❝Amorometro❞ [Xingyun]

➸ Hacer reír

La pequeña con coletas se hallaba dibujando tranquilamente en su mesa, dibujaba lo que parecía ser algún tipo de fantasma o algo así, no se veía muy bien lo que se suponía que era, pues este tenía muchos tachones y un muy mal coloreo de por medio.

Planeaba regalarle el dibujo a su amiga Xiangling, por lo que podría decirse que lo estaba haciendo con todo su esfuerzo y cariño.

En lo que hacía su actividad, un pequeño exorcista estaba siendo perseguido por su mejor amigo, un pequeño espadachín de ojos ámbar. La razón de dicha persecución era porque sin saberlo, el joven de orbes azules se había comido la torta que su amigo había traído desde casa. Y al enterarse no dudó ni un segundo en cobrarle venganza al responsable.

Desafortunadamente, el menor era mucho más rápido que él y como consecuencia lo perdió de vista; con la respiración algo agitada se detuvo en la mesa de Hu Tao, por un momento se quedó a observar el dibujo de la contraria, no entendía qué diablos se suponía que era eso pero estaba bonito. 

La pequeña ojicarmín se dio cuenta de la presencia de su amigo, así que dejó el dibujo a un lado y volteó a mirarlo.

— ¿Oya? ¿Estás bien? —Preguntó inocentemente la del par de coletas.

—Para nada... —Hizo una pausa para dar un par de bocanadas de aire. —Verás, alguien se comió mi torta.

Inhaló con sorpresa y algo de drama exagerado. — ¡No puede ser! ¿Y sabes quién fue?

—Fue Yun. —Hizo una rabieta mientras tomaba asiento. — ¡Es un traidor y debo cobrarle venganza! Pero de alguna forma es más rápido que yo y no puedo alcanzarlo.

—Y eso que es tu mejor amigo. —Negó con la cabeza en señal de desaprobación.

—Sí... ¡Pero lo que importa ahora es alcanzarlo! Necesito vengar a mi tortaAaAaA.

—Ya, pero no grites. —Se quejó tapando sus oídos con sus manos, el contrario obedeció y guardó silencio. Luego de un par de segundos, destapó sus oídos y comenzó a hablar. — ¿Dices que él es muy rápido para ti? —Asintió atento. —Bueno, entonces no lo persigas.

—Eres todo un genio. —Rodó los ojos con molestia mientras se cruzaba de brazos.

—Déjame terminar. —Le reprochó enojada. —Me refiero a que hagas otra cosa, como... —Puso su mano en su mentón mirando a la nada, comenzando a pensar en una forma de ayudar a su amigo. Su foco imaginario se encendió luego de unos minutos. — ¡Lo tengo! ¿Y si le das un gran susto?

—Eso funcionaría... ¡Si no viniese de una familia de exorcistas!

—Sí, pero recordemos que él es un llorón y se cree cualquier cosa.

—Buen punto... —Se levantó de su asiento rápidamente. — ¡Decidido entonces! Tú nada más dime lo que hay que hacer y yo lo sigo al pie de la letra.

— ¡De inmediato!

Ambos se dieron un apretón de manos y se miraron entre sí con una sonrisa maliciosa.

[...]

El pequeño exorcista salió de su escondite, con nervios, miró que no hubiese moros en la costa y corrió rápidamente hacia uno de los pasillos del lugar, dispuesto a ir a la cocina y enmendar su error, pero primero debía pedirle ayuda a un adulto, pues cabía recalcar que era tan sólo un niño.

A esas horas, Beidou, la encargada de cuidarles, estaba en una de las habitaciones hablando con su pareja, quien le daba varios consejos sobre cuidados para no tener ninguna complicación.