001: El extraño paquete en la entrada

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"No se puede detener el presente, ni tampoco rebobinar el pasado. El único modo de llegar a conocer el secreto... es darle al play"- Jay Asher.

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Desvió su mirada hacia el reloj principal, agradeciendo que finalmente haya llegado su hora de descanso, no podía definirlo como una jornada laboral muy extensa, aunque sí bastante aburrida, el tiempo parecía ser eterno dentro de los recintos de Family Video, odiaba los días donde habían pocos clientes, sin embargo no podía quejarse, la paga era buena, y no le venía nada mal el dinero.

Steve caminó hasta la cafetería ubicada a pocas calles de su trabajo, no tenía mucha hambre, por lo que optó por pedir un café junto a un muffin de arándanos y banana para resistir el resto de su turno.

Observó por unos instantes a las personas de su alrededor, cada quien parecía sumido dentro de sus pensamientos, y a la vez actuar como si nada hubiera pasado. Con tanta naturalidad que le parecía enfermizo

¿Cómo todos podían seguir adelante después de...?

-Hey, niño bonito, en cualquier otro momento no me molestaría que te demores, pero se está formando una gran cola detrás tuyo - le indicó Max, la cajera de aquel establecimiento haciendo señas para que pase a recoger su pedido.

-Sí, lo siento - se disculpó dejando un par de dólares en el envase de las propinas.

-¿Está todo en orden, Steve? - preguntó la pelirroja en un tono más neutral, pese a actuar con naturalidad, Max se encontraba preocupada por el castaño, parecía haber perdido la chispa hace algunas semanas atrás. Él se limitó a asentir con una pequeña sonrisa antes de salir.

Niño bonito.

No lo llamaban así desde... Basta Steve, deja de torturar tu mente.

Decidió sentarse en una de las bancas de un parque cercano para distraerse mientras comía. Inevitablemente su mirada se enfocaba en las personas que paseaban en los alrededores, algunos sonrientes, otros curiosos...

Intentó recordar la última vez que sus ojos tuvieron aquel brillo de optimismo y felicidad, siendo incapaz de hacerlo.

Últimamente su vida se resumía en trabajar, volver a casa y dormir. Un vivir por vivir, aunque no entendía bien la razón de ello.

Sólo era un hombre promedio, viviendo una vida promedio, en un barrio promedio, con un trabajo promedio.

Promedio.

Promedio.

Promedio.

Odiaba esa palabra, detestaba la simple forma en que su vida era capaz de ser reducida en esas sencillas ocho letras. ¿Era acaso normal irritarse por tonterías semejantes?

Debe de tratarse de una mala semana, todos la tenemos, es lo que se venía repitiendo durante los últimos meses, incapaz de ver el problema, o quizá no tenía las fuerzas suficientes para admitir que no estaba del todo bien.

Pero, si aquello fuera cierto ¿por qué lo estaría? A decir verdad, Steve lo tenía todo para ser feliz: buena salud, un grupo de amigos, una familia adinerada, trabajo, respeto de los demás, toda una vida por delante ¿por qué entonces una sensación de vacío se apoderaba de él sin poder hacer nada al respecto?

Comenzaba a olvidar lo que significaba estar bien, o sentirse bien, o siquiera sentir algo...

Era como si poco a poco perdiera todo aquello que lo hacía un ser humano, y simplemente se convertía en una máquina, que pretendía funcionar adecuadamente, así se estuviera quebrando por dentro.

13 reasons why (Steddie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora