Capítulo 12

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Dos frasquitos de sales y veinte minutos después, Rose recuperó por completo el sentido

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Dos frasquitos de sales y veinte minutos después, Rose recuperó por completo el sentido. —¿Se encuentra bien, miladi? —preguntó Sandra por décima vez. 

—Sí, ya me encuentro bien, gracias —agradeció al servicio que se había prestado para ayudarla—. Pueden retirarse, por favor —pidió, deseosa de volver a ceñir el tema, y todos salieron del salón verde. Todos, menos él. 

Arthur Silvery no había dejado de mirarla en ningún instante. Estuvo tentada de pedirle que se retirara también, pero se abstuvo de ello. Su mirada gris era demasiado imponente y, además, le pareció intuir que estaba enfadado. —Abuela, debe de ser un malentendido. Es imposible que el Duque de Devonshire esté comprometido conmigo. Jamás, en ninguna reunión familiar o encuentro casual, ha habido ninguna clase de relación afectuosa entre nosotros. Al contrario, me atrevería a decir que es uno de mis primos segundos con el que menos trato he tenido. 

—El corazón de un hombre es imprevisible —dijo Ludovica en cuanto el servicio cerró la puerta—. Es probable que Anthon se fijara en ti y que tú ni siquiera te dieras cuenta de ello. 

—¡Oh, abuela! Reitero que eso es imposible —negó Rose, dedicándole una mirada rápida a Arthur, que se había quedado de pie junto a la puerta cerrada con el gesto severo—. Te aseguro que, si el Duque de Devonshire, se hubiera enamorado de mí... me hubiera dado cuenta. No he sido una dama tan solicitada como para ignorar algo tan importante. 

—Has sido una dama despistada, obcecada en comportarte más como una cocinera que como la hermana del Conde de York. Sea como sea, mi información es verídica y lo único que debemos de hacer es invitarlo a pasar unos días aquí. En cuanto lo veas, estoy segura de que te darás cuenta de sus muchos afectos hacia tu persona. 

—¡Ni siquiera me ha pedido la mano! —siguió negando ella con cara de espanto—. ¿Cómo puede haber dicho a todo Londres que estamos comprometidos? Si el hecho de que esté enamorado de mí, me parece del todo imposible; el hecho de que haya dicho que estamos comprometidos, me parece un disparate.  

—Además de una imprudencia —manifestó Arthur, dando un paso hacia ellas—. ¿Qué clase de caballero compromete a una dama sin su previo consentimiento?

—La clase de caballero que ostenta el mismo rango que un príncipe, Almirante —replicó la abuela con una mueca de exasperación—. El Duque de Devonshire y futuro Duque de Somerset, no necesita nuestro consentimiento para casarse con Rose si lo desea. Es más, ¡nos está haciendo un inmenso favor! 

Rose torció el gesto y Arthur dio un paso más hacia Ludovica Pembroke. —Ningún hombre, por muy príncipe que sea él, y por muy incapaz que sea yo, me hará un favor al casarse conmigo. 

—¡Oh, Rose! No me refiero a eso, las damas de hoy en día no sabéis valorar una petición mano. Eres una solterona de oro y en esta familia nos hace falta algo así. ¿No lo ves? Tu madre viviendo en ese país y casada con ese innombrable —Hizo un gesto de desagrado—. Tu hermano en busca de una indígena... 

Lady Ruedas y el CondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora