lo que me pidió Hyeonji. Alcanzo a ver que es el último y lo agarro. O al menos eso intento, porque alguien me lo ha ganado. Frustrada, me giro a ver quién ha sido para ver si consigo convencerle de que me lo ceda, pero me encuentro con una chica cuya mirada me deja claro que no está dispuesta a ello.

—Lo vi primero, así que es mío —levanta el chocolate alemán a la altura de su nariz y me lo muestra—. Más suerte para la próxima, eonni.

Se va. Ella simplemente se va y me deja a mí con la sensación de pérdida y frustración latentes en mi sistema.

Hago un sonido extraño con los labios y busco algo más que pueda llevarle en compensación. No son los mismos chocolates, pero al menos se asemejan. Voy a la caja registradora, de donde mi contrincante ya se ha movido para llegar a la salida, y pago cuando el chico me dice el valor total.

—Esto también —extiendo unas paletas heladas y él las pasa por la máquina.

—Son 20.700 wones —le entrego el dinero—. Gracias por su compra.

Salgo de la tienda y en el trayecto a casa voy comiendo una de las paletas. Mi celular vibra en uno de los bolsillos de mi pantalón y mientras hago una maniobra para tomarlo y ver quién es que llama, piso mal y mi pie se dobla, haciéndome caer en el proceso. Maldigo mi suerte.

No son ni las seis de la tarde y todo me ha ido mal ya.

Me quejo por el dolor e intento ponerme de pie, pero no lo consigo, al parecer ha sido una caída fuerte. O tal vez me lastimé mucho el tobillo.

Alguien me toma del codo y me ayuda a poner de pie.

—Gracias —digo con un poco de dolor reflejado en mi voz.

—¿Oh Bitna? ¿Estás bien? —parpadeo tratando de enfocar a la persona, pues las lágrimas que se empezaron a juntar en mis ojos me hace la tarea complicada.

—Está claro que no está bien, oppa —dice alguien más, señalando lo que yo no.

—Ven, déjame ayudarte —me ayuda a avanzar hasta la jardinera de una casa y me hace sentar al filo—. Yunah, espera aquí con ella. Iré por un poco de medicamento.

—Pero no tardes.

Sacudo mis manos. Ya me he dado cuenta que es Min Yoongi quien me ha ayudado, y la chica a su lado es la misma que me arrebató el dulce antes.

—Tranquila, es una compañera de clase. Puedes confiar en ella.

Desconozco el motivo por el que le ha dicho aquello, al igual que la relación que mantienen. Pero al levantar el rostro puedo notar con claridad que tienen rasgos muy similares y es evidente su lazo sanguíneo.

—Oppa a veces es torpe, pero vendrá pronto.

—Sí, lo sé —y con eso me refiero a que sí que es torpe.

Esperamos en silencio a su regreso, mientras, le envío un mensaje a mamá que ha sido quien llamaba. No le digo nada de mi caída, solo que ahora mismo no estoy en casa porque salí a comprar. Ella responde diciéndome que no pase mucho tiempo fuera, a lo que respondo indicándole que estaré ahí pronto.

No puedo ni imaginar el grito que dará al cielo cuando se de cuenta que me he golpeado.

No puedo ni imaginar el grito que dará al cielo cuando se de cuenta que me he golpeado

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*Total de palabras: 963.

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𝐒𝐎𝐅𝐓 𝐁𝐎𝐘 ━𝐌𝐘𝐆 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora