Epílogo extendido

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Arthur Silvery seguía sin creer que estuviera casado con aquella joven de la que se había enamorado en su juventud. Así como tampoco conseguía asimilar que hubiera sobrepasado cualquier miedo y hubieran engendrado tres hijos. ¡Había sido un cobarde! ¡Vaya que si lo había sido! Quizás había ganado veinte batallas en altamar, pero en tierra había sido derrotado por una sola rosa.

Ella le había demostrado que el verdadero valor no residía en la mente, sino el corazón. Pero el camino de la verdad era adictivo una vez empezaba a recorrerse y desde esa noche en la que decidió ir a su alcoba y preguntarle por sus sentimientos, todo había cambiado.

—Esta fiesta es una de las mejores en las que he estado, con diferencia —la oyó decir, emocionada. Estaba radiante con un vestido de muselina verde y su pelo rubio recogido con par de bonitas agujas de pelo. Sandra hacia maravillas con su señora. Y ella se prestaba para ser siempre la más hermosa de todos los salones.

—Mi madre, cuando se lo propone, es capaz de organizar una gran velada —comentó él, observando el gentío en la mansión de Cornwall.

—Sin duda, es una mujer muy inteligente.

—Hija, admiro tu coraje —se acercó su madre, que había venido por el motivo de su tercer alumbramiento—. Hace apenas dos semanas que diste a luz a mi cuarto nieto y eres capaz de estar en mitad de una gran fiesta sin perder la compostura.

—Supongo que tengo buenos ejemplos, madre —respondió ella, admirando a su progenitora: una de las reinas de India. Su madre era muy atractiva, con apariencia angelical similar a la suya propia, pero con la personalidad de un demonio (según decían las malas lenguas). Rose prefería asociarla con un león, puesto que Helen era feroz, inteligente y con grandes dotes de liderazgo. En definitiva, tenía mucho que aprender de ella y siempre lo hacía con mucho gusto. Jamás le había reprochado, ni pensaba en hacerlo, sus ausencias. Sabía lo mucho que había sufrido su madre por tener que abandonar Inglaterra y ella, como hija, solo podía estar orgullosa de todo aquello en lo que se había convertido Helen de Haiderabad, condesa viuda de York (aunque dicho título le fue arrebatado en cuanto se casó con su actual esposo, Khaled).

—Mi querida pequeña —La abrazó—. Ya te has convertido en toda una mujer. Iré a ver cómo están los niños.

—Creo que puedo decirte con los ojos cerrados lo que están haciendo —bromeó Rose—. El pequeño Tony estará durmiendo, tal y como se espera del comportamiento de un recién nacido. Tiffany, en cambio, a sus dos años estará incordiando al impasible Atila de cuatro.

—No hay duda de que los conoces bien, aun así, iré a verlos. Son pocas las ocasiones en las que puedo estar con ellos.

—Por supuesto, eres una abuela orgullosa.

Helen asintió, ataviada con un esplendoroso vestido de colores rojos y verdes, cargada de joyas hindúes, y se retiró del salón de baile.

—¿Bailamos? —oyó tras unos segundos la voz de Arthur a su lado.

Rose, al igual que su esposo, a veces seguía sin creer que el amor hubiera triunfado de un modo tan evidente. Pero luego se convencía a sí misma cuando pensaba que el amor no veía con los ojos, sino con el alma.

—Sí, Almirante.

Desde que se habían casado, no se habían perdido casi ningún baile. Así como tampoco se habían escondido en los jardines para participar en ellos. Arthur, sin vacilar, siempre la levantaba y la ponía sobre sus pies. Y así bailaron esa noche, ella sobre sus zapatos y él moviéndose por la pista bajo la atenta mirada de la sociedad, que los había catalogado como a una de las parejas más queridas y respetables. 

¡Hola Mis Queridos Astros Bellos! He alargado un poco más el epílogo, espero que os haya gustado

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¡Hola Mis Queridos Astros Bellos! He alargado un poco más el epílogo, espero que os haya gustado. He leído todos los comentarios en los anteriores capítulos, estoy editando la novela porque en 4 días tiene que salir a la venta y apenas me queda tiempo para respirar. Estaré revelando la próxima novela en mis redes sociales, seguidme en Instagram para estar al corriente. ¡Un abrazo muy fuerte y hasta la próxima historia con la que soñar!

Lady Ruedas y el CondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora